Por Majo Gerez (*)
Hace tiempo ya que la lucha feminista en Argentina, también en la región y más allá de sus fronteras, ha dejado de ser un debate entre pocas, restringido a los márgenes de la academia, al fondo del temario de la reunión en las organizaciones, a una reivindicación sectorial, específica y encapsulada. No fue magia, no fue moda y menos aún cortina de humo. Aunque todo eso se nos haya dicho, porque la subestimación y el menosprecio a las mujeres, y a lo que sabemos construir, es moneda corriente en el patriarcado en que vivimos.
Más de 33 años de encuentros nacionales de mujeres, más de 13 años de campaña nacional y federal por el aborto legal, una marea verde de 2 millones de personas, decenas de leyes y derechos conquistados en materia de género y sexualidades, y los paros nacionales e internacionales, entre otros logros, hacen que el feminismo, para bien o para mal, hoy sea parte de cualquier agenda política, pública, mediática, y se cuele en las aulas, las casas y hasta en las camas.
Con todo este acumulado político, y siendo nuestro movimiento uno de los más dinámicos, amplios y heterogéneos en la escena de la protesta social contemporánea, se nos pregunta (y también se nos impugna) qué haremos de cara a las disputas electorales del año porvenir.
Si bien está claro que nuestro movimiento es plural y contiene múltiples expresiones políticas, partidarias e ideológicas, y que nadie puede arrogarse su representación, también es clara la impronta interseccional, antineoliberal y antimacrista de la mayoría de nosotras/es.
Nuestras miradas del mundo resultan irritantes y resistidas porque politizan los rincones más íntimos y capilares de nuestras vidas cotidianas. Pero nuestra revolución no es solamente de entrecasa ni cama adentro.
Somos plenamente conscientes de que para transformar de raíz estas cotidianidades, las apuestas micropolíticas deben ser articuladas con la disputa del poder real y del poder político. Y, claro, resulta aún más irritante y resistido; somos mujeres y disidencias sexuales como vocación de poder.
Para seguir creciendo, acumulando y disputando como movimiento es que asumimos la incomodidad de abandonar toda zona de confort y seguridad ideológica, apostando a hacer política para el 99% de nuestro pueblo. Otra vez la subestimación, incluso de las vecinas, que esperan sigamos luchando desde “el cuarto propio”, aunque haya otras vecinas que mientras tanto no llegan ni al cuarto de chapa.
Estas apuestas, para nosotras, hoy, y de cara al 2019, suponen asumir el desafío de participar de forma protagónica en la construcción de una nueva mayoría social, que pueda sacar a la ceooligarquía del gobierno, devolviėndonos la esperanza de una nueva oleada de experiencias populares de gobierno, en el país y en la región.
Una oleada que llegue más lejos; en materia de poder popular; de democracia real; de transformaciones estructurales en la distribución de la riqueza; en materia de soberanía sobre nuestros cuerpos; de plena vigencia de los derechos humanos, económicos, sociales y culturales, de integración regional, etcétera.
La batalla es enorme y no hay lugar para encararla con pretensión de purismos ideológicos o de ausencia de contradicciones. Al menos así es para nosotras, que aspiramos a que el patriarcado y el capitalismo caigan, pero a que mientras los tumbamos, podamos vivir con acceso a la tierra, al techo, y al trabajo. Y al aborto legal, seguro y gratuito también.
De cara al 2019, creemos que estas tareas y desafíos, en defensa de la democracia que tenemos, y también del gobierno popular que queremos construir, tienen su mejor oportunidad en la posibilidad de que Cristina Fernández de Kirchner vuelva a ser presidenta de lxs argentinxs.
Desde fuera de las experiencias kirchneristas y de los partidos tradicionales, una generación militante nacida al calor del 2001, y forjada principalmente en las luchas de lxs trabajadorxs de la economía popular y de los feminismos, nos decidimos a hacer todo a nuestro alcance.
La unidad que se construya para derrotar al neoliberalismo, debe ser con nosotras, y a la delantera. Porque nuestra vocación, y tarea como generación, también pasa por “feminizar la política”, construyendo poder feminista.
Construir una Nueva Mayoría, que desde el Frente Patria Grande confluya con todos los actores y actrices dispuestxs a un armado patriótico que le diga chau a Macri, que bloquee todo recambio dialoguista que se proponga continuar con su agenda neoliberal, y que devuelva al pueblo argentino la esperanza y la alegría de contar con un gobierno nacional, popular, democrático, y profundamente feminista.
(*) Referenta Nacional de Mala Junta, en Nueva Mayoría-Frente Patria Grande.