El cineasta argentino Andrés Di Tella estrena este jueves a las 20 por Cine.ar TV y este viernes por Cine.ar Play el documental Ficción privada con el que cierra una trilogía familiar. El material esta basado en la correspondencia entre sus padres y, según advierte, lo siente “como un legado» al que tiene que «hacerle justicia».
“Desde el sólo hecho de que mi padre era un sudamericano blanco y mi madre una hindú de piel negra y se conocieran como estudiantes en Estados Unidos construyendo un tipo de relación que casi no era posible, fueron una vanguardia del siglo XX en algún sentido», sostuvo el documentalista en diálogo con la agencia de noticias Télam.
“Ellos –insistió Di Tella– estuvieron a la vanguardia de esa vida y ese tipo de relación se fue haciendo posible y hoy, aunque las noticias nos instruyen sobre muchísimo racismo, igualmente las cosas un poco se han modificado y tiene que ver con quienes se han jugado la vida por ese tipo de cuestiones. Ése es el gran trasfondo político de este proyecto y el que yo siento como un legado al que tengo que hacerle justicia».
En el film, un actor (Julian Larquier Tellarini) y una actriz (Denise Groesman) leen, durante varios días y noches, la correspondencia entre Torcuato y Kamala, los padres del director de la película. Las cartas atraviesan las décadas del 50 al 70, registran viajes por el mundo, hablan de amor e idealismo, de dolor y sueños rotos.
Con este intercambio llevado al cine el también autor de una docena de títulos, entre los que se cuentan Montoneros, una historia y Macedonio Fernández, ambos de 1995, junto a Prohibido (1997), El país del diablo (2008), Hachazos (2011), ¡Volveremos a las montañas! (2012), Máquina de sueños (2013), El ojo en el cielo (2013) y 327 cuadernos (2015), pone en diálogo a otras dos películas suyas: La televisión y yo (2002) y Fotografías (2007).
“Podría decir que Ficción privada es lo que me quedó en el tintero en esta especie de trilogía que se fue armando sin que hubiera un plan y que ahora culmina», expresó Di Tella. Y respecto de cómo surgió la idea de la película, detalló: «El origen de una película como esta es difícil de rastrear porque es algo muy personal y está en el origen de aquellos otros proyectos que trataban sobre la historia familiar. Primero (en La televisión y yo) Torcuato y su relación conflictiva con su propio padre y las dificultades que tuvo para seguir en las huellas del padre o cortarse solo y buscar su identidad e independencia y es un poco lo que hizo al viajar a la India, casarse con mi mamá y ser un intelectual. Y también en Fotografías, ya que mi mamá Kamala, viniendo de una familia tradicional de un pequeño pueblito de la India, logró en una acción heroica y casi milagrosa romper el destino de una mujer con un matrimonio arreglado y una vida opresiva. Y además participó de experiencias bastante radicales de lo que se llamó la antipsiquiatría e hizo muchas cosas por traspasar los límites aceptados».
El director explicó por qué eligió actores para representar lo que dicen las cartas. «La vida de mis padres fue bastante única pero a la vez es representativa, casi emblemática, del siglo XX, y creo que hubo muchísima gente a partir de la segunda mitad de ese siglo que empezó a romper con los prejuicios, con lo permitido, con las restricciones de su contexto familiar y social, y ellos formaron parte de ese movimiento de individuos. Decidí contar con actores para darles vida a esas cartas para evocar esa juventud a través de que sean jóvenes quiénes las leyeran y pasó algo bastante milagroso y es que los actores se compenetraron de tal modo en las cartas, como que los contagiaron con los sentimientos y pasiones de otro tiempo, que siento que las hicieron revivir. Escuchar a Denise Groesman es como si Kamala estuviera hablando, es un fenómeno asombroso», detalló.
En un momento de la película se dice que «el sentido de las cosas aparece con el paso del tiempo». Respecto del caudal de sentido que retomó el recuerdo de sus padres y de su familia con la realización de la película, el Di Tella evaluó: «Las palabras pierden ese origen documental y empiezan a operar en la imaginación de cada espectador. Pasa con las cartas y con algunas imágenes que se han convertido en imágenes de archivo. Y eso se ha vuelto como un extraño e inesperado material de archivo para mí, como si lo hubiera filmado otro, casi. «El pasado no está muerto, ni siquiera ha pasado», como dijo William Faulkner y es una gran verdad. El pasado está con nosotros».
Acerca del devenir del tiempo mirando el presente y el pasado a través de ese prisma que pueden ser las cartas, el cineasta expresó finalmente: «Las cartas son pedacitos, como esquirlas que quedaron en el campo de batalla de lo que fueron esas vidas, como la famosa metáfora de Hemingway sobre la punta del iceberg y donde lo más importante es lo no visto, lo no dicho. Las cartas son esos fragmentos como si fueran las puntas del iceberg y sus vidas y vivencias son como el gigantesco bloque de hielo que permanece invisible debajo de la superficie y los espectadores tienen que imaginar y completar a través de su propia experiencia, sus propias emociones. En el fondo, las cartas y las vidas son como un vehículo para un viaje emocional que los haga reflexionar. Es más una incitación».