«Vivir en la tierra de Barbie es ser un ser perfecto en un lugar perfecto. A menos que tengas una crisis existencial total», se promociona desde Warner Bros Pictures esta producción protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling, dirigida por Greta Gerwig, que dio a conocer esta semana un nuevo avance del film que estrena en Latinoamérica el 20 de julio y el 21 a nivel internacional.
Si bien los detalles de la historia aún no han sido revelados, la breve sinopsis que se conoce resume que «la muñeca Barbie es expulsada de Barbieland por no ser lo suficientemente perfecta y se embarca en una aventura en el mundo real», un argumento que parece adaptarse al signo de estos tiempos. Pero desde hace años que el mundo de las artes visuales se ha ocupado de abordar los ejes problemáticos de esta icónica muñeca infantil de larga melena rubia, piel de porcelana y cintura de avispa.
La Barbie porno, bien podría titularse si fuese un producto para la venta, la protagonista de uno de los primeros films de la cineasta Albertina Carri, un melodrama no apto para menores enteramente filmado con muñecas: Barbie también puede eStar triste (del año 2001) ofrece veinte minutos de sexo explícito, humor mordaz y una inquietante cuota de melancolía.
«Quería subvertir el sentido de la mirada sobre los cánones de belleza y las obligaciones en los modos de vida que nos imponían a las mujeres. Por eso es una narración melodramática con puesta en escena pornográfica, los dos géneros –las novelas y el porno–, que fueron utilizados para sentar las bases de las formas del placer y la dominación del heteropatriarcado», explica Albertina Carri, al recordar el motor de aquella obra.
En este «melodrama porno animado», la protagonista Barbie, se pasa los días llorando porque su marido, Ken –un hombre violento y golpeador–, la engaña en la oficina con su secretaria. Dentro de su mansión, la frágil y melancólica Barbie sucumbirá a los encantos de su mucama, Teresa, una Barbie paraguaya y bisexual. A su vez, Teresa convive de manera poliamorosa con su marido, el carnicero Keno y con una trans que encarna el personaje de «Trabie».
«Tal vez –reflexiona la cineasta– en aquel momento todavía me costaba comprender que ese era un sistema económico. Pero tenía muy claro que eran todas (el melodrama, la pornografía y el imaginario de la muñeca rubia, flaca, blanca y profesional) formas de dominación».
«La muñeca representa una forma de vida que es muy excluyente. El juego es exponer a lo real a la muñeca perfecta», resalta Carri.
«Bienvenido al palacio patriarcal de la pintura, aquí hay 2.300 obras de varones y 21 obras de mujeres», se lee en una de las pancartas que sostiene la siempre sonriente muñeca en su cuenta de Twitter @BarbieReports.
Vestida de gala, con atuendos confeccionados a mano, la Barbie Activista de Arte lleva su mensaje por diferentes espacios artísticos de Londres, para alertar sobre la desigualdad de género.
«Barbie es tan amada como problemática. Cuando piensas en ella te encuentras con ideas contradictorias en tu cabeza. A menudo se la considera un instrumento de opresión femenina, se la critica por ser un estereotipo de la belleza femenina y por sus proporciones irreales e imposibles. La uso por estas mismas razones, subvirtiendo esto», asegura Sarah Williamson, especializada en pedagogía e investigación basadas en las artes.
«Barbie es un icono cultural con la personalidad de una celebridad internacional y decidí que podía recrearla como una intrépida activista feminista, desplegada para ser lúdica y creativamente disruptiva. ArtActivistBarbie (AAB) es una fuerza política que busca ser una influencia positiva», desgrana esta profesora universitaria.
«Tenemos una gran diversidad cultural en Bolivia y la representamos a través de nuestra pasión como lo es la de coleccionar muñecas Barbie: a través de ella difundimos nuestras tradiciones, mostrando una faceta distinta y diferente a la que se conoce de las muñecas, cambiando los tacones por zapatos planos, reemplazando los vestidos cortos por enaguas, polleras, mantas y sombreros, cambiando su cabello rubio y largo por oscuro con trenzas y así caracterizamos a una cholita en Bolivia, para mostrar con orgullo lo que somos», relata la coleccionista Yesenia Pérez Acebey.
Integrante y administradora del Club Oficial de Coleccionistas Barbie Bolivia, Pérez Acebey cuenta que desde la agrupación difunden además «el gran talento de artesanos bolivianos que realizan trabajos de ensueño a escala Barbie: prendas de vestir, accesorios en miniatura, joyas, muebles, comidas, platos andinos, de los valles, tropicales y comida callejera.
«Si bien Barbie nació con el fin de empoderar a sus dueñas y ha sido descrita como un agente de opresión de las mujeres por proyectar un físico sexualizado e imposible de conseguir, eso cambió totalmente –asegura la coleccionista– ya que Mattel lanzo su línea de Barbies fashionistas, una colección diversa e inclusiva donde se ven diferentes looks, variedad de tonos de piel, colores de ojos, colores y tipos de peinados, tipos de cuerpo e incluso discapacidades, para que refleje la diversidad de aquellos que jueguen con la muñeca», expresa.
Cada año se comercializan en el mundo 53 millones de ejemplares de la famosa muñeca que nació en 1959 cuando su creadora, Ruth Handler, quiso crear un juguete para inspirar a su hija a pensar que las niñas que «podían ser lo que quisieran», un slogan que parecieran recuperar, desde distintas perspectivas, el arte, esa disciplina que tal como dice la escritora Jeanette Winterson «nos pide que pensemos de otra manera, que veamos de otra manera, que escuchemos de otra manera y, finalmente, que actuemos de otra manera».