El poblamiento de América es el eje de un interesante e incesante debate desde hace décadas, y aún hoy las preguntas sobre cuándo y dónde se establecieron con certeza los primeros grupos humanos permanecen abiertas. Las hipótesis son varias: el modelo conocido como teoría Clovis postula que los asentamientos iniciales tuvieron lugar hace alrededor de 13 mil años con la cultura Clovis en América del Norte; otro modelo, que es el que actualmente reúne mayor evidencia, propone que el ingreso a América fue 18.500 años atrás.
Pero la llegada a América del Sur se dio muchos miles de años después; y una tercera vertiente, que cuenta con varios sitios arqueológicos que la refrendan, ubica la llegada de los primeros humanos a Sudamérica hace más de 18 mil años.
Esta última tendencia acaba de cobrar mayor fuerza gracias a un estudio genético realizado por un equipo de investigación del Instituto Multidisciplinario de Biología Celular (IMBICE, Conicet-UNLP-CICPBA) y publicado en la prestigiosa revista científica Plos One.
Un diagrama de relaciones de parentesco que conforma un árbol filogenético
Basado en la tesis doctoral de Paula Paz Sepúlveda, primera autora de la publicación, el estudio construye un árbol filogenético, es decir un diagrama de relaciones de parentesco, tomando como base las secuencias completas del cromosoma Y –material genético que define exclusivamente al género masculino– de 13 individuos de los que, por estudios anteriores, se sabía que portaban marcas bien típicas de linajes nativos americanos.
Esa secuenciación se contrastó con cerca de 100 muestras de bases de datos de secuencias provenientes de distintas partes del mundo y pertenecientes al Haplogrupo Q, una serie de alelos presentes en una región determinada del cromosoma Y que representa a linajes ancestrales del continente.
“Las 13 muestras argentinas que utilizamos fueron recolectadas previamente por el doctor Claudio Bravi, investigador del Conicet en nuestro instituto, en personas con ancestros aborígenes que voluntariamente participaron de distintos proyectos sobre la historia de las poblaciones urbanas del interior del país”, comenta Graciela Bailliet, investigadora del Conicet en el IMBICE y una de las autoras del trabajo.
“Las secuencias que presentaban eran de interés para nuestro estudio porque pertenecían a los sub-haplogrupos Q-M848 y Q-Z780, marcas genéticas bien específicas de linajes nativos americanos, el primero en alta frecuencia y el segundo en baja frecuencia en las poblaciones actuales.
También, una de las muestras era particularmente interesante porque pertenecía al linaje Q-F4674 que no se identificaba como nativo, pero lo vimos presente y nos llamó la atención para estudiarlo más en profundidad”, añade Paz Sepúlveda.
“Los estudios de filogenia, es decir la historia evolutiva de una especie, realizados a partir de la secuencia completa de material genético son relativamente nuevos”, cuenta Marina Muzzio, investigadora del Conicet en el IMBICE y también autora del trabajo.
“Recién en la última década se volvieron más accesibles los costos de las plataformas de secuenciación y los grupos de investigación comenzaron a utilizarlas. En ese sentido, particularmente las secuencias de cromosoma Y nativas americanas son pocas, y nuestro árbol filogenético es lo más robusto que hay en cuanto a cantidad de información”, agrega.
Una historia de interacción entre los ancestros argentinos que, en algunos casos, todavía no están en los libros de Historia
El aporte principal del trabajo es que, gracias a la nueva información que aportan las secuencias completas, logra ubicar temporalmente el ingreso de las primeras poblaciones humanas a Sudamérica antes de los 18 mil años y, además, arroja información sobre cómo fueron las conexiones que se dieron entre los primeros grupos de habitantes.
“Surgen interacciones interesantes de ver, como por ejemplo linajes característicos del Nordeste de nuestro país que están relacionados con muestras de los Andes peruanos y de la región Andina de Bolivia con más de 12 mil años de antigüedad. Esto permite cuidar una historia de interacción entre nuestros ancestros, presentando nuevos datos que, en algunos casos, todavía no están en los libros de Historia”, destaca Paz Sepúlveda.
Otro aporte interesante del estudio es la evidencia que arroja sobre el impacto que pudo haber tenido en las primeras poblaciones americanas el periodo de cambio climático abrupto conocido como Younger Dryas, o Dryas reciente, hace aproximadamente 12.800 años, que fue más estudiado en el hemisferio Norte pero que también cuenta con evidencias arqueológicas que sugieren que en el hemisferio sur provocó la extinción y disminución de la megafauna a gran escala, y la disminución y reorganización de las poblaciones humanas”, comenta Paz Sepúlveda.
En esa línea, el equipo analizó de qué manera la evidencia genética podía dar cuenta del impacto de ese cambio climático en las poblaciones humanas de la época, y observó la forma sorprendente en que “los tiempos de divergencia de prácticamente todos los sublinajes de Q-M848 caen dentro del período de tiempo del Younger Dryas, sugiriendo que este evento pudo haber actuado como fuerza impulsora de su expansión y diversificación.
Por otro lado, podría haber causado una baja de los linajes Q-Z780 y Q-F4674, y estos podrían ser parte de linajes mucho más antiguos que estuvieron cerca de la extinción pero lograron sobrevivir y conservarse entre los linajes nativos americanos modernos, aunque en baja frecuencia”, subraya para finalizar.
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