Azul y amarillo. Esos fueron los colores que brillaron en la calurosa tarde dominguera en Arroyito, donde el calendario marcó que canallas y leprosos se crucen por la duodécima fecha de la Superliga.
Rosario amaneció distinta a otros días. Hoy cuando cada hincha de Central y de Newell’s se levantó en lo único que pensó fue en el Clásico, en ese partido que cada rosarino quiere jugar pero que sólo unos pocos pueden disfrutar.
A medida que las horas fueron corriendo la adrenalina fue en ascenso. Luego del mediodía las adyacencias del Gigante de Arroyito se fueron colmando minuto a minuto a la espera de la hora del partido.
Puestos de choripanes, puestos de venta de camisetas y banderas y un estricto control policial decoraron la escenografía del exterior de una cancha que explotó con unas 40.000 almas auriazules alentando en esta ocasión a los canallas.
Mientras tanto, miles de almas rojinegras hicieron el aguante en cada rincón de la ciudad apoyando a los del Chocho Llop.
Rosario vivió su fiesta. Esta vez la alegría se quedó en Arroyito. Pero el que ganó, una vez más, fue la ciudad. Sin dudas, la capital del fútbol argentino.
Fotos: Juan José García