La responsabilidad es grande, pero se nota que lo está disfrutando. Gustavo Raggio vive un momento especial, Newell’s transita la zona alta de la tabla y el entrenador, que llegó con más cuestionamientos que expectativas, empezó a mostrar que el lugar no le queda grande. En un mano a mano con El Hincha, Carozo habló de todo, pero en especial de fútbol, de sus gustos, de su admiración al Tata Martino y su búsqueda de mantener una idea de juego, pero con su toque personal. Y en cada momento Raggio se mostró agradecido por esta chance de estar en el banco leproso y no escatimó elogios hacia “un plantel extremadamente honesto”.
—¿Cómo convivís con la comparación constante que existe con el equipo del Tata Martino?
—La comparación viene desde afuera. Y si yo tengo la chance de dirigir Newell’s es porque en inferiores mi idea de juego era parecida. Pero más allá de mantener el gen del buen juego, este es un equipo distinto, sobre la base de una idea y de un sistema. En este tiempo que llevo noto que está muy arraigado el tema de la posesión y creo que no hay ni punto de comparación.
—¿Entonces no te molesta la comparación?
—En las comparaciones yo siempre salgo bien parado. Si me comparan con Martino, me ponen en un lugar que ni en sueños podía imaginar. Llevo ocho partidos dirigidos, ni un partido de reserva, recién arranco y que la medida sea Gerardo es un estimulo grande. Creo que la comparación que sea hace, que son más bien externas, resultan desmedidas.
—Desde afuera parece difícil imaginar que todo lo que inculcó el Tata en un año y medio pueda cambiarse con facilidad…
—El Tata nos cambió a todos. A mí me cambió la forma de entrenar. Pero dentro de la base de intentar jugar bien, con el 4-3-3 como premisa táctica y sin perder el gen del juego, intenté darle solidez al equipo, que no sufriera tanto los retrocesos, que los marcadores centrales sigan jugando mano a mano pero sin corridas de 50 metros que a veces no quedaban bien ni para los ojos del hincha. A veces una solo situación de juego como esa, al contrario lo agranda y al equipo le genera mucha inestabilidad.
—¿Cómo conseguiste esa solidez defensiva sin resignar jugar?
—Creo que encontramos en (Leandro) Fernández un defensor de elite, que lo va a llevar a (Guillermo) Ortiz a ser de elite también. El Ortiz suplente de hoy, es mejor que el de la Copa Argentina y no es el del torneo pasado. Creo que el equipo se fue construyendo. A veces pude equivocar algún planteo. Uno se da cuenta de las cosas, después las dice o no, pero si me equivoco soy el primero que lo veo. Pero más allá de aciertos o errores nos permitió estar hoy en una posición expectante. Ahora debemos darle más vuelo al equipo.
—¿Te exigís que el equipo juegue mejor, que sea más vistoso?
—Sin dudas, mi gen de entrenador es ese y necesito exigirme algo más. En este inicio tuvimos algunos problemas con las lesiones y tuvimos que tomar decisiones sin tener muchas alternativas. Después sale bien o mal, pero uno analiza cada partido de 94 minutos, con los cambios inclusive. El otro día con Olimpo armamos mal el banco, necesitábamos uno más explosivo o con mejor terminación de jugada, incluso podríamos haber sumado algún chico de inferiores que sin estar en el plantel nos diera esa alternativa. Pero también pensamos que dejar afuera del banco a jugadores que venían siendo titulares era muy injusto. Yo estoy aprendiendo, acá lo que hay que buscar es la realidad, lo mejor para el equipo, y el jugador lo debe entender.
—¿Qué es lo que te da mayor tranquilidad en este inicio?
—Los jugadores. El diálogo que tenemos con ellos y el compromiso que tienen con el club es difícil de explicar. Este plantel es extremadamente honesto hacia mí y eso es algo que jamás en mi carrera lo voy a poder olvidar.
—Desde afuera veías que este grupo era así, ¿por qué te sorprendió?
—Cuando uno está de este lado debe tomar decisiones y eso a veces te hace pensar que puede afectar esta situación. Yo cada decisión que tomo lo hago con el convencimiento que es lo mejor. Y encontré en este grupo una honestidad tan grande que me facilitaron cada paso que di.
—A veces se te cuestiona desde afuera que con Lucas Bernardi te cuesta más tomar la decisión de reemplazarlo…
—Cuando Lucas juega bien, el equipo juega bien. La misión de este cuerpo técnico es preparar el terreno para un reemplazante en el futuro, pero hoy es indiscutible. Yo debo darle una oferta de compañeros para que desarrolle su juego, pero hoy considero que Lucas es insustituible. Considero que tenemos tres o cuatro jugadores que son la base y debemos lograr que el resto se acoplen a ellos, cuando eso sucede, el equipo juega muy bien.
—¿Sentís que cuando Scocco recupere su nivel le va a dar al equipo el vuelo que le falta?
—Sería tirarle demasiada responsabilidad a Nacho, cuando esa responsabilidad debe recaer en mí. Pero sin meterme donde no debo, cuando Nacho vuelva a ser Nacho yo lo veo en la selección argentina. Es un jugador de elite, tiene cosas de distinto. Hace unos días declaró que va a volver a ser el que fue, y sé que va a ser así. Lo que nosotros debemos es entrenarlo, ofrecerle variantes al juego de él y esperar. Ya va a ser Nacho nuevamente.
—Se te nota muy agradecido a los jugadores, ¿qué es lo que más te deslumbró del grupo?
—Si hay algo que me asombra de estos jugadores es que si uno les dice “vamos para allá”, van para allá sin dudarlo. Que un entrenador ignoto como yo tenga un grado de aceptación de su mensaje tan alto es muy difícil de explicar. Entiendo que después la responsabilidad es mía, yo soy al que putean o no, el que pongo la cara, pero lo que hace este grupo de jugadores no voy a dejarlo de agradecer en toda mi carrera.
—¿Te asustaba dirigir a tantos jugadores de jerarquía?
—Sabía desde otro lugar que clase de personas eran, porque son tipos de bien. Y no me molesta que me critiquen porque hablo bien de los jugadores. Es lo que siento, lo que creo y lo voy a sostener porque es mi forma de ser. Sí reconozco que los primeros días no era yo. Después encontré tanta franqueza, tanto diálogo, que me fui soltando. Es como entrenar la entrenabilidad. Yo no sé donde voy a llegar, si voy a dirigir seis meses más o diez años, si voy a volver a inferiores, lo que sea. Esto es como cuando debutaste en primera, cuando salís campeón, este inicio es una marca imborrable que siempre voy a llevar.
—El proceso post Martino tuvo a Alfredo Berti, un técnico de inferiores como vos, y terminó con mucha resistencia del hincha, ¿no tenías miedo a arrancar muy para atrás por este tema?
—Nunca me puse a pensar si era mi momento o no. Y si no era ahora, ¿cuándo era? Sinceramente no me detuve a pensar demasiado. Y mirá que al inicio me pegaron de todos lados… pero no me pusé a pensar cuando me llamaron y me dijeron que estaba la chance. Primero porque nunca me autopostulé, ni dirigí inferiores pensando que me vieran para primera. Me mantuve al margen, nunca me puse a pensar que era el último orejón del tarro, que en definitiva lo fui, pero no me molestó para nada.
—¿Te molestó que te pegaran tanto sin siquiera haberte visto dirigir un partido?
—Cada uno tiene el derecho a opinar lo que quiera, cuando empezás a tratar de tapar muchos huecos es porque hay agujeros. Yo lo que tengo que lograr es que mi equipo hable por mí.
—¿Te ponés un objetivo ahora que tenés a todo el plantel y ya pasaste esa primera barrera del inicio?
—Ser entrenador de primera división me enseñó a que hay que planificar a corto plazo. Hoy estamos en esta sala y Racing es aquella pared. Por ahí Banfield es la de la otra habitación, pero ir más allá te lleva a desatender lo inmediato. Hoy buscamos seguir creciendo, recuperar el juego de presión alta que tenía este equipo, tener posesión sin que se vuelva monótono, mantener la solidez. Y obvio que puedo mirar algo más allá y eso es cumplir mi contrato de un año y medio con un Newell’s competitivo y que estos jugadores jueguen bien como saben hacerlo. Y lo vamos a lograr, es más por momentos ya lo hicimos.
—Hay una pared que esta más lejos que la de Racing y Banfield, pero seguro que sabés que va a llegar, es el clásico con Central, y el Tata Martino decía que es inevitable cuando empieza un torneo ver el fixture y pensar en ese partido, ¿podés extraerte y aún verlo lejano?
—(Sonríe) Todo lo que diga Martino es verdad. Ahora soy entrenador y no debo pensar ni como jugador ni como hincha. Sería muy bueno para nosotros llegar a la fecha 10 con todo el plantel a disposición, y ya no va a pasar. Pero estamos bien, el grupo está bien, crecemos día a día… vamos por los tres puntos de Racing, y después por Banfield. Y el campeonato nos va a llevar solo a que juguemos el clásico. Hoy miro a River, a Vélez, no tengo dudas que Lanús se va a poner bravo en serio. Y nosotros tenemos que ponernos más bravos todavía.
“Nunca voy a hacerle mal a un jugador, antes de quemar a un pibe me incinero yo”
La irrupción de Mauricio Tevez fue un mérito grande de Gustavo Raggio, que apostó por el pibe y lo hizo debutar en la Bombonera exponiéndose a la crítica si la apuesta salía mal.
—Tevez es todo tuyo, al menos desde la apuesta fuerte que hiciste, ¿siempre confiaste en que iba a rendir?
—No me puse a pensar tanto. Lo que siempre tuve claro y se lo dije al cuerpo técnico es que como entrenador nunca me iba a perdonar quemar un pibe de inferiores. Antes de subirlo obviamente hablé con gente de inferiores, con gente del plantel, y alguien en quien yo confío mucho me dijo: “¿Te lo imaginás entrando en la primera fecha a la cancha de Boca?”. Y yo le dije que sí, entonces entendí que era su momento. Por eso cuando lo subí y entró rápido en sintonía, sabía que había hecho lo correcto. Después, los muchachos grandes se encargaron del resto.
—¿Hoy el sustento de los experimentados es la garantía?
—Lo que tienen estos jugadores, además de sus condiciones, es que piensan todo el tiempo en Newell’s. Un ochenta por ciento del plantel se está formando en el club o volvió y la gente que vino de afuera a esta altura son de acá, uno lo ve en Víctor (López), en Milton (Casco), es como si hubieran nacido en el club. Y Newell’s no puede dejar que esto que comenzó a generarse hace algunos años se corte. No debe permitirse que esto no tenga continuidad en el tiempo. A la ida de algunos, hay que ir a buscar otros. Y cuando Tevez o Ponce tengan 30 años serán ellos los que volverán, porque no tengo dudas que se van a ir a Europa y triunfar, pero seguro van a volver.
—¿Cómo se hace para que los pibes no piensen en las ofertas millonarias se que mencionan?
—El otro día leí unas declaraciones de Mauricio (Tevez) y decía que quería jugar mucho tiempo acá. Y la verdad es que me cagó de gusto. Porque el pibe en lugar de estar pensando en jugar en Europa, está deseando jugar en Newell’s. Y eso es porque ve que los que podrían hoy estar jugando en Europa en realidad están jugando con él. Es tan extraordinario lo que pasa con ese tema en Newell’s que cuesta entenderlo. Pero se disfruta tanto estar acá y no hay con qué darle.
—¿Pensás en promover más juveniles?
—A medida que estén listos sí. Lo que no debemos hacer es colgarnos una medalla y decir hicimos debutar a ocho pibes. Hay un proceso que debe darse naturalmente. Hay casos excepcionales, pero la gran mayoría debe cumplir un proceso lógico. Sino después quedan muchos pibes en el camino y yo no me permitiría que eso suceda por una mala decisión. Nunca voy a hacerle mal a un jugador por salvar mi ropa. Antes me muero yo, nunca quiero morirme, pero antes que quemar a un pibe me incinero yo.
Un grupo de trabajo que se va forjando día a día
Raggio no está solo en esta cruzada. Su mano derecha es Gastón Liendo, con quien había trabajado en inferiores, pero además sumó a un histórico como Julio César Saldaña, con quien compartía a veces la platea del Coloso y por eso lo tentó a sumarse el grupo. Además hay que sumar al profe Luis Azpiazu, a Gonzalo Olsina, preparador físico que acompañó a Carozo en inferiores, además de César Jaime (entrenador de arqueros) y Damián Silvero, quien desde la época de Martino se encarga de filmar los entrenamientos y toda la parte de videos que son tan necesarias.
“Disfruto tanto entrenar a este grupo, que no veo la hora de venir a Bella Vista. Y veo que a mi cuerpo técnico le pasa lo mismo. La pasamos bien, tenemos una responsabilidad tremenda, pero el día a día es extraordinario. Y eso que Gastón (Liendo) a veces opina distinto. Y admito que nos conocíamos, pero no éramos amigos, y en este corto tiempo nos hicimos culo y calzoncillo.
—¿Qué encontraste en Julio Saldaña?
—Julio nos da una visión desde afuera. Nos pega el tiro exacto en algunos temas que nos cuesta más ver. Nos da una visión especialmente con algunos jugadores más jóvenes, que con Gastón conocemos mucho de inferiores, y de alguna manera con Gastón somos más hinchas de esos chicos que ellos mismos. Y es ahí donde Julio nos pone en tierra.
—¿Qué es lo que te cuesta ver en esos juveniles?
—A veces les exijo demasiado. Imaginate que a Mauricio (Tevez) lo tuve desde novena, a Eugenio (Isnaldo) en octava y quinta. Y así muchos más. Un ejemplo es Fidryszewski, como había muchos jugadores para entrenar, lo bajamos a tercera. Y cuando pasó lo de Nacho y lo de Maxi, al faltarnos delanteros, fuimos a ver la reserva y Julio se nos acercó y nos dijo: “Me parece que es para Francisco”. Y yo no lo veía, pero debo abrirme a un tipo de la experiencia de él. Y fue para Francisco nomás. Acá no hay egoísmos, si le va bien a Newell’s nos va bien a todos.
“Disfruto de mi familia, que había dejado de lado”
En un momento de la charla con El Hincha, Gustavo Raggio se refirió a su familia, y en ese rato de la conversación su semblante cambió y la sensibilidad se hizo presente. El entrenador leproso enseguida marcó terreno y aseguró que hoy intenta proteger a los suyos y con una sinceridad sorpresiva admitió: “Me había olvidado de mi familia”.
—¿Cómo fueron los primeros días cuando asumiste como entrenador?
—(Sonríe) Estuve como una semana sin dormir, en serio. Ahora, desde que tuve todo el plantel y empezó el campeonato, vivo tranquilo, incluso estoy disfrutando mucho más de mi familia, que me había equivocado y los había dejado de lado. Grosero error que intento remediar.
—Hablás de proteger a tu familia, ¿a qué le tenés miedo?
—El mío es un lugar de mucha exposición y hay mucha sangre dando vuelta. Por eso cuido a mi familia, que hizo un montón de esfuerzo y sacrificio para que yo esté acá, un montón en serio. Al no ser un futbolista reconocido tuve que hacer de todo, honestamente, pero hice de todo. Y hubo un momento que me olvidé de ellos. Laburaba en inferiores de Newell’s durante el día y a la noche me iba a dirigir al campo. Prácticamente no estaba en casa. Hoy disfruto de la familia, de mis hijas, la situación cambió para bien.
—¿Ellas lo disfrutan o sufren?
—Lo disfrutan. Somos una familia normal, cero estridencias, cero exposición. A mí me gusta seguir llevando a mi hija al colegio, ir al supermercado, ir con la más chiquita a caminar. Obviamente el humor de la gente va de la mano del resultado, por eso intento que a ellas (la más grande va camino a los quince), no le hagan daño. Uno a los hijos los protege siempre. Por eso me arrepiento que al inicio me haya olvidado de ellas, estaba medio desequilibrado, me había metido tanto en el trabajo, en el hecho de hacer una carrera para llegar a donde estoy hoy, que las había dejado de lado.