Los choques de cristales y deseos que se produjeron en el primer instante de este nuevo año, son sólo eso: deseos. Es decir: anhelos que forman parte de una realidad virtual que sólo existe en la mente del hombre y que para ser una realidad absoluta, con todas las letras, necesita de más. Sobre todo, necesita de una firme voluntad y una decidida acción. Esto vale para la vida de cada persona y para la vida de los pueblos. Para que los propósitos dejen de ser meras ideas es necesario algo más que la espera mágica y milagrosa. De otro modo, vanos serán los brindis y los deseos hechos de palabras no pasarán de ser meros formalismos, costumbres u oportunas excusas para degustar un buen espumante (si las condiciones financieras lo permiten).
Para los argentinos y buena parte del mundo este bebé 2013 parece traer las mismas mañas, en lo estrictamente social, que el viejo muerto. Al menos así lo reflejan los títulos de muchos medios argentinos de los primeros días, algunos de los cuales reproduzco: “Matan a una mujer y a su hija de 10 años en su casa”; “800.000 argentinos de 45 años no logran reinsertarse laboralmente”; “Scioli reclamó lugares en listas kirchneristas”; “Viveza criolla contra el cepo al dólar en Punta del Este” y, en fin, así sigue una cadena de noticias formada por eslabones de la misma naturaleza. Un amigo me dijo ayer: “Todo es más de lo mismo”. No sé si todo, pero buena parte sigue siendo más de lo mismo. Y no querido.
Todo ello sin contar algunos sentimientos que no cambian y que matan, como el odio, el rencor. Por ejemplo, los deseos de algunos de la muerte de aquél que piensa y acciona de manera distinta. Tal es el caso del archiconocido suceso que entorna al presidente Hugo Chávez, a quien algunos le desean, escandalosamente, la muerte de una vez por todas, sin que falten aquellos, como ese forista que, haciendo alarde de conocimiento metafísico como de intolerancia política, puso, con desgraciada ironía: “K”arma.
La vida interior de las personas y la vida social de los pueblos siempre será la misma si no hay verdadera disposición de ánimo, y, sobre todo, si no existe acción que conlleve al cambio. Tal acción debe estar empujada por la decisión de alcanzar el bien personal, pero sin descuidar el bien común. Esto vale para la pareja, para la familia, para el ámbito laboral y para la vida en sociedad. Una sociedad, por lo menos la nuestra, excesivamente enferma de rencor, confrontación que necesita de manera urgente de la vacuna del encuentro y la verdadera disposición para ello.
De otro modo, el “¡Feliz Año!” será no más que un deseo compuesto por dos vanas palabras, algo muy parecido a ciertos discursos llenos de anhelos y promesas que jamás se cumplen.