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Eureka: un encuentro entre la ciencia y Derechos Humanos como bandera

Estudiantes secundarios de La Plata participaron del cuarto encuentro del ciclo organizado por el Conicet y el Banco Nacional de Datos Genéticos. Se realizó en la ex Comisaría 5ta. platense, actual espacio para la Memoria y centro clandestino de detención durante la última dictadura

Luego de los encuentros realizados en Caba, Tucumán y Bariloche, se realizó el cuarto encuentro del ciclo “Eureka ¡Re! preguntas a la Ciencia” donde estudiantes secundarios de La Plata entrevistaron en la ex Comisaría 5ta., centro clandestino de detención durante la última dictadura (actual Espacio de Memoria), al ex director y vicepresidente de Asuntos Tecnológicos del Conicet y actual presidente de InnovaT, Miguel Ángel Laborde, quien fuera detenido en el centro clandestino de detención, y al director del Espacio de Memoria, Leonardo Fossati, nacido en ese centro clandestino.

Laborde recorre los viejos calabozos de la ex Comisaría 5ta., de La Plata, en la actualidad convertida en Espacio de Memoria.

En esos calabozos, la última dictadura cívico militar lo mantuvo detenido durante casi 3 meses, desde el 11 de febrero al 28 de abril de 1977. Camina con las manos cruzadas detrás de la espalda, y entre ellas lleva una caricatura suya que, minutos antes, le hizo y regaló una alumna de la Escuela Secundaria Nro. 2 de la ciudad, conocida popularmente como La Legión.

“La llevo así para que no se me arrugue”, confía, y atesora el papel. La joven y el veterano científico, confluyeron en ese espacio que guarda registro intacto de las atrocidades de las que fue escenario gracias a esta iniciativa de intercambio.
Unos pasos detrás de Laborde, camina Leonardo Fossati, director del espacio.

El 12 de marzo de 1977, sobre la mesada de la cocina contigua al calabozo de las mujeres, su mamá biológica, Inés Beatriz Ortega, lo parió en condiciones inhumanas con la ayuda de sus compañeras de celda y la supervisión del médico policial Jorge Antonio Bergés.

Entre las que la asistieron durante el parto estaba Adriana Calvo, la esposa de Laborde y referente histórica de la lucha por los Derechos Humanos, que desde hacía 7 meses llevaba en su vientre a su propia hija por nacer: Teresa. Desde el calabozo de los hombres, ubicado al fondo del predio de Diagonal 74 casi 65, Laborde escuchó el primer llanto de Fossati.

Tal como ocurrió aquella vez de 1977 y también en 2011, cuando Laborde declaró en el juicio por el robo de bebés durante la dictadura –causa por la cual ambos debieron recorrer la Comisaría 5ta., que aún funcionaba como tal–, los caminos de ambos volvieron a cruzarse en el marco de la iniciativa impulsada por el Conicet y el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) orientada a vincular la ciencia con los DDHH y generar, a la vez, vocaciones científicas en los/as más jóvenes.

Antes de la recorrida por el lugar, se desarrolló una charla con los más de 30 estudiantes de 5to. y 6to. año bajo el formato de una conferencia de prensa que fue moderada por el coordinador del área educativa del Conicet-Cenpat Alejandro Cannizzaro y contó entre los y las asistentes con la presidenta del Conicet Ana Franchi y la titular del BNDG Mariana Herrera.

Un día antes, Cannizzaro había visitado la escuela junto a Martina Laborde, hija del ex titular del Conicet, y Marcos Sourrouille, becario del Conicet y miembro del programa Ciencia e Identidad del Conicet-Cenpat, para acercar detalles de la propuesta y trabajar con los y las chicos/as los posibles tópicos de abordaje. Así, surgieron numerosas preguntas sobre la historia de vida de los dos personajes, sus sensaciones al volver a transitar por el lugar, y cómo era la vida allí, además de consultas sobre sus análisis respecto de las posturas negacionistas que han vuelto a aparecer en la agenda pública.

“Mi historia tiene mucho que ver con Miguel y con los compañeros y compañeras que estuvieron cautivos, secuestrados, en este lugar. La búsqueda que se pudo construir no hubiera sido posible de no haber sido por los testimonios que brindaron quienes pudieron sobrevivir a este infierno y luego buscaron a las familias para contarles que sus familiares estaban acá”, contó Fossati.

Y agregó: “Todo lo que yo sé, lo sé porque alguien dio testimonio. Mi mamá me llamó Leonardo, que era el segundo nombre de mi papá, Rubén Leonardo, y tenían pensado ponerme así si yo nacía varón. Mi abuelo paterno se llamaba Leonardo Fossati, como yo, y lo conocía a Miguel de la facultad. Cuando me roban de este lugar y me cambian la identidad, las Abuelas de Plaza de Mayo me empiezan a buscar gracias a esos testimonios”,

El actual titular del Espacio de Memoria, que fue criado por una familia de civiles que lo anotó como hijo biológico a partir de un supuesto parto domiciliario, contó a los/as jóvenes cómo fue su proceso desde la infancia, primero, para darse cuenta de que no era hijo biológico de las personas con las que se crio y, después, para entender que podía ser hijo de desaparecidos:

“Me acerqué a las Abuelas en 2004 porque no tenía más puertas donde tocar y porque entendía que había nacido en el rango de búsqueda de ellas. No tenía expectativas de que pudiera ser una historia como las que buscaban, porque a mí me habían contado que una partera me entregó luego de que una familia me había abandonado en su casa. Finalmente, en agosto de 2005 pude conocer la verdad a partir de la investigación que hicieron las Abuelas y del análisis genéticos del BNDG”.

A Laborde se lo llevó una patota a bordo de un Falcón verde el 4 de febrero de 1977. Fue luego de volver de la comisaría de ese barrio platense a la que había ido a denunciar “inocentemente” el secuestro de su esposa: “Adriana estaba embarazada de 7 meses. Nosotros ya teníamos dos hijos, Martina de 3 y Santiago de 1 año. Ese día me fui a trabajar y me avisaron que se la habían llevado”.

“Nuestra actividad política solamente era haber fundado una asociación de docentes e investigadores de las facultades de Ciencias Exactas y Ciencias Naturales, junto a otros muchos docentes. Por suerte, ese día ella estaba solamente con mi hijo, porque la más grande estaba con los abuelos en Temperley, y dos vecinos alcanzaron a agarrarlo y se lo llevaron a su casa diciendo que era su nieto, para evitar que lo secuestraran a él también. A mí primero me llevaron al Pozo de Arana.

El 11 o 12 de febrero, cuando se dieron cuenta de que no éramos lo que pensaban que éramos nos mandaron a la Comisaría 5ta., que era una especie de depósito transitorio para luego ver qué hacían con los detenidos que estábamos acá, si nos dejaban en libertad o nos desaparecían”.

Allí estuvo hacinado en una celda junto a otros 30 hombres. En una celda contigua, donde había otros 10, estaban el papá de Leonardo y Jorge Bonafini, el hijo de la histórica Madre de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini. “A veces, cuando nos abrían para tirar un poco de Gamexan, charlaba un rato con ellos”.

Ambos protagonistas involuntarios de la etapa más dolorosa que atravesó el país destacaron que a nivel personal pudieron recomponer sus vidas y se consideraron “afortunados”, dentro de las desgracias que les tocó transitar.
“Ahora tenemos la obligación moral de seguir contando lo que ocurrió aquí por los que no están, y por los nietos que aún no aparecen”, resaltó Laborde.

Consultados por las posturas negacionistas que han vuelto a aparecer en la sociedad, ambos coincidieron en que “no son nuevas y quieren instalar que no fueron crímenes de lesa humanidad, sino ‘excesos’. Aquí hubo un genocidio”.
Según explicó Fossati, “el objetivo número uno de este espacio es generar conciencia. La toma de conciencia es la mejor garantía que podemos tener para que esto no vuelva a ocurrir. Cuando alguien toma conciencia de lo que sucedió, nadie podrá confundirlo diciendo que fueron ‘excesos’. Comunicar y trabajar la memoria es la respuesta más efectiva para que esto no vuelva a suceder”.

Sobre el cierre de la actividad, Franchi expresó que “recordar siempre es doloroso, pero, como decimos las y los químicos, también sirve para metabolizar”.

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