Elementos, la nueva película animada de los estudios Disney-Pixar que ocupa buena parte de las grillas horarias de los complejos de cine locales, crea un universo narrativo y visual completamente nuevo, pero con las señas de emotividad de siempre, para contar la historia de una joven de fuego tironeada entre su tradición familiar y el tentador contacto con otras culturas, experiencias y relaciones.
«Creo que el multiculturalismo agrega riqueza al mundo», planteó en entrevista con Télam el director de la misma, Peter Sohn, que ideó la trama inspirado en sus propias experiencias de juventud como un neoyorquino del Bronx hijo de inmigrantes surcoreanos.
El animador y director, que previamente tuvo a su cargo uno de los títulos de Pixar que acaso hayan pasado más desapercibidos, Un gran dinosaurio (2015), aseguró que aunque no había intentado «convertirla en una película política», sus vivencias con una identidad multicultural y el esfuerzo de sus padres como inmigrantes habían impulsado esta historia.
«Todavía hasta el día de hoy me emociono mucho pensando en lo difícil que fue para ellos. Y esa era la vía que estábamos tratando de tomar», afirmó Sohn.
Elementos relata la historia de Ember, una joven de fuego que vive en la Ciudad Elemento, una metrópoli en la que su cultura convive, más o menos en armonía, con personas de agua, tierra y aire.
Hija de padres extranjeros, Ember creció con una personalidad dura, desconfiada hacia el resto de los elementos y con una ferocidad que le cuesta mantener a raya. Desde que tiene uso de razón, sabe que heredará el negocio de barrio que a su padre tanto le costó erigir y que es un pilar de la comunidad del distrito de fuego.
Sin embargo, cuando conoce a Wade, un divertido chico de agua del que comienza a enamorarse, las creencias que tiene sobre el mundo en que vive y su propia identidad empiezan a temblar.
Con una impactante factura visual que provocó que fuera uno de los proyectos de más largo aliento de Pixar, Elementos presenta un mundo nuevo pero no por eso extraño. Aunque propone un romance en el centro de la trama -algo inédito en los anteriores 26 largometrajes de la marca- su historia sobre vínculos sentimentales viejos y nuevos, la celebración con humor de la diversidad y la apuesta por tender puentes sobre las diferencias llevan el inconfundible sello emotivo de Pixar.
Consultado sobre si para esta película tenían un reto, que era no solo el de crear a un grupo de personajes, sino también crear todo un mundo nuevo para ellos, Peter Sohn sostuvo: “Con toda honestidad, pese a lo difícil que fue hacer la película, construir este mundo fue una de las cosas más divertidas que tuvimos en el proceso. La ruta para construir el mundo fue todo a través de nuestro personaje principal, de la joven mujer fuego, Ember. Pensamos «ella es fuego, ¿qué le dificultaría más estar en la ciudad?». Y fue muy fácil. Dijimos «oh, debe ser un mundo construido por agua», con canales, cascadas y el agua del tren elevado por todas partes, eso le dificultaría las cosas”.
Y agregó: “Luego dijimos que si esta era una ciudad como cualquier ciudad importante, algunos la habrían poblado primero y esas son las personas de agua. Luego la tierra, luego el aire, último el fuego. Entonces pensábamos cómo se verían los edificios, tratando de explotar todo lo que sería difícil para Ember, pero al mismo tiempo que fuera un mundo donde cada uno de esos elementos se mezclaba y trabajaba en conjunto. El aire soplando sobre la tierra, el agua alimentando la tierra para hacer crecer las cosas. Todo eso fue muy divertido”.
A su vez, enfocado ya en el personaje, sostuvo: “Los personajes son primero; si Ember fuera realista, si el fuego fuera real como una película de live action (acción en vivo, no animada), entonces la ciudad tendría que ser más realista. Si el fuego de Ember fuera como un dibujo en 2D, entonces la ciudad tendría que ser en 2D. Así que tuvimos que encontrar el balance de Ember, ¿qué tan real y qué tan dibujo es ella? Una vez que encontramos ese equilibrio, pudimos diseñar la ciudad.
Cabe señalar que uno de los temas de la película es la inmigración, que es tan antiguo como el mundo, pero a la vez uno de los principales conflictos del presente. Sobre el motivo de este abordaje, Shon señaló: “Es muy fácil para mí. Nací en Nueva York y mis padres nacieron en Corea del Sur, habían emigrado a los Estados Unidos y, cuando era chico, me burlaba de eso. Era un hijo terrible, no lo entendía. Pensaba «¿cómo es que no son estadounidenses? Deberíamos ser más estadounidenses», eran tan coreanos que estaba casi avergonzado. A medida que fui creciendo comencé a comprender lo difícil que era para ellos. Me contaron todas estas historias de cuando llegaron, que no hablaban el idioma, que no tenían dinero. No podían conseguir empleo, y mi padre trabajó muy duro para encontrar un negocio para llevar comida a nuestra familia. Por lo que habían hecho todos estos sacrificios, que no entendí hasta que fui mucho mayor y tuve mis propios hijos”. Y mencionó: “Ese era el corazón de la película, agradecer a nuestros padres por el sacrificio, y la inmigración era parte de esa carga que tuvieron que llevar. Quería mostrarle al público que esta gente hizo un viaje que fue difícil y que eso sería algo que Ember comenzaría a entender en su camino y, con suerte, la audiencia también”.
En tanto, sobre la identidad, otro de los temas abordados en el film, dijo: “Sí, una gran parte del viaje de Ember es la comprensión de su propia identidad. Cuando deja su país, ese es el mayor temor de su padre, que va a perder una parte de su identidad, que se diluirá. Y yo sentí eso al crecer. Recuerdo que mis padres marcaban una línea de dónde terminaba la suya y dónde comienza esta otra cultura. Le decía a mi madre «deberías hablar más inglés» y ella se negaba. Me decía «no, ese es mi límite». Yo crecí como asiático en Estados Unidos, y a veces te ven como un extranjero aunque nací allí. Estás en este lugar intermedio”.
“Para Ember –continuó- en la película también es un viaje muy similar, tratando de comprender que es parte de un mundo, pero algo del otro comienza a atraerla y a ser parte de ella. No se trata solo de la tradición cultural de la que provengas; las conexiones que vas haciendo comienzan a formar tu identidad”.
En otra línea, reconoció que al jugar con la idea de que no hay solo un mundo, en el film se afirma que hay muchos. “Cuando crecía todo se trataba de la asimilación, de la integración a la cultura, pero luego descubrí que existe esta otra parte de la identidad que no podés perder y así empecé a verlo desde el multiculturalismo. Y realmente creo que el multiculturalismo agrega riqueza al mundo, en vez de solo una monocultura. La película definitivamente se apoya sobre esto. Me refiero a que la diversidad es tan importante en nuestras vidas, pero no es solo que Ember está tratando de entender y conectarse empáticamente con esa diversidad, su viaje es realmente comprender esa parte de sí misma, cuál es su cultura y cuál es su identidad y ella nunca podría conseguirlo sin esa compasión por entender las diferencias”.
En sintonía con su mensaje
La productora Denise Ream, una de las principales responsables de Elementos, destacó la importancia de trabajar con un equipo multicultural que aportara sintonía entre la confección y el mensaje del proyecto. «Cuando empezamos a formar el grupo, intencionalmente contratamos a personas para que ocupen posiciones de poder que fueran de primera o segunda generación de familias de inmigrantes en Estados Unidos, y que vinieran de todas partes del mundo. Me parece que eso hizo que la película fuera muchísimo mejor», explicó en diálogo con Télam sobre esta decisión.
Y no se trató de algo azaroso, teniendo como cabeza de la entrega al director Peter Sohn, que como hijo de padres surcoreanos que se instalaron en los 70 en Nueva York, decidió imprimir sus propias vivencias en la ficción con la ayuda de creativos y colegas que empatizaran con su historia y sus sensaciones como un estadounidense de nacimiento criado bajo las expectativas y tradiciones de sus ascendientes.
«Mientras hacíamos la película aparecía esta cuestión, también muy oportuna en el presente, de ver cómo cambia y estaba cambiando el mundo alrededor nuestro, y pensábamos que podía ser especial, que puede mostrar cuánto tenemos para ganar cuando nos exponemos a otras culturas y personas, y cuán importante es eso», siguió.
Además, Ream, que ya había trabajado con Sohn para otro título de Pixar, Un gran dinosaurio (2015), contó que si bien como dupla sabían que querían colaborar otra vez, «él tenía algunas ideas» pero ella «no sabía del todo qué tenía Peter en la cabeza».
«Cuando se le ocurrió esto y me lo contó, lo compré inmediatamente. El núcleo de esta historia es sobre el agradecimiento a nuestros padres y a todas las personas que nos ayudan a llegar a lugar en el que estamos en la vida, y eso me encantó», recordó sobre la génesis de Elementos.
En tanto, quien también fue productora de la entrañable Up: Una aventura de altura (2009) y de la secuela de Cars (2011) se refirió al desafío que implicó el film en términos de animación, un paño que conoce y muy bien tras haber liderado equipos de efectos visuales de películas como Harry Potter y la piedra filosofal (2001), Star Wars – Episodio III: La venganza de los Sith (2005) y Misión: Imposible III (2006), entre otras.
«Desde el principio supimos que iba a ser así, un proyecto de esos que toman mucho tiempo, porque no teníamos la tecnología que necesitábamos. Lo más difícil era crear estos personajes que no se parecen a ninguno de los otros personajes de Pixar, que no tienen la estructura estándar, porque están hechos de gas o de luz. La pregunta era cómo hacer que el fuego resultara atractivo, cómo hacer que el personaje pudiera llorar, por ejemplo, sin que dejara de sentirse como fuego», señaló.
Y en ese sentido, agregó: «Nos apoyamos mucho en colegas muy inteligentes, y tuvimos ayuda de investigación de otras áreas de Disney, fue un viaje increíble. Honestamente es lo que más nos entusiasmó a todos sobre el proyecto, porque no tenés muchas oportunidades de trabajar en algo tan innovador».
Sobre el proceso de creación, Peter Sohn resaltó: “Fue un proceso largo. La película promedio de Pixar toma unos cinco años, esta llevó siete. Hay un par que han tardado entre siete y ocho años, así que no estamos fuera de lo común. Pero al mismo tiempo siento que la mitad del trayecto estuvo más conectado con el viaje habitual que la otra mitad, una parte nueva, y eso fue probablemente lo más difícil. A lo cual Ream agregó: “En este momento puedo decir que fue una de las películas de Pixar más difíciles de hacer, pero seguramente venga alguna después que pueda asumir también esa etiqueta. Espero que se pueda amoldar a esta suerte de canon de que la gente sienta el corazón, la pasión de la historia, y que pueda conectar, compartiéndola con sus familias o amigos. Todas estas películas son intimidantes, porque están las que te precedieron, y querés hacerles justicia. No decir que lo que hiciste es mejor, pero sí que sea digna de compartir ese espacio».