Rodolfo Pablo Treber
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
Como consecuencia nefasta de las crisis económicas cíclicas, propias del proceso acumulativo del capitalismo liberal que gobierna en nuestra región, nos hemos acostumbrado a debatir sólo las urgencias, sin levantar la vista ni por un instante para tener una mirada estratégica sobre el país que estamos dejando a nuestros hijos y nietos.
La destrucción de la Argentina industrial, y la capacidad técnica de sus puestos de trabajo hace que la gravedad de los temas coyunturales vaya en aumento, ocultando, tapando las definiciones de fondo que periódicamente se toman para seguir en este camino tan dañino.
Hoy, sin ir más lejos, sumado a la acción contra la pandemia se encuentran en el centro del debate mediático los intentos desestabilizadores de los sectores más rancios del neoliberalismo, encarnados en Horacio Rodríguez Larreta, la renegociación de la exorbitante deuda externa contraída por Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, en Nación y provincia respectivamente, junto con los juicos y denuncias entre políticos por diferentes causas. Pero al mismo tiempo, y en segundo o tercer plano, se están tomando decisiones que afectarán y/o condicionarán, por décadas, al desarrollo de nuestro país.
En este sentido, la primera semana de este mes, el gobierno nacional presentó el nuevo “Régimen de Fomento de Inversiones para las Exportaciones” que consiste en exenciones impositivas, y facilidades en el giro de divisas para aquellas empresas que realicen inversiones destinadas a incrementar las exportaciones. El plan está dirigido a los sectores agroindustriales, al hidrocarburífero y minero y a las industrias manufactureras. Como en distintos momentos de estos últimos 40 años, el gobierno de turno vuelve a poner el foco en el aumento de exportaciones como única solución a la escasez de dólares.
Vale aclarar que, aunque este diagnóstico es ampliamente aceptado, resulta incompleto y, por lo tanto, ineficaz su solución. Concentrarse sólo en alentar el crecimiento de las exportaciones y mantener calmo, o deprimido, el consumo interno no ayuda a resolver el problema; muy por el contrario sirve a mantener las fallas estructurales del sistema. Aunque es cierto que de esa manera se puede obtener mayor cantidad de divisas, el efecto que genera en la demanda agregada provoca un aumento mayor en el monto de las importaciones, lo que acentúa el estrangulamiento externo y deja sin solucionar el problema de fondo, que es la falta de trabajo.
Si hacen falta más argumentos, los últimos 30 años de economía de mercado, siguiendo el mismo plan, arrojan datos que hablan por sí solos: en 1990, el monto de exportaciones era de 9.500.000.000 dólares. Para 2019, luego de tres décadas de crecimiento consecutivo, aumentó a 62.000.000.000 dólares. Esto significa un incremento del 650% de las exportaciones frente a una depreciación de la moneda estadounidense del 205%. Sin embargo, en el mismo período, la ocupación formal paso de 64% a 42% de la población económicamente activa. Los resultados a la vista: un gran aumento del ingreso de divisas, y una drástica caída del trabajo.
Por eso el cambio necesario no provendrá, sólo, de repetir el énfasis en exportar más de los productos tradicionales, sino de sustituir por industria nacional aquellos productos que importamos desde el exterior. Respaldada en un fortalecimiento y crecimiento constante del mercado interno, la industrialización por sustitución de importaciones brinda solución respecto a las divisas y el trabajo al mismo tiempo.
Por otro lado, el 30 de abril de 2021 vence la concesión que Hidrovía SA tiene sobre la red troncal fluvial que enlaza los principales puertos de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. A partir de esto, el gobierno cuenta con una inmejorable oportunidad histórica de rescatar la administración portuaria en manos del Estado nacional, sin ruptura de contrato, indemnización, ni litigio legal alguno, y así comenzar un verdadero proceso de reconstrucción industrial con base en la recuperación de nuestra soberanía política.
La decisión, y resolución sobre el tema, es de importancia estratégica, dado que el Estado argentino hace 30 años ha relegado la administración de su comercio exterior al dominio del capital transnacional, que actualmente maneja el 80% del total de operaciones (Cargill, Cofco, Archer Daniels Midland, Bunge y Dreyfus). Sin lugar a dudas, esta situación debilitó paulatinamente la capacidad de tomar decisiones soberanas que modifiquen sustancialmente la realidad de todos los argentinos, y generó una enorme dependencia logística al interés foráneo. Anuló nuestra soberanía política sobre una actividad que, además de la producción agrícola, involucra la seguridad nacional, generación y fuga de divisas, el narcotráfico, la evasión fiscal a gran escala, las maniobras especulativas contra el mercado cambiario y el alimento para millones de personas. Desde ese momento, actores ajenos al interés nacional deciden qué entra y sale del país y, por lo tanto, tienen una influencia directa en la economía interna, precios y trabajo disponible.
Sin embargo, el gobierno parece estar decidido, como indica el vigente decreto 949/2020, a realizar el llamado a licitación internacional para perpetuar el dominio extranjero sobre el dragado y navegación de nuestros ríos. En cambio, como placebo y a modo de contención a una militancia que le exige al gobierno avanzar con la estatización del sector, se promueve la creación de una comisión bicameral “de seguimiento, control de la licitación y del sistema de navegación troncal con jurisdicción en la República Argentina” que “tendrá por objeto el estudio, conocimiento, seguimiento, monitoreo, auditoría y contralor del proceso licitatorio, del sistema de navegación troncal y de las inversiones necesarias”.
Una comisión en el Congreso nacional que corre el riesgo de ser un caso más de impotente intento de regulación desde afuera de la actividad, como lo son el Ente Nacional Regulador de la Electricidad o el Enargas, para mencionar sólo algunos. La importancia estratégica de los ríos internos, la logística y el comercio exterior requieren la presencia del Estado como actor principal para hacer valer el interés nacional. La propia historia nos demuestra que no hay otro camino.
Por eso, más allá de las discusiones mediáticas y la agenda coyuntural, siempre hay decisiones de fondo que consolidan, año tras año, el injusto sistema establecido. Nuestro deber es ponerlas sobre la mesa, dar el debate y todas las explicaciones que sean necesarias para que no nos engañen más.
(*) fundacion@pueblosdelsur.org