Parecía un cliente más en una jornada cualquiera. Pidió un café con leche, estuvo unos 20 minutos en una mesa mirando el trajín de los mozos. Cuando llegó el momento de irse no encaró a la salida. Decidido, desenfundó un arma y fue a la caja registradora. En un santiamén se alzó con la recaudación y los celulares y billeteras de la clientela. Actuó en todo momento a cara descubierta y al fugar se perdió entre la multitud céntrica.
El blanco del solitario asaltante fue el local Calixto Café y Bistró, de Catamarca al 2100, una cuadra transitada del centro rosarino. Eran las 18 del martes y aún no había anochecido. Las intenciones del falso cliente se develaron tan de repente que no dieron tiempo a nada: “Esperó que quedara menos gente y en el momento menos indicado sacó el arma, fue a la barra y nos robó a todos. A los clientes, a mi socia y a mí”, dijo el dueño del local en declaraciones radiales.
“Fue un robo inesperado y extraño”, buscó adjetivos el comerciante.
El dueño del local, un pintoresco bar con una carta de comidas y pastelería caseras abierto hace ocho años, dijo que el ladrón “parecía uno más”, estaba “vestido normalmente” y “actuó como si nada”. Y conjeturó que el tiempo de espera y el café no fueron más que un ardid para esperar el momento justo de dar el golpe.
Por último, el dueño del café manifestó que no era la primera vez que sufren un asalto: “Ya tuvimos varios robos, algunos violentos, otros no”.
