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Fito Páez, armó una noche de rock y grandes amores evocados

El rosarino desembarcó el sábado en el Club Brown para presentar oficialmente en la ciudad “Yo te amo”, su último disco de estudio, hacer un recorrido por grandes momentos de una trayectoria de tres décadas y homenajear al gran Charly García

Con su particular visión sobre los avatares del amor y sus incontrolables vericuetos, claramente reconciliado con la vida y, por lo mismo, con esos amores que muchas veces se vuelven algo esquivos pero que, de todos modos, eligió homenajear, Fito Páez pasó el sábado por la noche por el Club Brown con algunas respuestas acerca de los vínculos amorosos, para desandar las canciones de Yo te amo, su último disco de estudio, y un puñado de otras, imprescindibles, que marcan hitos en una carrera que ya lleva treinta años.
Páez regresó de este modo a su ciudad para mostrar este material, vigésimo primero de su vasto recorrido y su cada vez más prolífica carrera musical, donde estrenó 11 nuevas canciones que dialogan con la temática amorosa, muchas de las cuales apelan a lo autobiográfico, algo que el artista transita con humor y algún dejo de ironía. En este nuevo álbum grabaron junto a Páez Diego Olivero en teclados, Mariano Otero en bajo, Gabriel Carámbula en guitarra eléctrica, Gastón Baremberg en batería y Juan Absatz y Carlos Vandera en coros, algunos de los cuales lo acompañaron el sábado en un Club Brown que se vio colmado de fanáticos.
Apelando a su costado más rockero y vestido de impecable rosa chicle (el resto de los músicos, de riguroso negro), al frente de una banda sólida y dueño absoluto de un show de fuerte impronta pictórica, Fito abrió la velada, puntualmente a las 22, con “Yo te amo”, primer corte del disco en cuestión, para seguir recorriendo ese mismo material, prolijamente, con el bello “Margarita”, dedicado a su hija, un tema de fuerte impronta beatle con el video del caso en el fondo del escenario como pasó con casi todas las canciones de su último trabajo.
Acto seguido llegaría “Perdón”, con una breve introducción respecto de aquellas cosas que sí se pueden perdonar, para abrir una brecha en el show y dejar entrar “La rueda mágica”, del recientemente homenajeado El amor después el amor, disco que sería otro de los grandes puntales del show, aunque se extrañó “Un vestido y un amor”, que se ubica en lo más alto de sus composiciones.
“El jardín donde vuelan los mares”, de Circo Beat, daría paso a la primera mención al inmanente Charly García, a quien Fito recordó y homenajeó a lo largo de toda la velada, para dejar helada a la platea con el durísimo “La canción del Soldado y Rosita Pazos” y su homenaje a los ex combatientes de Malvinas, con el video que él mismo protagonizó y cuya dirección artística estuvo a cargo de una de sus ex parejas, la actriz Romina Ricci.
En una ciudad y frente a un público ante el cual siempre jugará de local, el rosarino apeló al evocativo “Las luces de la gran ciudad”, en el mismo recorrido por Yo te amo, un material quizás algo edulcorado frente al resto de su producción, para luego volver a abrir una brecha y así dejar entrar “Naturaleza sangre” en otro viaje a una década atrás, para seguir por el corte fundante de Abre, “Al lado del camino”, en el mismo sentido retrospectivo, y volver al presente con “Sos más”, tema dedicado a su hijo Martín, que a diferencia de “Margarita” apela a una sonoridad más rockera.
Entre arengas a un público que no terminaba de comprometerse con las canciones ni el pogo, la primera parte del show cerró con el nostálgico “La velocidad del tiempo”, un honesto homenaje a Gustavo Cerati donde Fito remeda el último encuentro entre ambos en la porteña calle Corrientes y también evoca a Luis Alberto Spinetta.
Así, tras una hora exacta de show, luego de un breve intervalo, con un look aún más Glam que el del comienzo, ahora con un tapado de piel blanco, pantalones a cuadros, musculosa y gafas oscuras, Fito volvió al escenario con “El amor después del amor”, intacto después de más de dos décadas, para comenzar un viaje en el tiempo lleno de canciones que, claramente, forman parte del imaginario de un par de generaciones.
De la partida fueron “Creo” y el reciente “Tu Everest”, para dar paso a un gran momento de la noche en el que brillaron “Tumbas de la gloria”, el eternamente bello y clásico “11 y 6” y “El chico de la tapa” (de algún modo, su continuación). Pero Páez fue por más y regaló otro gran pasaje teñido de cierta melancolía, nuevamente homenajeando a Charly, ahora con un solo de piano para interpretar “Desarma y sangra” y recordar que acaba de mezclar en Nueva York un nuevo disco en su homenaje: “Cuando estén perdidos y no sepan qué hacer, recuerden siempre que existe Charly García”, dijo emocionado acerca de uno de los mayores tesoros del rock nacional de todos los tiempos.
Tras cartón, “La rueda mágica”, “Brillante sobre el mic”, “Circo Beat”, “Polaroid de locura ordinaria” y una demoledora, ultra rockera y distorsionada versión de “Ciudad de pobres corazones” que parece haber sido escrita ayer (del disco homónimo, entre los mejores trabajos de su carrera), llegó la invitación al escenario de Coqui De Bernardi para, una vez más, cantar juntos “A rodar mi vida”.
Apenas después, ya con las luces apagadas, volverían a escena (él, con nuevo cambio de vestuario) para cumplir con el ritual de los bises. Así fue el turno de “Dar es dar” y el oportuno “Mariposa Tecknicolor”, en el marco de un show sin estridencias, prolijo y de cuidadísima factura, en el que Fito, conciente de sus altibajos a nivel compositivo pero plantado en su tiempo y en su realidad, confirmó, una vez más, el incuestionable lugar que ocupa en el cenit del rock en castellano.

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