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Fabri, el arquero asesinado mientras jugaba a las bolitas

Familiares, amigos y la comunidad de la escuela Mantovani se movilizaron en pedido de justicia. Piden que la joven que lo ultimó y su novio sean detenidos, ya que se pasean por las calles de Tablada.

Fabricio Fernández tenía dos debilidades: el fútbol y las milanesas con mayonesa. Con 17 años atajaba de la primera del club Sarmiento y soñaba con poder jugar en Newell’s. Jorge, su viejo, lo acompañaba a todos lados y se ocupaba de que no anduviera con malas juntas. Fabri tenía novia y estaba feliz porque le quedaba poco para terminar el secundario. Pero el último sábado a la tarde, mientras jugaba a las bolitas con unos vecinos, se le apareció una mujer. “¿Así que vos sos el que tira tiros?”, le preguntó y luego le gatilló dos plomos. Unas horas después el adolescente murió en el Heca. Por eso en la mañana de ayer sus compañeros de la escuela Juan Mantovani, maestras, vecinos, amigos y familiares se juntaron en la puerta de las oficinas de la Fiscalía de Homicidios Dolosos para exigir que la matadora sea detenida y condenada; para que los padres de Fabri no tengan que cruzarse con ella cuando salen a la vereda, para que en Tablada los chicos puedan soñar y no tengan que vivir escondidos de los dueños de la calle.

Fabri Fernández fue gordito gran parte de su adolescencia; le entraba fuerte al asado y las milanesas. Pero hace un tiempo decidió ponerse las pilas. Con la ayuda de Jorge, su papá, se sometió a una dieta y logró bajar 20 kilos. Él tenía las cosas muy claras y sabía que necesitaba un físico atlético para cumplir con su sueño de jugar en el fútbol grande. El esfuerzo le rindió sus frutos, porque con sólo 17 años llegó a jugar dos partidos con la primera del Sarmiento Fútbol Club, equipo con el que entrenaba cinco noches por semana. “No se comió ningún gol y salió figura. Todos decían que tenía un gran futuro. Siempre fue muy dedicado y en el fútbol esas cosas pesan”, contó Jorge ayer por la mañana, con una mezcla de orgullo y profundo dolor, que lo llevaba a pasar de la risa al llanto de un instante al otro.

A Fabri le estaban muy encima. Su viejo lo levantaba a las 7, lo acompañaba hasta la Mantovani, la escuela de Uriburu al 500 y lo iba a buscar a la salida. No le dejaba mucho margen de error, porque en Tablada parece muy fácil meterse en problemas. El adolescente tenía un buen promedio en el colegio y estaba feliz por haber llegado a 4° año; le faltaba poco para terminar y esperaba ansioso el viaje de estudios. Era medio roba cuna y desde hacía seis meses estaba de novio con Priscila, una chica de 14 años que iba a su misma escuela, en el turno tarde. Los fines de semana que no jugaba con Sarmiento aprovechaban para ir a pescar con su viejo y sus hermanos Gonzalo y Leandro, de 20 y 11 años. “Era amiguero y familiero. Un chico muy piola y dedicado. Yo me ocupaba de que no anduviera mucho en la calle y lo acompañaba a todos lados. Era un pibe bárbaro”, contó Jorge.

Lo confundieron

La suerte de Fabri estuvo condicionada por la lluvia. Su tercera fecha como arquero titular de Sarmiento se suspendió por las inclemencias del tiempo y el adolescente se quedó en su casa, como siempre, junto a su papá.

A la tarde unos amigos lo vinieron a buscar para jugar a las bolitas y Jorge lo dejó salir. “Habían vuelto a jugar a la bolita con varios de los chicos, unos boludos grandotes. Yo estaba lavando su ropa de entrenamiento, porque el día anterior la había embarrado toda y le dije que fuera con los chicos, que no había ningún problema”, contó el padre del muchacho.

En eso estaban, en Garibaldi al 200, intentando embocar la pelotita de vidrio en el hueco, cuando apareció en escena un Renault Sandero color ladrillo. Según los familiares de Fabri, Gonzalo G. iba al volante y su novia Carolina G. estaba sentada en el asiento de al lado. La chica bajó del vehículo y se puso al lado del arquero de Sarmiento. “¿Así que vos sos el que tira tiros?” le dijo Carolina. El adolescente le respondió que no, que él era Fabri y era jugador de fútbol. A ella no le convencieron los argumentos y le disparó dos veces en el pecho. “Yo estaba refregando la ropa y escuché los tiros. Me asomé por la ventana y vi cómo toda la gente que estaba en la calle salía corriendo en diferentes direcciones. Cuando los vecinos se terminaron de dispersar vi al Fabri tirado en la calle”, explicó Jorge.

El papá del muchacho salió corriendo y lo levantó. El arquerito le quería hablar, pero no podía; le salía sangre de la boca. Mientras Jorge intentaba despabilarlo le tocó la espalda y se dio cuenta de que la tenía bañada en sangre.

A Fabri lo cargaron en un patrullero y lo llevaron hasta el Sáenz Peña. Allí lo entubaron y lo derivaron al Heca, donde fue operado. Cuando caía la tarde del sábado Fabricio Nahuel Fernández, arquero, estudiante y pescador de barrio Tablada, falleció.

Vivir junto a los asesinos

Según allegados a la familia de Fabri, Carolina G. y su novio Gonzalo G. viven a dos cuadras de la casa de la víctima. Si bien fueron identificados con nombre y apellido por los testigos del caso, hasta anoche los acusados no habían sido detenidos. Por eso decidieron organizar una protesta en la sede de la Fiscalía de Homicidios Dolosos. Alrededor de las 10 de ayer, familiares, maestros y amigos de Fabri se juntaron para exigir a Miguel Moreno, el investigador a cargo del caso, que los acusados sean detenidos. “Todos sabemos que se equivocaron de pibe, seguro estaban re falopeados. Esta gente anda en drogas y en choreos. Son conocidos en el barrio y es muy fuerte para la familia saber que ni siquiera tienen que esconderse de la Policía, que pueden caminar por la calle como si nada”, señalaron a El Ciudadano allegados a la familia Fernández.

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