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Filosofía, biología y empresa, una relación que es posible

Una visita al pensamiento del filósofo y neurobiólogo Humberto Maturana, que reflexiona sobra el “ser” y el “hacer”.


“El entendimiento parte de la biología y tiene consecuencias filosóficas”, aseguró el filósofo y neurobiólogo chileno Humberto Maturana, quien visitó el país para ofrecer una serie de charlas en el marco de la Escuela Matríztica que desarrolla su teoría biológica del conocimiento e invita a cambiar la pregunta del ser por la del hacer en relación al autoconocimiento.

A sus 83 años Maturana, profesor emérito de la Universidad de Chile, doctorado en Harvard y varias veces candidato al Nobel de Medicina, pasó unos días en Buenos Aires junto a la especialista en relaciones humanas y de familia Ximena Dávila, con quien abordó su renovada visión sobre gestión empresarial.

La historia de Maturana es peculiar. Considerado una mente genial y referente sociocultural en su país, fue un niño que le escapaba al colegio (comenzó a leer a los 9 años). De adolescente se hacía llamar Sasha Romencín, ya que había decidido usar el apellido de su madre porque vivió poco tiempo con su padre; y luego fue un joven que a los 20 años pensó que moría de tuberculosis y volvió a cambiar su nombre a Irigoitía.

“Me fascinaba la idea de que uno pudiera usar el lenguaje para maldecir o bendecir. Que en la brujería se hiciesen sortilegios y encantamientos con palabras… Que el nombre de Dios fuese secreto o que algunas culturas pensasen que el conocimiento del nombre íntimo de una persona otorga poder sobre ese individuo”, explicó alguna vez Maturana en su país.

Vivió en Inglaterra y Estados Unidos, se casó, tuvo dos hijos y dictó clases en la Universidad de Chile que aún se recuerdan.

Su cátedra sobre la organización de los seres vivos y el origen de la vida era una suerte de obra teatral que llenó el anfiteatro universitario durante años e incluía números con ratones saliendo de huevos de gallina, culebras, pájaros de papel… lo que fuera necesario para dar a conocer teorías, axiomas e hipótesis.

El nombre de Maturana comenzó a sonar fuerte en la comunidad científica internacional a partir de sus pruebas sobre células de órganos sensoriales y del concepto de autopoiesis, que entiende a los seres vivos como sistemas moleculares cerrados que se autor reproducen, es decir, son capaces de crear o eliminar elementos de ese sistema.

El pensador y científico plantea que los seres vivos existen en dos dimensiones, una fisiológica (anatomía y estructura) y otra vincular (con los otros): en la biología se da el vivir y en el espacio relacional, que está definido por las conversaciones, todo lo demás: su historia, espiritualidad, misticismo, lo filosofía, definición política, desempeño social…

¿Cómo se conecta la biología con la filosofía y la sustentabilidad empresarial? “Se trata de pensar y entender cómo operamos, qué reflexionamos, cómo elegimos y por qué nos ocupamos del bienestar de otros. Nosotros sostenemos que el fundamento de todo eso es biológico”, repasa Maturana en diálogo con la agencia Télam.

“En el conversar construimos nuestra realidad con el otro, es nuestro modo de coordinar el hacer y el emocionar”, explica el filósofo y científico, que junto a Dávila dictó en el porteño espacio Al Grupo Humano, un workshop sobre recursos empresariales.

“El entendimiento parte de la biología y tiene consecuencias filosóficas –añade Dávila– y esa transformación resulta en lo que llamamos filosofía fundamental, es decir, ya no nos preguntamos por el ser, si no por qué hacemos lo que hacemos, desde lo biológico”.

“Nacidos en esta cultura, nosotros no reflexionamos sobre la red de conversaciones en la que estamos inmersos. La cultura es como el agua al pez –continúa la estudiosa–, que no tiene conciencia del agua hasta que salta por fuera y la ve, esa acción es el equivalente a lo que hace la matríztica”, grafica Dávila.

Se refiere a reflexionar por fuera de “una cultura centrada en la búsqueda de la verdad absoluta de una realidad. Hay tantas verdades como personas en este mundo –dice–, de ahí la importancia de escuchar y conversar para generar proyectos comunes”.

“Estar abierto a la reflexión quiere decir que también se está, sin darse cuenta, abierto a la colaboración –indica Maturana–; tiene que ver con comprender qué hacemos para notar las cualidades especiales que tenemos en tanto seres humanos, como la reflexión, la capacidad de escoger y el sentido de lo social”.

“Vivimos en una cultura centrada en la dominación, de sometimiento, que es lo que pasa en las organizaciones, en la cosa social jerárquica y el propósito es que desaparezca lo piramidal para que la persona se encuentre desde la colaboración”, continúa Dávila.

“No pasa por dar vuelta la pirámide, sino por el deseo y conciencia absoluta de que lo central son las personas, sociales e inteligentes, creativas e innovadoras todas que si se encuentran en espacios de bienestar y mutuo respeto pueden crear mundos inimaginables”, agrega.

Así, indica Maturana, “uno accede a su capacidad de elección, se va haciendo responsable de lo que hace, de lo que decide mantener o descartar, y cuando somos conscientes de lo que conservamos vivimos la experiencia de libertad creativa”.

“Lo central es que cuando uno se pregunta por los fundamentos de lo que hace, por ejemplo cómo se genera la pobreza o la discriminación, se da cuenta de cómo participa en eso y entonces uno puede escoger, puede cambiar de dirección”, señala el biólogo.

“Hay una ley sistémica de conservación y cambio que dice que cuando distintos elementos comienzan a conservarse se abre un espacio de cambio, en torno a las relaciones. La pregunta sería qué queremos conservar, en la empresa, en el vivir familiar, como ciudadanos”, acota ella.

“Cuando yo digo me gusta el vivir que estoy viviendo me puedo preguntar si yo quiero el querer que quiero, si yo elijo mi querer y podemos encontrarnos a nosotros mismos y con los demás en esa autonomía reflexiva de acción”, concluye.

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