A partir de un reel de Magda Piñeyro, una Licenciada en Filosofía uruguaya, activista contra la gordofobia y referente internacional de la temática, es que quiero compartir algunos pensamientos. Si bien en teoría la nota iría en sintonía con este reel que les recomiendo: VER ACÁ pasaron cosas (y acá van).
Mientras escuchaba a Magda hablar de Ozempic y otras yerbas, empecé a pensar: ¿y si pruebo?
Porque te confieso, unas ganas de comprarme ropa barata que me entre, unas ganas de usar esos jeans que ocupan lugar en el ropero hace 15 años, un deseo irrefrenable de hincar el diente en un pancho en la vereda sin la mirada asediante de ese de otro que ni sé cómo se llama. Unas ganas de clavarme ozempic en el cuore y terminar con esta densa sensación de hostigamiento gordofóbico que se multiplica fuertemente cuando el termómetro empieza a escalar.
¿Acaso crees que me gusta que me discriminen porque el índice de masa corporal (IMC) me queda chico, que me rete un médico porque estoy gorda aunque mis análisis están bien, pensás que me gusta recordar la ilusión compulsiva soñando que esta sería la última dieta que haría y al fin sería feliz?
Sí. Es mi falta de voluntad la que hace que distorsione la imagen en el espejo, la que hace que pase días haciendo ayunos y luego me desborde en atracones porque desde que tengo memoria, no ha pasado un día en el que no piense en harinas, dietas, calorías.
¿Creés que no me doy cuenta que temo que mi vínculo enfermizo con la comida afecte la crianza de mi hija y que este trastorno de la conducta alimentaria (TCA) le despierte algún trastorno a ella?
Dale, terminemos con esto, clavame la inyección de la felicidad que va a callar todos esos comentarios que me hicieron mierda, esa cacofonía incesante que dice que mi cuerpo es inmundo, que no vale ni para una caricia amorosa, que no merece nada hasta que lo adapte a los parámetros normales.
Habilitame la pastillita feliz que va a silenciar el repiqueteo constante que tengo en la cabeza: que estoy enferma, que voy a morirme, que soy una vergüenza.
Extirpame la panza, la papada, las entrepiernas gordas, los brazos fofos. Ponele fin a la condena de representar lo que nadie quiere ser: gordo/a
Pero sí, inoculame el cerebro con tu droga, haceme flaca, haceme famosa, entrevistame, pregúntame como hice para curarme. Aplaudime, admirame, llamame para dar una charla Teddy.
Sí, yo vengo a inspirarte. Comprá mi método, te enseño a tu mejor versión. ¿no te querés?, ¿Por qué no te animás? Mirá como brilla ella. Accioná. Aceptarte gorda es abandonarte. Invertí en vos, gastá, no pienses. Dejá de llorar. Lo que te devuelve el espejo es lo sola que estás. Dale, tus pensamientos limitantes no te permiten adelgazar.
En el proceso te quiero calladita, gauchita, simpática y buenita. Sumale permisiva, súmale inteligente y divertida. Y cuando finalmente la flaca se coma a la gorda, vas a permitirte vivir tu vida, sin pedir disculpas por el lugar que ocupas, sin tener que justificar tu existencia.
El negocio de la delgadez es agresivo. No les importa nuestra salud, les importa nuestro consumo. Es fácil sucumbir a la campaña gordofóbica sistemática que entreteje el sistema de opresión en el que estamos insertos.
Ozempic no es simplemente un fármaco, es un símbolo de una sociedad obsesionada con la apariencia física, donde la delgadez y juventud se han convertido en un imperativo social. Es fundamental cuestionar las motivaciones detrás de estas tendencias homogeneizantes de las corporalidades y encontrar alternativas que sean respetuosas de los derechos, de la diversidad corporal, del acceso a alimentos sanos y ricos, de tiempos para moverse y/o entrenar, de la posibilidad de poder descansar, de espacios cuidados y amorosos que alojen de verdad. Asociar salud con delgadez es una falacia que debemos desbaratar.
Vuelvo a recomendarles el posteo de Magda (en realidad les recomiendo que sigan y lean a @magda_pineyro), vuelvo a recomendarnos cuestionarnos y militar por el respeto a la diversidad.
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*Licenciada en Ciencia Política (UNR), militante por la diversidad corporal, anticapacitista, docente de Problemáticas de la Discapacidad, Sociología de la Discapacidad, y de Metodologías en la UGR, trabajadora en la Secretaría de DDHH de la UNR. IG: @romina.sarti