Miles de fieles de distintos puntos del país llegaron este martes, pese al paro general, a San Nicolás para celebrar el 35° aniversario de la aparición de la virgen en esa ciudad que relató la vecina Gladys Quiroga de Motta. Ella fue quien fijó el 25 de septiembre de 1983 como la fecha en que comenzaron las visiones de carácter sobrenatural que, al principio, no pudo identificar. Los primeros fieles arribaron el lunes a la localidad bonaerense en colectivos o autos para esperar la medianoche y celebrar en el santuario que data de fines del siglo XIX.
El paro general dispuesto por la CGT y las dos CTA complicó la llegaba de colectivos hasta la ciudad que creció al compás de la ex Somisa, la estatal Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina creada en 1947. Los religiosos a cargo del santuario confirmaron que la programación se llevaba a cabo con normalidad pese a los inconvenientes. A las 15 fue la procesión con la estatua de la Virgen. Después, la tradicional misa a cargo del obispo de San Nicolás, monseñor Hugo Santiago. La celebración oficial había comenzado antes, a las 17 del lunes, con una misa para los peregrinos que llegaron a pie desde Mendoza. Dos horas después, fue la otra, para los que viajaron del mismo modo desde Buenos Aires.
Gladys Quiroga, el origen
Gladys Quiroga de Motta es madre de dos hijas y tiene 80 años. Vive con su esposo, jubilado de la ex Somisa, en su casa. Es a 50 metros del anterior «campito» y hoy santuario en donde se celebra lo que ella le contó a sus allegados el 25 de septiembre de 1983: que vio y escuchó a una imagen de naturaleza sobrenatural que en ese momento no pudo reconocer. Entonces tenía 45 años. A los tres días, dijo, hubo una segunda aparición. En la tercera, se anima y le pregunta a la imagen qué es lo que quiere. Tiene, como respuesta, la visión de una capilla y el 12 de octubre siguiente le cuenta todo al presbítero Carlos Pérez. La novedad circula, y el obispo de San Nicolás en ese momento, monseñor Antonio Rossi, la recibe en audiencia 48 horas más tarde.
La mujer comenzó a buscar la capilla de su visión. Llegó así a la Catedral de San Nicolás de Bari. En esa edificación de fines del siglo XIX experimentó, dijo, otra revelación: una imagen de la virgen que ya no estaba en la nave central de la iglesia y que encontraron después en un altillo que funcionaba como depósito. Esa era la Santísima Virgen del Rosario que se le había aparecido, les aseguró a todos. La estatua había perdido la mano derecha y el rosario. Gladys Motta dijo que recibió una nueva señal, esta vez sobre el emplazamiento del futuro templo antes reclamado por la virgen. El 27 de noviembre supo que debía ser en «la ribera del Paraná». Días más tarde, por las mismas vías místicas, recibió una orden. La repitió textual: «Acuñar una medalla con mi imagen de la advocación María del Rosario de San Nicolás y en el reverso, la Santísima Trinidad con siete estrellas». Los dichos de la vecina nicoleña corren de boca en boca y de noticia en noticia. Los fieles le creen, las autoridades religiosas le dan crédito. El 25 de agosto de 1985, el municipio de San Nicolás dona a la Iglesia católica los terrenos de «El campito» donde se levantó el templo que, una vez más este martes, fue centro de la fe. El santuario terminó de construirse en 2014, a casi 28 años de colocada la piedra fundamental. Tiene capacidad para unas 9 mil personas paradas.
La imagen religiosa que se venera todos los años tiene ahora nuevas coronas de oro y plata para la virgen y el Niño Jesús que lleva en brazos. El orfebre Juan Carlos Pallarols, el mismo de los bastones presidenciales, las talló a partir de donaciones. Son las segundas que hizo. A las primeras las robaron hace seis años.
La celebración de este martes estuvo a cargo de monseñor Santiago, quien hace dos años reemplazó al obispo Héctor Cardelli, a quien el papa Francisco le aceptó la renuncia cuando llegó al límite de edad –75 años– para seguir a cargo de la diócesis bonaerense. Cardelli honró el lugar. Antes de irse, difundió una carta a sus «hermanos Obispos» en la que avala la veracidad del relato de Gladys Quiroga.
Los coordinadores de la celebración religiosa no quisieron precisar cuántos fieles concurrieron este año. Admitieron que la asistencia fue menor a los entre «200 y 300 mil personas» promedio que se acercan cada 25 de septiembre. «Evidentemente, en esta ocasión se hizo sentir el paro», argumentaron.