Los distintos son así. Aparecen cuando más se lo necesita y cuando el rival menos lo espera. Y Lionel Messi, claro está, es un distinto. Así lo demostró en la importante victoria 2 a 0 de Barcelona ante Real Madrid por la semifinal de ida de la Champions League.
Ante un Santiago Bernabéu repleto y un juego lento y friccionado que favorecía a los locales, la figura de Messi no brillaba ni deslumbraba. Pero los distintos son así, ya se dijo. Por eso, el rosarino capitalizó un centro al corazón del área para anticiparse a su marcador y abrir el marcador a poco menos de quince minutos para el final. Baldazo de agua fría para todo Madrid y la tranquilidad catalana de saber que su as de espadas había dicho presente.
Pero como todo jugador distinto, y Messi lo es, el argentino decidió sellar el marcador con una obra maestra 100% de su autoría. Por eso agarró la pelota en el lugar de la cancha donde más le gusta (mitad de cancha inclinado un poco sobre la derecha) y encaró hacia el arco defendido por Iker Casillas.
Cuatro defensores de Real Madrid lo esperaban para intentar hacer lo inevitable: detenerlo. Messi encaró, dejó en ridículo a Albiol e ingresó al área por la derecha para definir suave y cruzado con la pierna menos hábil.
La pelota superó la línea de Casillas y se dirigió mansa y tranquila para clavarse, como un puñal, en el arco y en cada uno de los corazones madrileños que miraban en silencio, otra maravilla de Messi.
Pero antes hubo un partido y Barcelona dio un gran paso hacia la final. En un escenario de fricción y rispidez, el equipo conducido por Josep Guardiola aprobó un nuevo examen. Los dos equipos se mostraron muy cautelosos, sabedores de que todavía falta un partido de vuelta en el Camp Nou el próximo martes.
Barcelona ganó, básicamente, porque fue paciente, movió mucho la pelota y apretó el acelerador cuando Real Madrid se quedó con diez por la expulsión de Pepe tras una jugada temeraria contra un adversario.
En la primera parte, los locales dejaron jugar a su rival, que tuvo una posesión rotunda de la pelota, a lo largo de un partido muy violento, en el que las patadas y tumultos superaron a los toques.
La dureza y la tensión del encuentro, que ambos equipos habían ya calentado en los últimos días, se plasmaron en seis tarjetas, incluidas las expulsiones del defensor Pepe a los 61, el arquero suplente de Barcelona, José Manuel Pinto en el entretiempo, y el entrenador portugués José Mourinho promediando el complemento.
A la vuelta del descanso, José Mourinho reemplazó a Mesut Özil por Emmanuel Adebayor para que Cristiano Ronaldo tuviera un compañero y un referente de área en el ataque.
Pero la expulsión de Pepe a los 61 complicó al local que lentamente fue arrinconado por Barcelona hasta que se encendió Messi y apagó las ilusiones de los madrileños de visitar Cataluña, el martes próximo, con una ventaja que los acerque a la final del 28 de mayo en Wembley.