La Fundación Banco de Santa Fe (FBSF), realizó una jornada en el hotel Savoy de Voluntariado Corporativo y Desarrollo Territorial. El disertante fue Fabio Quetglas, especialista en Gestión de Ciudades y Desarrollo Local. También es investigador y docente de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y habló sobre el desarrollo social en el país, analizando la situación actual en perspectiva histórica. En ese marco destacó que la apertura en cuanto a pautas culturales en el conjunto de la sociedad no tuvo correlato similiar en términos económicos y sociales: según definió, en una arista se avanzó pero en la otra hubo un marcado retroceso.
—¿Cómo ve hoy el mapa social de la Argentina?
—Es un país que vivió una enorme transformación social y compleja. Ahora somos más libres en términos de costumbres. Por ejemplo, no es un escándalo que dos chicos del mismo sexo caminen de la mano por la calle. Hace 20 años sí lo era. La agenda social se amplió. Las ONG´s estaban reducidas a la lucha contra la pobreza. Hoy, hay cuestiones de salud, ambientales y de género que ocupan un lugar central. Pero somos un país más injusto. En 1983 la pobreza era de un dígito, y el desempleo era cerca del 5 por ciento. El ingreso principal de la familia era el trabajo. No existía la estructura de planes sociales que hoy tenemos porque no era necesaria.
—¿En términos de políticas sociales, le falta creatividad a nuestro país?
—Sí. En la década de los ´90 se pasó de tener políticas focalizadas a pequeños subsectores que entendían más la clientela de las ONG. Pero nunca se resolvió el núcleo duro, que es el proceso de tendencia a la exclusión de un porcentaje importante de la población. Y además es uno de los planteos que éstas políticas no están sirviendo. No hay mayor inclusión sino una cronificación de la pobreza.
—¿Son importantes los recursos que brinda el Estado?
—No son importantes los recursos sino lo que se hace con ellos. La exclusión significa que una sociedad dejó de compartir una red normativa, más allá de lo que está escrito. Es decir, que el acuerdo de convivencialidad se rompió. Hoy la sociedad es dual y por lo tanto, violenta. Es una sociedad en la que hay que reconsiderar los conceptos de lo bueno y lo malo.
—¿Cúal es el rol del voluntariado frente a esta realidad?
—En principio es una iniciativa de las empresas para movilizar sus recursos a través de causas que se consideran nobles y aumentan el nivel de impacto social en el territorio. En Argentina está un poco rezagado pero muchas firmas comenzaron a generar un conjunto de dispositivos para los trabajadores con vocación comunitaria. Hay que identificar iniciativas que valgan la pena y estén alineadas con los valores de cada empresa. Es un trabajo que va más allá del compromiso.
—¿En qué iniciativas se viene trabajando?
—El Banco de San Juan apoyó un proyecto de equinoterapia. Es decir, que el banco apoyó a una emprendedora que desplegó su trabajo y logró extender su oferta a más niños y personas enfermas, a un precio más accesible. Otra de las iniciativas fue para chicos con discapacidad y retraso mental, con dos talleres; uno editorial y otro de panificación para insertarse en el mundo laboral. En cada banco hay cuatro o cinco iniciativas porque hay un cupo de dinero disponible.
—¿Qué es lo más rico del Voluntariado?
—Por ejemplo, en un mismo equipo puede haber una persona de 25 años y otra de 60. En el equipo jerárquico hay diferencias, pero en el voluntario son pares. Humaniza la relación entre ellos. El tiempo es la restricción más fuerte y real.