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Ferroviarios del Central Argentino. La conformación de un colectivo de trabajadores

En una entrevista con El Ciudadano, la autora expuso los ejes de su investigación histórica, las políticas de la empresa en los talleres donde hoy hay un shopping, las situaciones que llevaron a cambios en esa estrategia y las características de las labores que se hacían allí

“Cuando yo empecé a estudiar a los ferroviarios, me interesé por las huelgas de 1950 y 1951 durante el peronismo. Sin embargo, en las entrevistas a los ferroviarios me di cuenta que hacían referencia a un periodo anterior, a «la época de los ingleses» les llamaban ellos, que tenían admiración por el trabajo y la organización de esos talleres. También, cuando recorrí los talleres Gorton en Pérez, vi que había todavía máquinas del Central Argentino, la empresa británica. Eso me llamó la atención y por eso me puse a estudiar lo que había pasado en los talleres ferroviarios y en la empresa desde principios del siglo XX”, explica Laura Badaloni al introducir su libro Ferroviarios del Central Argentino. La conformación de un colectivo de trabajadores (1902 – 1933), que será presentado este jueves 26 de mayo, a las 18.30, en Amsafé (Catamarca 2330). Se trata de un texto que “reconstruye el tejido de relaciones establecidas entre el personal ocupado en una empresa británica instalada” nuestro país, el Ferrocarril Central Argentino (FCCA). En una entrevista con El Ciudadano, la autora expuso los ejes de su investigación histórica, las políticas de la empresa en los talleres donde hoy hay un shopping, las situaciones que llevaron a cambios en esa estrategia y las características de las labores que se hacían allí.

Nostalgia por el trabajo

Mucho se habla de la “cultura del trabajo” supuestamente perdida en nuestro país y esos lamentos apuntan sus críticas a las nuevas generaciones. Sin embargo, pocos rosarinos saben que el lugar que hoy ocupa un shopping, en otros tiempos fue un gran taller de reparación y mantenimiento de coches y vagones del ferrocarril. Lo que hoy es un lugar de paseo, antes fue un gran taller ferroviario. Desde la década de 1880, el FCCA instaló talleres en lo que en esa época eran los límites de Rosario y fueron durante mucho tiempo un lugar que dio trabajo a miles de personas. Badaloni reconstruyó pacientemente la historia del Ferrocarril Central Argentino y fundamentalmente, de esos verdaderos centros fabriles entre 1902 y 1933, a partir de un minucioso y exhaustivo recorrido por archivos de nuestro país y del extranjero. En esa meticulosa labor, la historiadora descubrió que la empresa se dio una política hacia los trabajadores que reflejó en una revista destinada al personal.

“También estaba la revista de la empresa que estaba redactada para los trabajadores pero que tenía un claro interés empresario. Cuando accedí al archivo del personal, pude notar que había una política del Central Argentino a través de esa revista que salía mensualmente en inglés y en castellano, hacia los trabajadores. En ese medio se mostraba una idea de gran familia ferroviaria en la que no había contradicciones de clase, donde primaba la armonía y donde se mostraba a los gerentes, a los ingenieros jefes mecánicos y a los distintos jefes de departamento a través de fotografías y biografías”, explicó Badaloni y agregó: “Hay un concepto elaborado por Edward Thompson, “teatro de hegemonía”. En este caso se puede utilizar para comprender como la dirección mostraba en el sentido de mostrar públicamente una a la llamada “superioridad” de la compañía de un modo particular. En ese sentido, la empresa presentaba en esa revista a su personal jerárquico tal cual como ellos querían que “desde abajo” los trabajadores los vieran. “Jugando tenis, golf o participando de logias masónicas, ataviados elegantemente. Era una imagen de poder que legitimaba por qué estaban en esos lugares y además también destacaba una supuesta benevolencia patronal desinteresada. La empresa aparecía como preocupada por los obreros y los trabajadores en general. Tratando de crear la idea de que tenían intereses compartidos”, señaló la autora.

Desde su instalación hasta los años 20 y 30, el FCCA montó una estrategia para lograr el disciplinamiento de los trabajadores con mayor racionalidad y eliminación de tiempo perdido al interior de las fábricas. Además de una revista, la empresa construyó el “Barrio inglés” al lado de los Talleres Rosario, también conocido como Batten cottage y Morrison building que alojaba a parte de sus empleados.

“Tuvieron una política de construir de manera selectiva viviendas para los empleados, también tenían otras para alquilarles o también tenían créditos para algunos sectores como los maquinistas. El FCCA tuvo una escuela para hijos e hijas de empleados, una sociedad de Socorros Mutuos, instituciones culturales, clubes como el actualmente llamado Mitre en Pérez (pegados a los Talleres) donde había campos de golf para y diversas instalaciones deportivas para el disfrute del personal asociado- prioritariamente, jerárquico- y para las autoridades de la empresa. Eran lugares de sociabilidad e inclusive espacios donde se podían aprender distintos oficios ferroviarios, en los que el Central Argentino tenía una clara participación”, señaló la historiadora que aclaró que la empresa utilizaba discrecionalmente de acuerdo a las lealtades de los trabajadores porque si éstos entraban en huelga, podían ser expulsados de las casas concedidas o cortarles servicios como el agua como sucedió en las protestas de 1904, 1912 y 1917.

Huelga y cambios

La estrategia que desplegó el FCCA en Rosario no fue constante.

“Esto se va a ir modificando a lo largo de las tres décadas que yo analizo. Y eso se debe a que esas políticas eran respondidas por los trabajadores. Por ejemplo, la empresa montó una mutual con servicios de salud que fue resistida por los trabajadores porque les descontaban parte del sueldo de manera obligatoria. En los conflictos y en la prensa sindical se pedía que se terminara eso. A pesar de que recibían atención médica y remedios con eso. El tema es que el servicio que ellos recibían era malo”, expresó Badaloni.

Al mismo tiempo, en 1917 se produjo una importante huelga que involucró a miles de personas, tuvo el protagonismo de mujeres enfrentando a la policía y recorriendo las calles y convulsionó a la ciudad. En ese marco, la empresa debió revisar y cambió su estrategia hacia los trabajadores.

“La huelga de 1917 fue una cuestión impactante para las autoridades y para las fuerzas represivas. Fue una huelga que se desarrolló en las calles porque la empresa se mantuvo cerrada. Se levantaron vías, se rompen las instalaciones del Central Argentino. Los estudios históricos que hay, como el de Silvana Palermo señalaron la participación de mujeres como protagonistas del conflicto y afirmaron correctamente que muchas de estas mujeres intervinieron en esas protestas en defensa del hogar de la familia ferroviaria, como esposas, hijas, hermanas o parientes de obreros. Incluso la prensa las mostró con palos, muy peligrosas y eso se usó además para justificar la represión posterior. Sobre esto, yo descubrí en los archivos que también había mujeres que trabajaban en el Central Argentino y es muy posible que también participaran de esas manifestaciones en 1917 en calidad de trabajadoras ferroviarias. Algunas eran guardabarreras porque esa tarea que cumplía un varón duraba 20 horas y era compartida con la familia. Cuando éste moría, la empresa en actitudes paternalistas les pasaba el puesto a las viudas”.

Una relación ambigua

En su extensa investigación, Badaloni analizó más de 3.000 fichas de hombres y mujeres que trabajaron en el FCCA, en particular en los talleres de Rosario y Pérez, llamados Gorton. En ese recorrido, la historiadora pudo descubrir la política de la empresa hacia el personal que era controlado en sus habilidades, en sus comportamientos y en la lealtad hacia la firma. Por ejemplo, quienes se unían a huelgas o hacían reclamos llevaban una marca particular.

En esos ficheros también apareció la figura de Mister Crouch, ingeniero jefe mecánico de la compañía a cargo de los Talleres y del personal que conducía las locomotoras: maquinistas y foguistas, de hecho, fue quien coordinó la construcción de los talleres Gorton y el establecimiento del primer servicio eléctrico de trenes suburbanos en la ciudad de Buenos Aires durante 1916.

“Mister Crouch participó en un congreso internacional ferroviario en 1905. Después de eso, él quedó fascinado por cómo estaban organizados los talleres ferroviarios en Estados Unidos. Una de las cuestiones que le gustaron a Mister Crouch fue la organización taylorista del trabajo, el uso de puentes grúas para trasladar a las locomotoras que eran reparadas y el uso de energía eléctrica, por ejemplo. Cuando llegó a Rosario en 1911, trajo consigo todas esas novedades”, señaló Badaloni.

En 1917, en el marco de la huelga de junio a octubre, Crouch fue totalmente repudiado por los trabajadores y los sindicatos. En las memorias de los trabajadores, Crouch quedó señalado como un tirano y “negrero”, explicó la historiadora. Pero, al mismo tiempo cuando tras la huelga la empresa obligó a renunciar a Crouch, se formó una comitiva de maquinistas y otros ferroviarios que lo fue a despedir mostrándole su admiración debido a los “conocimientos” que tenía ese ingeniero.

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