La creciente mediatización de la vida política habilitó la proliferación de nuevos saberes a la vez que inaugura grandes incógnitas. Si es mejor hablar o callar, cómo mejorar las habilidades gestuales en tiempos de pantallas múltiples, cómo gestionar las redes sociales, cuánto tipo de presencia/ausencia en los medios beneficia o perjudica, qué decir y cuándo, son algunas de las preocupaciones que quitan el sueño a cualquier candidato.
En ese sentido, la reciente IX Cumbre de Comunicación Política realizada en Buenos Aires del 8 al 10 de junio dejó sabor a poco.
Los 230 conferencistas provenientes de más de 25 países, consultores, funcionarios, académicos y periodistas que hablaron del rol de la nuevas tecnologías, redes sociales, marketing, discursos políticos, comunicación gestual, crisis de gobierno, campañas, mediciones, planificación, preparación de debates televisivos, no alcanzaron a explicar el desinterés ciudadano, ni la dificultad para acercar a los jóvenes a los espacios políticos, ni la incertidumbre que genera la distorsión y la ruptura de los antiguos parámetros de construcción política y ciudadana (debilitamientos de los partidos políticos, desinterés por la comunicación de los planes de gobierno y las políticas públicas, avance de los personajes mediáticos por sobre la trayectoria y la experiencia, entre otros problemas actuales).
Esta cumbre de expertos que comenzó siendo “un encuentro informal para responder a las ganas que todos teníamos de confrontar nuestro trabajo”, según los dichos del diputado provincial bonaerense y titular del Comité Internacional de la Cumbre, Daniel Ivoskus, durante la presentación en Rosario de la Cumbre, tuvo sus ediciones precedentes en Ecuador, México, Colombia, República Dominicana y Perú. Y esto se notaba en los pasillos de la Universidad Católica Argentina ubicada en el coqueto Puerto Madero, donde tuvo lugar el encuentro. El rígido negro elegido por el 90% de los participantes para sus vestimentas no lograba igualar los múltiples acentos y giros lingüísticos propios de los estilos de español que se usa en América latina.
Más claro resultó otro de los lemas expresados por Ivoskus: “La cumbre busca profesionalizar la política y con ello la misma democracia”. Este argumento puede resultar muy bueno para justificar la tarea de la consultoría política, aunque no se ve tan bien desde la óptica del ciudadano común, ya que en realidad todo el debate giró en torno a los modos para hacer previsible el excéntrico temperamento de la siempre esquiva “opinión pública”.
El mismo Juan Manuel Abal Medina, otrora poderoso jefe de Gabinete de ministros, reconoció la dificultad para responder a un joven del auditorio que desembozadamente afirmó que “las políticas públicas no le interesan a nadie”. “Es que las nuevas tecnologías no permiten demasiado contenido”, se lamentó. “En 140 caracteres no se puede poner mucho. Pero eso requiere que nos esforcemos y trabajemos bien, poniendo mucha cabeza para que en 140 caracteres aparezca alguna idea. Si no hay ninguna idea no es sólo problema de la tecnología sino también de uno”.
Mario Riorda, académico, docente, politólogo, consultor y estratega de campañas políticas en Argentina y el Cono Sur, fue más allá al señalar que “esta cumbre de comunicación política está despolitizada”, para luego abundar: “Hay gente que piensa que hay que venir y sonreír a las cámaras, hablar de temas decorativos, cuando la comunicación política es política por sobre todas las cosas, ideologizada, que luego podrá adquirir ribetes más duros, más explícitos o implícitos, independientemente de las emociones como motor persuasivo. Más allá de la cuestión estética, siempre hay de fondo una necesidad de dar respuesta a demandas políticas”, lo cual arrancó tibios aplausos de un sector junto con algunos abucheos en el fondo.
Luego de advertir que “esto puede servir en un contexto electoral pero implica un riesgo al momento de gobernar, cuando hay expectativas y demandas de por medio”, el consultor se dedicó a promocionar un documental que lo tiene como protagonista, sobre los espacios (cada vez más similares) donde se desenvuelve la política en América latina.
También dijo presente Juan Manuel Urtubey, el gobernador salteño, quien habló de la reforma política que se viene, e hizo una calurosa defensa del sistema de boleta única electrónica implementado en su provincia, destacando como signo positivo que se trata “sólo de una impresora, no hay ningún enanito metido ahí adentro”, lo cual eliminaría, según él, toda posibilidad de fraude electoral.
La cantidad de conferencias simultáneas, todas de media hora, desarrolladas en cinco salones distintos, hacía imposible poder escuchar a la mayoría de los disertantes, muchos de los cuales se dedicaron a presentar casos reales que valía la pena conocer, como los peruanos Henry Rafael y Dimas Concha analizando la apretada victoria de Pedro Pablo Kuczynski sobre Keiko Fujimori; el experto Máximo Reina explicando cómo preparar a los candidatos antes de los debates televisivos, y al chileno Claudio Elortegui analizando lo que se da en llamar “crowdsourcing político”, o las nuevas formas que habilitan las redes sociales para la participación ciudadana.
La conclusión obligada de tanto esfuerzo es que en tiempos hiperconectados la “profesionalización de la política” llegó para quedarse. Ningún candidato quiere exponerse a los medios sin estar debidamente preparado, habilitando la aparición de los verdaderos protagonistas de la rueda política, los consultores, la mayoría de las veces escondidos detrás de pesados cortinados.
Lo cual no es bueno ni malo en sí mismo, pero hay que tener presente que en estos nuevos escenarios se corren los mismos riesgos que en el montaje de cualquier superproducción televisiva o cinematográfica: exagerar el maquillaje, que los personajes se olviden del libreto delante el auditorio, o se caiga el decorado en el momento del beso final.