El maltrato y el abuso sexual infantil son problemáticas de una sociedad donde la vulnerabilidad y el poder hacen una combinación explosiva, a veces silenciosa. Especialistas de la medicina, el psicoanálisis y la abogacía abrieron una jornada para debatir sobre esta problemática en la Facultad de Ciencias Médicas. Tras las ponencias coincidieron, en diálogo con El Ciudadano, sobre la importancia de crear un protocolo de acción para articular distintos sectores (como educación, medicina, psicología, justicia y fuerzas de seguridad) para tratar cada caso.
Marcela Gorosito es médica pediatra y planteó la importancia de “estar alertas y poder ver las señales que los niños o niñas puedan presentar, sobre todo si estamos ante un caso de infancia temprana, cuando su expresión, su grado de comunicación es mucho menor a la que puede tener un preadolescente”.
La especialista aclaró la diferencia entre juego y abuso sexual. En el juego se habla de participantes de la misma edad, mismo desarrollo y en ausencia de coerción. “Los niños experimentan su sexualidad, su anatomía y es común y natural verlos sintiendo placer al tocar determinadas partes de su cuerpo, y hasta tocándoselas a un par porque, ambos, de la misma edad, están experimentando y no existe un grado de dominación de uno con el otro. En cambio el abuso tiene que ver con ese grado de coerción, de un individuo de mayor edad y de mayor grado de desarrollo”, advirtió.
Por otra parte, la psicóloga Alejandra Casale explicó que, a modo de sugerencia para los padres, “existen dos maneras, desde el psicoanálisis, de prevenir el abuso: una es la consciente, aquello que tenga que ver con indicarle sus derechos sobre su cuerpo, y lo que está bien y lo que está mal. Y desde el orden de los conscientes está el amor, no hacer de ese hijo un objeto. Lamentablemente muchos padres consideran a sus hijos objetos de su propiedad, en vez de darles amor y criarlos como personas autónomas”.
La profesional presentó en la charla el caso de Florencia, una nena que había sido abusada por su padre a los 5 años. “En esta ocasión, esta nena le contó todo a la madre porque simplemente confiaba en ella y sabía que le iba a creer. Un hijo que sabe que puede confiar, que no se lo va a juzgar por su relato y se le va a creer, se acerca sólo a quien lo pueda ayudar. La clave está en esa confianza que parte desde el amor”, dijo.
Precisamente, Gorosito agregó que la mejor prevención (no sólo contra el maltrato y el abuso sexual infantil) tiene que ver con “la crianza del niño o la niña desde el amor, el inculcarle valores y que los mismos adultos se respeten entre ellos, tengan también estos valores sociales. Porque cuando se crece en un ámbito donde la agresión (en cualquiera de su forma) es cosa de todos los días, se la termina naturalizando y, por ende, repitiendo de grandes”.
En la misma línea, por ese amor que tienen los chicos a los grandes, se presentan casos como el “dejarse hacer”. Más allá de que el niño o niña no disfrute de una caricia, un beso o cualquier otra acción inapropiada, se sabe que la mayoría de los casos se registran en el seno familiar debido al “respeto o cariño que tiene el menor ante ese adulto. Por eso se deja hacer. No tiene poder de decisión y permite esa acción inapropiada por miedo a que el adulto no se enoje, por nombrar sólo un ejemplo”, completó Casale.