Paula Bistagnino / Especial para El Ciudadano
Esther Díaz aparece en la alfombra roja del Festival de Cine de Mar del Plata y son muchos los que se preguntan quién es esa actriz. Pero también son muchos las que se acercan a saludarla: a punto de cumplir 80 años, la doctora en Filosofía, docente, escritora y feminista punk se divierte y dice que es una pequeña revancha.
“A mí esta sociedad machista de mierda me había jubilado ya: la universidad me dio de baja por vieja, la filosofía nunca me consideró demasiado por mujer y mi libertad de escribir y decir estaba limitada por el temor a la mirada de la academia”, dice quien se dedicó a estudiar los cánones de sexualidad y el placer en la cultura patriarcal durante años.
Tiene una obra que suma 25 libros sobre filosofía, pero recién ahora salió a hablar de sí misma: primero en el documental Mujer Nómade (Martín Farina, 2018), una película que se presentó en la edición del año pasado del Festival ya este año Esther estuvo como invitada.
Mujer Nómade habla sobre su vida íntima que hizo un ex alumno suyo y en la que tiene escenas de sexo, y la autobiografía posterior Filósofa punk (Ariel, 2019), donde relata una vida en la que hubo excesos, abusos, infidelidades y muchas batallas contra los mandatos. Díaz habla con El Ciudadano.
—¿Podrías haber hecho este libro o esta película hace 20 o 30 años?
—No, de ninguna manera. No hubiesen tenido esta bienvenida. Hubieran sido marginales. Imaginate que yo tenía mi libro de relatos eróticos, pero que aun siendo ficción ni siquiera me había animado a publicarlos mientras era profesora de la UBA. Recién cuando me jubilé los publiqué. La sorpresa fue que después de eso me respetaron más en las reuniones de Consejo Superior. Un montón que antes ni me miraban, empezaron a saludarme. Pero todavía no podía salir a contar con quién me gusta coger. Ahora te lo digo: me gustan los pendejos. Bueno, tengo casi 80 y me gustan los tipos de 40, como el que me consiguieron para el documental.
—¿Por qué no escuchamos a mujeres de 70 u 80 hablando de sexo?
—Vivimos en una sociedad antiviejos en general, en la que creen que los de 70 u 80 ya no nos calentamos. Y a eso sumale lo machista: a nosotras nos jubilan a los 40. Somos deseables desde jovencitas y hasta los 40. Qué casualidad que justo en edad fértil. El capitalismo nos ha metido en el inconsciente eso y muchas veces escucho a mujeres de cuarenta y pico que dicen: “Para mí el sexo ya está”. Pero yo sigo calentándome. Una cosa son las hormonas y otra el deseo: podemos tener deseo hasta morirnos. Y si no hay con quien, hay juguetes sexuales. Así que a masturbarse, locas. Mastúrbense, chicas.
—El año pasado presentaste la película y fuiste invitada al Primer Foro de Cine y Perspectiva de Género del Festival. Ahora volviste. ¿Cómo vivís este lugar como referente?
—Yo me dediqué 50 años a la filosofía pero no recibí ni un caramelo de reconocimiento. Y fue recién cuando filmé una película que se me abrió un mundo nuevo para mí, este mundo maravilloso del cine. Porque además yo acá no me persigo. Yo acá soy yo. Y eso no me pasa en la filosofía, donde estoy mucho más limitada. Así que estoy fascinada: cuando gané el Premio Cóndor sentí que tocaba el cielo porque no me había preparado para eso. Y además me llegó cuando me habían pasado cosas que eran como el fin, como la muerte de mis hijos. Por eso digo que fue como un renacer.
—Aunque no hablaras de sexo, siempre fuiste punk. Tus alumnos recuerdan que ibas a dar clases vestida de cuero negro y tachas
—Claro, yo nunca fui una profesora. En la universidad los alumnos me veían entrar y ya se daban cuenta. Imaginate así vestida en 1983, cuando llegué a tener una cátedra del Ciclo Básico Común de la UBA con 120 mil alumnos, 120 docentes a cargo y llegué a dar 10 teóricos por semana, el mismo teórico, aunque no estaba obligada. Pero a mí me fascinaba. Por eso cuando me jubilaron fue terrible. Seguí investigando y escribiendo en casa, pero igual. Y encima después de la película me llamaron para darme un premio a la tercera edad y no lo acepté. ¿Me echaron por vieja y ahora me quieren premiar por vieja? No, gracias. No se los acepté.
—¿Qué batallas tuviste que dar por fuera de la academia?
—Todas. Por ser mujer sufrí violencia machista, sufrí la mirada por ser una mujer divorciada, por no cumplir con ser la madre que se esperaba que sea, por ser mala esposa, por desear a los hombres más jóvenes. Por no cumplir los mandatos. Todas batallamos con eso. E infinitas batallas más, cotidianas porque todos los días se combate al patriarcado.
—Una de las batallas fue para poder estudiar, porque tu mamá no quería
—Es que el mandato era no estudiar. Y por eso, porque yo quería estudiar, me quise meter a monja de clausura, porque en mi imaginario las monjas estudiaban. Enseguida me di cuenta de que no, de que no sabían nada. Y ahí me fui.
—¿En qué te sentís punk hoy?
—En no ser como esperan que sea. Antes, como profesora del CBC, ahora por cómo me visto, por lo que digo. Por lo que pienso, porque estoy a favor del aborto legal, por supuesto. Porque estoy a favor de los derechos de las mujeres. Estoy a favor de decidir sobre nuestro cuerpo, que es algo que yo siempre profesé e hice. Pero estoy a favor de la libertad y los derechos sobre nuestra vida y nuestro cuerpo y por lo tanto también sobre la muerte. Yo quiero la eutanasia. ¿Cómo es posible que no seamos libres de decidir cómo morir?
—¿La academia sigue siendo igual de machista?
—Claro, hasta que no tengamos lugares de poder no va a haber equidad. Lo que hicimos hasta ahora fue visibilizarnos pero no nos empoderamos. Y no es solo la academia: yo soy peronista, pero la foto del peronismo en Tucumán –en el acto de asunción de Juan Manzur–, es un bochorno total. O sea: no hay equidad todavía. Necesitamos la equidad. Vamos por la equidad.