La bailarina cubana Alicia Alonso, una figura legendaria de la danza clásica, falleció este jueves a los 98 años en un centro médico de La Habana. Así lo informó el Ballet Nacional de Cuba (BNC) a la agencia de noticias EFE. La bailarina, que aún desarrollaba tareas en el BNC, había sido internada el jueves por la mañana por una baja de presión en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas de La Habana, donde murió al mediodía.
Alonso, nacida en La Habana en 1920, tuvo una de las carreras más largas que se recuerdan en la historia de la danza, en la que combinó con talento y perseverancia interpretación, magisterio, coreografía y la dirección del BNC. Pese a su avanzada edad y a la ceguera casi total que sufrió por largos años, se mantuvo pendiente de los escenarios hasta el último momento a la cabeza de la compañía. De hecho, la autodenominada «prima ballerina assoluta» del BNC seguía dirigiendo formalmente la compañía, aunque desde enero pasado con el apoyo, como subdirectora, de la bailarina Viengsay Valdés.
«Alicia Alonso ha sido una figura emblemática y troncal para el establecimiento y desarrollo de lo que ha sido la Escuela Cubana de Ballet. Generaciones de bailarines, maestros y coreógrafos formados por ella y su esposo Fernando Alonso fallecido también recientemente. Sabemos que la ausencia nos marcará», dijo a El Ciudadano desde Europa Marlen Puello, directora del Cuba Ballet de Rosario. «Sabemos que el relevo está garantizado con la nueva directora ya en funciones Viengsay Valdés. También continúa con su legado su hija Laura Alonso formadora de maestros y bailarines y quien lleva consigo el legado artístico de sus padres», apuntó la bailarina al tiempo que expresó su deseo de que Laura visite la ciudad y sea distinguida por el Concejo Municipal local antes de fin de año. «Ella queda como figura representativa de ese linaje artístico», agregó Puello.
«La primera vez que vi a Alicia Alonso tenía 11 años y participaba en el desfile histórico de inauguración del Festival de Ballet de La Habana. Alicia, en el desfile, revisaba alumno por alumno, nos corregía a todos a pesar de que en los años 80 sus problemas de visión ya eran graves. Temblábamos de admiración y de miedo porque su mirada, contradictoriamente, lo era todo. Yo pálida de miedo no podía ni respirar cuando la tuve delante de mi la primera vez. Me puso la mano en el hombro y me dijo: «La danza no le permite blandenguerias, respire más fuerte»», contó Puello.
«Su exigencia era tremenda», agregó y continúo: «Teniendo en cuenta que nuestro biotipo caribeño no es el más apto para la danza, se forjó una escuela de la disciplina y el esfuerzo donde el lema era que todos podíamos lograrlo si estábamos lo suficientemente convencidos de asumir la exigencia. Y los resultados de ECB hoy están en el mundo; la escuela más joven de ballet y la primera escuela latinoamericana con identidad. Porque si hay algo valioso de este legado de Alícia fue decir: «Los rusos tendrán su escuela, los franceses y los italianos, nosotros tomamos lo mejor de todos y creamos nuestra propia escuela basada en nuestra identidad cultural». La escuela cubana de ballet se caracteriza por un desarrollo impresionante en la técnica de los pirouettes (giros) y los allegros (grandes saltos); su musicalidad y expresividad en la interpretación. El tomar toda la riqueza folclórica no sólo española sino africana y eso llevado y traducido al lenguaje del ballet hacen de la escuela cubana de ballet un producto único».
Una vida dedicada a la danza
Alonso, cuyo nombre real era Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo y había nacido el 21 de diciembre de 1920 en el cuartel Columbia de la capital cubana, fue “prima ballerina” del BNC, uno de los grandes mitos vivientes del ballet latinoamericano y mundial, famosa por sus interpretaciones de Giselle y Carmen y habitual visitante a la Argentina.
En su niñez viajó a España con sus familiares, donde ingresó en el mundo de las danzas locales con influencias gitanas, todo durante la estadía familiar en Andalucía, particularmente en Cádiz y la ciudad de Jerez de la Frontera.
A los 9 años cursó estudios con el maestro ruso Nikolai Yarvorski en la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, donde se presentó en público como integrante del ballet El cascanueces, de Tchaicovsky-Petipa, y en 1937 viajó a Nueva York, donde además de dedicarse a la danza se casó con Fernando Alonso, de quien tomó su apellido artístico y con el que tuvo a su hija Laura.
Alicia entró en la Scholl of American Ballet, donde se formó con los maestros Enrico Zanfretta, Alexandra Fedorova, Anatole Vilzak y Anthony Tudor, y estudió también en Londres con Vera Volkova y en París con Olga Preobrayenskaia.
Con la compañía neoyorquina Ballet Theatre (después American Ballet Theatre o ABT) estuvo en varios períodos entre 1940 y 1959, donde asumió papeles históricos en Undertow (Tudor-Schumann), Theme and Variations y Fall River Legend.
Bronislava Nijinska, hermana de Vaslav Nijinsky, creó para ella el Schumann Concerto y el coreógrafo Enrique Martínez hizo lo propio con el exótico Tropical pas de deux.
Antes había aparecido en los teatros de Broadway en los musicales Great Lady y Stars in Your Eyes, a fines de la década de 1930, además de una gira con el Ballet Caravan, sobre temas del lejano Oeste con obras como Billy the Kid, de Eugene Loring.
Según se dice, su primera aparición como protagonista de Giselle, con Anton Dolin, el 2 de noviembre de 1943, se produjo tras un accidente de la protagonista Alicia Markova, la titular, y en tal sentido en 2013 se celebraron los 70 años del acontecimiento con el Ballet Nacional de Cuba en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, vecino de la famosa plaza de toros homónima que está sobre el Guadalquivir.
Alicia (quien además prestó su nombre para un perfume creado especialmente) atravesó sus últimos años como no vidente, circunstancia que nació a mediados de los años 40, cuando sus dificultades para ver fueron agravándose y determinaron varias operaciones, primero en Nueva York y luego en Barcelona en 1972, más cuando los médicos le recetaron dejar la danza, ella se esmeró en su técnica en su versatilidad creativa para adaptar su enfermedad a estudiar roles y modos de interpretación que la superaran.
En 1948 regresó a La Habana como bailarina invitada de un grupo privado y fundó su propia compañía, el Ballet Alicia Alonso, que a partir de 1959, con en triunfo de la Revolución comenzó a llamarse Ballet Nacional de Cuba y a funcionar en el Gran Teatro de La Habana, un complejo cultural de estilo barroco integrado por varias salas de teatro, inaugurado en 1915.
Luego de varias idas y venidas a principios de los 60, cuando las relaciones políticas entre Cuba y Estados Unidos se tensaron, actuó en escenarios de los dos países y también en Europa, y en plena Guerra Fría fue invitada a bailar en el Kirov de Leningrado (hoy Mariinski, de San Petersburgo) y también en el Bolshói, de Moscú, donde pudo instruir brevemente a un joven Rudolf Nureyev, luego figura mundial.
En una de sus últimas visitas a Buenos Aires, la artista fue condecorada en 2006 en el Salón Gris del Senado de la Nación, en ocasión de presentar en varios ciudades argentinas una versión de Don Quixote, de Minkus-Petipa en versión completa, cuando llegó acompañada por su segundo marido, Pedro Simón, director de la revista Cuba en el Ballet.