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Fiestas populares sin reinas: se pone fin al concepto de mujer como adorno en las ceremonias

La figura de la “reina” y los concursos de belleza con los que culminaban las más de 300 fiestas nacionales fueron eliminados en más de 70 ciudades y carnavales de todo el país desde 2013, en el marco de la creciente problematización de la violencia simbólica en la que se incurre en estos certámenes

La figura de la “reina” y los concursos de belleza con los que culminaban las más de 300 fiestas nacionales y otras cuantas provinciales fueron eliminados en más de 70 ciudades y carnavales de todo el país desde 2013, en el marco de la creciente problematización de la violencia simbólica en la que se incurre al fomentar este tipo de certámenes.

Desde hace no mucho más de cinco décadas, comenzaron en numerosos pueblos y ciudades argentinas las primeras ediciones de sus respectivas fiestas tradicionales, con el objetivo de fomentar el turismo y la economía de cada región.

Los más particulares aromas, sabores, creencias, danzas, música y vestimentas autóctonas convocaron desde entonces a grandes afluencias de turistas en cualquier época del año, para la Fiesta Nacional del Chamamé, en Corrientes, la de la Vendimia, en Mendoza o la de la Cerveza, en Villa General Belgrano, entre otras.

La gran mayoría de estas celebraciones finalizaba con la elección de una “reina”, jóvenes mujeres que eran evaluadas, principalmente, por su aspecto físico y que en muchos casos eran acompañadas de una “reinita” de entre tres y seis años.

Pero desde 2012 se comenzó a sentir con cada vez más fuerza el reclamo encabezado por el movimiento feminista en Argentina, a partir del cual se instaba al Estado en todos sus niveles a dejar de avalar estas instancias en las que “se incurre en violencia simbólica contra las mujeres”.

La mujer y la producción de calamares y langostinos

Las pioneras en este cuestionamiento fueron un grupo de mujeres de Bahía Blanca, pertenecientes a la organización Acciones Feministas.

Considerando la existencia ya de la Ley 26.485, que establece a la violencia simbólica como un tipo de agresión contra la mujer, “era una contradicción que el Estado convocara a cosificar y elegir como si fuese un adorno a una mujer en una fiesta popular, bajo patrones claramente sexistas”, manifestó Verónica Bajo, integrante de Acciones Feministas.

“Me preguntaba qué tenía que ver la mujer con la producción de calamares y langostinos”, contó la activista feminista acerca de los inicios de esta problematización que ellas iniciaron específicamente con la Fiesta Nacional del Calamar y el Langostino, que se celebra cada año en su localidad.

Por su parte, Perla Prigoshin, la directora de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género (Consavig), dependiente del Ministerio de Justicia, expresó que “para que se llegue a matar a una mujer primero se deben instalar determinadas ideas en la subjetividad, la violencia simbólica está en el germen de todas las violencias”.

El problema radica en que, a través de ciertos criterios de selección como la altura, el peso, el color de ojos, tez y pelo, la soltería y la edad, se envía “un mensaje a todas las mujeres”, estableciendo determinados estereotipos que ponen a muchas mujeres en “verdaderas situaciones de riesgo”, en muchos casos traducidos “en desórdenes alimentarios”.

“Nosotras presenciamos situaciones en las que les medían las piernas a las participantes y nos hicieron llegar casos en los que debían dejar bajo declaración jurada sus medidas y luego se cotejaban”, relató Bajo.

Terminar con los concursos por su marcada corrosividad

Desde Acciones Feministas recurrieron entonces a la Consavig, que desde sus inicios trabajaba con violencia simbólica y que desde 2013 impulsó la campaña nacional “Ciudades sin Reinas”, entendiendo que la promoción de estos certámenes condena a muchas mujeres a la “frustración permanente”.

En 2014, Chivilcoy fue la primera ciudad en “dejar el reinado” y recién en 2016 se le sumó Bahía Blanca.

Actualmente son 74 las localidades que eliminaron estos certámenes o los reemplazaron por otras actividades.

Buenos Aires y Río Negro son las provincias con más ciudades adheridas, con 17 y 11 respectivamente, según los datos de la Consavig.

En el conteo no están consideradas sin embargo las ciudades que sólo cambiaron el nombre de “reina” por “embajadora” sin modificar las características evaluadas, ya que en definitiva a lo que se apunta es a la “erradicación de los concursos de belleza”.

Al respecto, la abogada afirmó que “cada vez se entiende más el sentido de terminar con los concursos por lo corrosivos que son”, aunque remarcó que es necesario seguir avanzando por las localidades que aún los mantienen.

No se trata de dejar la tradición y el turismo sino dejar de cosificar

Los argumentos de quienes están en contra apuntan a que esto “siempre fue así” y que ayuda a fomentar el turismo, “como si lo único que pudiese promover el turismo de un pueblo fueran los cuerpos de las mujeres”, cuestionó Prigoshin y afirmó que no se trata de “dejar la tradición ni el turismo, sino dejar de cosificar mujeres”.

En este sentido, la directora nacional de Fiestas Nacionales y Eventos, Fernanda Rodríguez, señaló que “el rol de las mujeres en los festejos no es un tema menor” y aseguró que trabajar por la igualdad de género “tiene un impacto positivo directo sobre la economía por lo que las mujeres representamos como trabajadoras de la industria, y las Fiestas Populares no escapan a esto”.

Además, manifestó que “de ninguna manera afecta o afectará los objetivos turísticos y/o económicos de los festejos; todo lo contrario, nutrirá los mismos haciéndolos cada vez más participativos e igualitarios”.

Por su parte, Gisela Estremedor, coronada como Reina Provincial del Agricultor en General Conesa y luego princesa de la Fiesta Nacional de la Manzana de 1999 en General Roca, señaló que estos concursos no hacen más que reforzar “los estereotipos de mujer y la gordofobia imperante”, entre otros aspectos, ya que “no había ni una mujer que se corriera de la norma”.

“Si bien mi experiencia personal no fue traumática, pensar esto en términos individuales no sirve, sino que es necesario poner en perspectiva que nada tiene que ver con las fiestas tradicionales que un grupo de varones está eligiendo a una mujer por cómo luce”, expresó la rionegrina, quien actualmente reside en Bahía Blanca.

La elección de la Reina del Agricultor fue eliminada a partir de 2020, al igual que la de la Reina de la Manzana a partir de la decisión de la intendenta de General Roca, María Emilia Soria.

“Algunas conquistas parecen menores pero cuando la resistencia es tan grande hay que celebrarla y seguir avanzando”, concluyó la “exreina”.

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