“Ni sueñen con que voy a dejar la política. No me voy a ‘comer’ que el 22 por ciento de votos que saqué va a ser mi retiro”. Tranquilo, como quien se sometió a una terapia breve de psicoanálisis, Agustín Rossi les confesó a su familia y a sus amigos cercanos que está dispuesto a seguida dando batalla. Y no sólo en su mandato de diputado nacional, que tiene una duración de dos años más, sino como dirigente con aspiraciones en la provincia de Santa Fe.
Desde el 24 de julio no habla con los medios. Se recluyó en su esposa e hijos y en algún dirigente muy cercano que él considera parte de su familia. Hace horas, en una reunión con los que más trabajaron en su campaña, comentó que el mismo domingo de la derrota se convenció de que tenía que cuidar su cabeza. “Lo que hice fue preservarme y propiciar una suerte de control de daños”, confesó en una mesa de café a los suyos con media sonrisa. ¿Tristeza? Mucha. Duele haber llegado detrás de un negador de la militancia y de la pasión por la política clásica como Miguel del Sel. Habrá que acostumbrarse porque eso es lo que viene. Rossi está seguro de que lo del ex Midachi no es un fenómeno pasajero. Vino para quedarse. “En dos años va a encabezar la lista del PRO para diputados. Macri lo necesita juntando votos con miras al 2015. Hay que saberlo y templar el espíritu. Yo estoy bien de ánimo para volver a la pelea”, animó a sus partidarios.
En una tenida con los jóvenes K tomó él, como quien apura el trago amargo, la iniciativa de explicar, según su visión, los motivos de la estruendosa derrota. El mayor peso del fracaso se lo carga sobre sus hombros. Algunos podrán decir que es una obviedad híper realista o de Perogrullo. “Perdió él. Basta mirar los números para gobernador y para diputados”, lanza un presidente de comuna peronista con sarcasmo. “Pero en esta nación tan acostumbrada a ver los demonios en los ojos y las manos ajenas, su actitud debe ser vista como un nuevo gesto de lealtad a los Kirchner que mucho oficialista desconoce”, le confiesa una legisladora del FPV a este cronista, relatando el encuentro de Rossi con los militantes.
Para el Chivo la elección fue idéntica a la de 2009. La mayoría se dividió entre un frente más liberal conformado por el socialismo y la UCR, otro más conservador que antes fue representado por Carlos Reutemann y ahora por Miguel Del Sel, y la minoría para él mismo que hace dos años le dio la banca de diputado. Hoy, un poco más del 20 por ciento de los votos. “Nosotros somos los bichos raros”, dijo riéndose con más convicción. El rossismo cree que Macri impactó decisivamente en la provincia de Santa Fe. “Mauricio impugnó con su elección la unidad del peronismo y les explicó a los que iban a votar acá el 24 de julio que podían dividirse y darle más utilidad al voto opositor. En 15 días, Del Sel creció 15 puntos”, explica el diputado peronista. Y les muestra a sus interlocutores las encuestas que el propio Bonfatti manejaba apoyando esa tesis.
“¿Y el efecto Reutemann?”, se atrevió a preguntarle una militante de no más de 20 años. “El Lole no hizo olas hasta que vio el resultado de la Capital”, analizó Rossi. El legislador del FPV es más duro: “Reutemann sólo es reutemista. Cuando olió con esa nariz privilegiada que tiene que la cosa venía para el PRO, defendió lo que más ama, que es su imagen, y saltó al barco amarillo de Macri. De paso nos mandó el Exocet con sus declaraciones al borde de la veda”. Allí se huele sensación de traición anunciada o, incluso, de desprecio contenido.
“Por eso, sépanlo, jamás me vuelvo a presentar a una interna”. La frase heló la mesa de los seguidores de Agustín. Cuenta uno de los asistentes que el silencio fue demasiado prolongado como para que no se rompiera con una pregunta. Pero nadie lo hizo. Si alguno creyó que eso era una renuncia a las aspiraciones por la Casa Gris, falló de medio a medio. El diputado Rossi quiere volver a ser candidato a gobernador de Santa Fe. Es un hecho. Pero hoy tiene pensado que en iguales circunstancias debería ir por fuera del PJ.
Su análisis se basa en que su partido no le aportó los votos de la primaria local. Cree que la dirigencia trabajó a media máquina, a reglamento. Si no, deduce, no se explica por qué de los 24 puntos de porcentaje de votos que tenían Rafael Bielsa y Omar Perotti él sólo cosechó 5 por ciento el 24 de julio. Le cuesta ver que su imagen tan unida física e intelectualmente a la de Néstor y Cristina Kirchner más su voz tan dogmática defendiendo el proyecto oficialista sea refractaria aun dentro de los compañeros peronistas. “De todas formas, en el partido no va a pasar nada. Nadie se va a ir ni va haber descabezamientos”, confiesa.
No le convence el argumento del espectacular triunfo de María Eugenia Bielsa en la categoría de diputados. A ella la respeta y la reconoce. “Está en su mejor momento”, dijo. La ve jugando un papel importante (y personal) en los próximos años junto con Omar Perotti y los jóvenes K encabezados por Marcos Cleri. Y entonces, ¿por qué ella sacó casi 200.000 votos más que él? “Por méritos propios, porque es una gran candidata y porque es muy importante recordar que compitió contra Raúl Lamberto y Norberto Nicotra”.
Presidenta, banca, futuro inmediato
“El monopolio del kirchnerismo ya no lo tengo más en Santa Fe”, le advirtió Rossi a los suyos. De eso tomó nota cuando conversó con la presidenta la noche anterior al encuentro de Cristina con María Eugenia Bielsa y Omar Perotti. El afecto personal entre ambos está y es siempre ostensible cuando charlan. Pero la lógica del poder político (y del poder a secas, en cualquier ámbito de la vida) indica que el que gana brilla y el que pierde, queda en penumbras. El kirchnerismo es un especial buen cultor de las famas y los ostracismos. Es cierto que en el acto de cierre de campaña de la fórmula Kirchner-Boudou, Agustín recibió a su ingreso un aplauso cerrado de los asistentes, incluidos ministros y secretarios. Pero la presidenta no le prodigó ni fotos ni elogios en público. Apenas, en privado, lo animó a que siguiera trabajando al frente del bloque. Hasta el 10 de diciembre, claro. “Luego, se verá…”.
“No voy a retirarme. Voy a seguir construyendo para defender nuestras ideas y nuestro modelo”, le prometió Rossi, a solas, a Cristina Fernández de Kirchner. Ella, en medio del ajetreo por la elección de hoy, tomó nota.