Lic en Trabajo Social Enzo Damián Rosli (Rufino)
Colegio de Profesionales de Trabajo Social de 2da Circunscripción.
Desde el comienzo de la vida escolar de un niño los diferentes referentes familiares en algún momento le dijeron la frase “estudia para ser alguien” como una forma de alentar a continuar con el derecho a la educación y la formación de un futuro profesional. Pero como trabajadores sociales debemos marcar una gran falencia de esta frase, dado que el estudiar no te hace ser “alguien” porque uno nace siendo alguien y mucho más cuando se te otorga una identidad. Ahora bien, podrás decir hasta acá, que tiene que ver el programa Progresar con todo esto, y la respuesta es sencilla, se nos vende como una política universal que solo está focalizada en las y los estudiantes nativos de las grandes ciudades donde se encuentran las Universidades y la oferta académica es amplia y variada, donde se nos inculca una jerarquización de profesionales y valor del mérito se vuelve moneda corriente.
Si analizamos el programa, debemos decir que desde su inicio por allá en el año 2014 fue una política pública innovadora, dado que comienza a notarse una inclinación política por la parte joven de la Nación, que hasta el momento estaba desaparecida de la agenda pública y los medios de comunicación, marcando la mirada del mercado que está siempre visibilizado por el consumo frenético en toda su expresión, por la violencia, el consumo de sustancia y todo lo que esté relacionado a la inseguridad e ilegalidad.
Frente a esta mirada social y con nuevos paradigmas donde se reconoce al otro como un sujeto de derecho, que comience a tener vigencia y fuerza una política pública para adolescentes y jóvenes que continúan con un derecho básico, como el de la educación, el Progresar viene a romper, en forma discursiva, la mirada del joven ni-ni. Desde esta mirada, dicho programa proporciona un apoyo económico para las y los trabajadores de oficios, capacitadores y futuros profesionales del país. Es aquí, donde la mirada el trabajo social comienza a marcarme nuevos pensamientos sobre el programa, dado que debemos pensar que rige desde todo el territorio nacional, donde a realidad de cada provincia, región, localidad y comuna es distintas, donde existen varias experiencias que dan cuenta de que la mirada tecno burocráticas de quienes diseñan, planifican y ejecutan dichas políticas, nos demuestra que la universalidad de los derechos no es equitativa. Es decir, que cuando uno piensa en una política pública de tal magnitud, debe considerar que hay un gran desfasaje desde quienes residimos en el interior del país y los ciudadanos de las grandes urbes.
Si analizamos la primera diferencia que debemos tener en cuenta es que para él o la estudiante del interior, es comenzar una nueva aventura, un gran cambio en su vida y para su centro de vida, dado que se encuentra al termino del secundario con el desafío de dejar atrás su cotidianeidad educativa, sus afectos, vínculos y todo eso que normalizo, para ir a una gran ciudad donde se encuentras con el desafío de superar las nuevas formas educativas de las universidades, donde la educación puede o no ser gratuita. Es acá donde se remarcan que comienza la distinción de los hijos de esa masa trabajadora, que debe contar con un determinado presupuesto para cumplir el deseo de su hijo de continuar con sus estudios, dado que no en todas las ciudades se encuentra lo que uno quiere estudiar y eso requiere de otro presupuesto, o comienza la gran travesía de viajar todos los días para cursar, sin mencionar que no todo lo que uno desea estudiar es gratuito. Acá el Progresar comienza a jugar un rol importante, porque mudarse a una ciudad implica para el hijo/a de un trabajador grande sacrificios para llegar al sueño de aquel inmigrante cuando llegó a la Argentina de tener un hijo profesional, generando así una independencia económica y sobre todo un ascenso en el status social. Pero no siempre se llega, por más ayuda que brinde el Estado, porque aquellos que debemos movilizarnos tenemos varios gastos, que el monto de un programa no cubre en su totalidad, acá es cuando el sistema nos hace saber esa diferencia, a los del interior con los residentes de las grandes ciudades, sin contar con las diferencias emocionales por las cuales atravesamos cuando dejamos todo aquello que conocíamos, para enfrentarnos a ese gigante llamado universidad, que cada día nos demuestra más que hay un gran bache entre ese pase de la secundaria a los estudios superiores.
Si pensamos en la historia de la fundación de la universidad, debemos reconocer que es una lucha conquistada por la masa de los trabajadores, que buscaban que sus hijos/as fueran “alguien” a través de un título, las largas y extensas jornadas laborales tendrían gran significado y recompensa, cuando ese hijo/a llegaba a su casa de barrio con el título de “Abogada/o” o “doctor/a”. Pero también la historia nos demuestra, que tenemos las mejores universidades del mundo, pero de nada sirve si no está acompañado de políticas económicas que sigan la accesibilidad de todos al derecho de la educación.
En la actualidad, el contexto de pandemia, nos permite ver que nuestra educación es gratuita y obligatoria en algunos niveles, pero es excluyente, porque el acceso a la educación depende según la institución educativa a la que asistas, el acceso a internet o tecnología que posee, pero, sobre todo, de la contención del grupo familiar, porque no se puede aprender por sí solo. Es acá donde volvemos a retomar el valor de la presencialidad, donde el rol docente, que tan cuestionado esta, se vuelve necesario, dado que en ingreso de la tecnología al aula no era la respuesta mágica para la revolución educativa que tanto se espera. Entiendo también, que quedo por fuera el acceso a la educación superior y/o universitaria por parte de las políticas públicas del gobierno de turno, quien brinda acceso a la educación a través de tecnología, por el contexto, a través de aumentos en los ingresos económicos, es decir, solo para niños/as el estado está presente por la obligación de garantizar dicho derecho, es por ello que brinda Tablet para las asignaciones universal por hijo (AUH), pero no para quienes son beneficiarios del progresa. Es decir, que, al momento de ser adolescente o joven, el provenir de continuar la educación debe ser tarea de uno, dado que el Estado vuelve a mirar para otro lado, dejando el mismo monto económico, negando el acceso a la tecnología, dejando a la deriva aquellos estudiantes del interior, de pueblo, en el extraño mundo de la gran urbe, que debieron sobrevivir con los ingresos de sus padres, familiares o amigos, y eso no siempre alcanza, porque en en contexto de ASPO/DISPO muchos dejaron sus carreras y sueños por omisión de un Estado que supo y sabe valorar la inversión en tecnología para quienes van a desarrollarse profesionalmente en un lapso de tiempo.
Tomando las últimas reformas que se hicieron en el Progresar se puede denotar aún más que el foco de una política universal, es solo una linda carta de presentación, porque se amplía el monto para las carreras estratégicas, y se le da un monto más elevado a las madres solteras, que desde nuestro rol como profesionales comprendemos que es necesario, pero a su vez, debemos interpelarnos sobre qué pasa con esos jóvenes que no son padres, los cuales tiene el mismo derecho a ser beneficiarios de un monto económico alto para sobrellevar los gastos que implica ser estudiante hoy en día, porque la educación es gratuita pero el alquiler, transporte, impuestos, fotocopias y demás es un sacrificio que se debe pagar para llegar a cumplir la meta.
Desde este punto de vista descripto, debemos como trabajadores sociales movernos de ser ese brazo instrumentador del Estado, para marcar la cancha sobre los conocimientos de nuestra disciplina, comentar a quienes son los gestantes de estas políticas que existe algo que se llama territorialidad, que tenemos como profesionales el acceso a la población a las cuales deben estar orientadas las mismas, donde somos quienes estamos a la par de la necesidades diarias de quienes tienen vulnerados derechos, accediendo a la vivienda de quienes tienen más de un derecho vulnerado por acción u omisión del Estado, pero sobre todo, conocemos la importancia que tiene el acceso a la educación en nuestra sociedad, porque cada vez, que tenemos la mínima posibilidad de realizar nuestra actuación profesional con algún o alguna adolescente o joven, lo primero que preguntamos es sobre la escuela, esa institución a nivel mundial que por derecho estamos obligados a pasar, que nos ordena, estructura, nos contiene y se vuelve parte importante de nuestra vida, que a su vez para la inserción del sistema es clave, o eso, nos hacen comprender, aceptar y reproducir, sin pensar en que cada vez son más los que quedan o dejamos fueras del sistema. Pensando como Trabajadores Sociales debemos tener la obligación de poner la voz, sobre estas políticas focalizadas, donde se piensa desde las grandes ciudades y es llevada para todo el territorio nacional sin comprender las dinámicas culturales de cada territorio de nuestro extenso país. Es donde cobra importancia nuestro saber, debiendo dejar esa mirada de traer recetas mágicas, para poner en palabras y acciones modificaciones que sean acorde a la comunidad en cuestión.
Considero como profesional que debemos ser parte de esta formación, donde se nos tome en cuenta a la hora de sentarse a planificar sobre la realidad tan cambiante en la que vivimos, donde un programa como el Progresar sea realmente una herramienta trasformadora y de alcance para todos, que no sea selectivo y trata de marcar jerarquías en profesiones como ingeniería en lo más alto y por debajo lo demás, porque si realmente importara la educación, se debe invertir y asegurar que los/las estudiantes de los profesorados reciban el mayor apoyo y contención del estado para poder culminar sus estudios, porque sin educación no existe la cultura, como así, sin docente no existe educación, aunque para muchos es una profesión sin sentido, es acá donde como Trabajadores Sociales, debemos acompañar estos procesos trasformadores, ya que al igual que el docente, educamos desde cada lugar que conquistamos laboralmente, acompañamos todo tipo de proceso, pero a su vez, también estamos marcado por la disciplina que nos exige cada vez más, a luchar por reivindicar nuestro rol dentro de la comunidad, nuestra disciplinariedad y la importancia de los aportes del saber que trae consigo mismo, pidiendo que plasmemos en puño y letra que somos una profesión, que a pesar de sus comienzos, hoy es necesaria más que nunca.
Para finalizar, me quedo con preguntas que me disparan a pensar que no todo está dicho, que es real el proceso de cambio que dio este último tiempo en base a la educación de los/las adolescentes y jóvenes, pero que sigue siendo marcado por el mercado y eso genera la invisibilidad de esta población en la agenda pública, tal vez, debemos considerar que este sector debe estar potenciado para lograr mantener un proyecto de país, una cultura donde la educación sea pilar fundamental para cada niño, niña, mujer y hombre argentino, para que ese derecho básico sea realmente garantizado por un Estado. Reflexiono a su vez sobre que aquella obra teatral “M`hijo el dotor” escrita en 1903 por el uruguayo Florencio Sánchez, ya que seguimos reproduciendo están tan detestable frase “Estudia para ser alguien” cuando en realidad, debemos estudiar por placer, por deseo y por vocación que uno siente, porque, en definitiva, es solo un título que se encuentra muy lindo adornando una pared, de padres orgullosos de ver el fruto de su esfuerzo, quitando merito a quien se ganó el oficio o la profesión, y el recurso humano que gana una Nación. Exijamos como ciudadanos y como profesionales del Trabajo Social, que este programa sea revindicado y modificado para no generar disputa entre trabajadores, sino para que cada argentino tenga la posibilidad de ser lo que realmente quiere ser.