Familiares de Cristian Enrique, el joven de 22 años que estuvo desaparecido durante 20 días, reconocieron, finalmente el cuerpo del joven en la morgue judicial. La identificación ocurrió el mediodía de este lunes, luego de que el sábado, tras el hallazgo del cuerpo en unos pastizales de la ruta 14, la familia no diese por acreditado de que se tratara de Enrique debido al avanzado estado de descomposición.
El joven había sido chupado minutos antes de las tres de la tarde del martes 23 de octubre. Según contó su mamá a El Ciudadano su hijo estaba dentro de su auto con la novia en la esquina de Las Tacuaritas y El Ceibo, a metros de su casa de Cabín 9. La mujer agregó que tanto la novia de su hijo como vecinos del barrio le contaron que un Chevrolet Corsa blanco sin patente visible se les puso a la par. Adentro había cuatro hombres –afirmó– con chalecos antibalas en los se leía la sigla PDI (Policía de Investigaciones). Le dijeron a Cristian que saliera del auto y él obedeció sin ofrecer resistencia, siguió la madre. Así lo subieron al Chevrolet y se lo llevaron, estuvo desaparecido 20 días, hubo búsquedas infructuosas al mismo tiempo que se abría un mar de hipótesis sobre su ausencia. “Mi hijo no desapareció, a mi hijo se lo llevaron”, sostuvo su madre. El Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Santa Fe había comunicado que ofrecía, como recompensa, un millón de pesos a quien ofreciera datos útiles sobre el paradero.
Un cuerpo a la vera de la ruta
El hallazgo se produjo pasadas las 2 de la madrugada del sábado. Fue posible por un aviso telefónico a la madre de Cristian, con indicación de la zona donde estaba el cuerpo y, en principio, la confirmación de que lo habían matado. El llamado fue en la noche del viernes, pasadas las 21. El rastrillaje de la Policía Federal, la Tropa de Operaciones Especiales y personal de la subcomisaría 6ª (a cargo del tránsito) de la madrugada posterior permitió dar con el cadáver. Estaba en un zanjón, en la banquina oeste de la ruta, entre el kilómetro 6 y 7, en avanzado estado de descomposición. Lo trasladaron al Instituto Médico Legal para la autopsia. Por cómo estaba el cuerpo, en una primera oportunidad los familiares que se acercaron hasta la institución no pudieron identificarlo.
Reconocimiento
Sin embargo, la presunción de que se tratara del joven albañil, a raíz de algunos tatuajes aún visibles, resultó certera. El mediodía de este lunes, en un segundo reconocimiento, la familia del joven acreditó la identidad del cuerpo, según comunicó el área de prensa de la Fiscalía Regional.
El fiscal de Homicidios Luis Schiappa Pietra instruye la causa de homicidio, en colaboración con la flamante Unidad de Gravedad Institucional, que lleva adelante la investigación por la desaparición. Las fuentes agregaron que “hay reserva de actuaciones” en cuanto a medidas judiciales para desentrañar el caso, al que los investigadores catalogan como un “rompecabezas”.
Hipótesis
A lo largo de estos días aparecieron diferentes versiones sobre el móvil de la desaparición de Enrique. Todas tienen un mismo eje: un secuestro extorsivo, delito que es de jurisdicción federal. El fiscal de la Unidad de Gravedad Institucional Matías Edery se refirió en declaraciones a la prensa sobre el trascendido de que el joven habría participado en el secuestro de un comerciante de la comunidad gitana. Edery confirmó que surgió esa versión y agregó que el nombre de Enrique no figura en el expediente federal. Se refería al caso de Colián Miguel, el patriarca de la colectividad gitana que fue secuestrado en el predio de su negocio de compraventa de vehículos en la zona de Arijón y Crespo. Dos autos, varios hombres a cara descubierta y armados, incluso con ametralladora, se lo llevaron en plena tarde el 3 de septiembre pasado después de meterle un culatazo en la cabeza a su hijo y tras recomendarle que juntara el dinero para el rescate: un millón de dólares. Cuatro horas después lo dejaron ir. La familia jura que no se pagó el rescate, pero en los mentideros del hampa se habla de un abono de al menos cien mil dólares.
El 22 de octubre, un megaoperativo de la Justicia federal con auxilio de la Policía de Investigaciones provincial (PDI) dio por desbaratada la banda que secuestró a Miguel. Entre ellos cayó preso Gustavo “Bocha” Figueroa, conocido hombre de una de las bandas de Cabín 9, Los Cuatreros, aunque entre los sospechosos –hay al menos tres prófugos, incluido un veterano y conocido asaltante– también figuran integrantes de Los Stifler, otra gavilla de la zona que históricamente estuvo enfrentada con la anterior.
Al Bocha lo tabulan como alfil de la banda de Los Monos en el narcomenudeo. Pero, además, en forma paralela al operativo de la PDI la Prefectura hizo allanamientos el mismo día en otra causa que tiene al menos un domicilio vinculado con el caso del secuestro. Al día siguiente de los allanamientos, la familia de Cristian Enrique, quien es pariente del Bocha Figueroa, denunció que se lo habían llevado cuatro hombres armados que se movilizaban en un auto blanco y vestían como policías de Cabín 9.
Una primera hipótesis es que Enrique estuvo al volante de la VW Suran que secuestró al comerciante gitano, y que quienes se lo llevaron buscaban conocer dónde está guardado parte del rescate. En la causa federal, aseguran fuentes del caso, no está asentada esta sospecha sobre el muchacho.
Otra hipótesis es que la banda que secuestró al comerciante pudo haber concretado una represalia por razones aún no esclarecidas.