Sergio Arboleya, Télam
Predispuesto a dialogar con su propia historia, a la vez que avalado por un presente prolífico y por una legión de seguidores gozosos de ese aporte a una memoria colectiva, Fito Páez inició este martes por la noche en el estadio porteño Movistar Arena la impactante serie de ocho recitales en torno a los 30 años de El amor después del amor.
El tour que tendrá carácter planetario puso el foco en el más taquillero álbum de la música argentina haciendo apenas retoques a las versiones originales pero sin develar el juego de un repertorio que grabó de nuevo con otros arreglos e invitados diferentes a los de aquella vez.
Pero ya sea por el peso intacto de canciones que burlaron largamente el paso del tiempo como por el hecho de que Páez nunca dejó de visitarlas ni de aprovechar otras efemérides, la fiesta prometida se cumplió con creces.
“Esto es algo lindo que pasó en nuestras vidas que no queremos olvidar, que nada se le caiga encima y hay que defenderlo con uñas y dientes”, bramó a poco más de 20 minutos de iniciado el concierto que se propuso como suerte de aquelarre rockero, de jauja pop.
Casi sin aprovechar el telón/pantalla de fondo -que comenzó siendo de un rojo furioso recortando la silueta en negro de las 10 personas que integran la banda- el artista rosarino mostró su mejor voz y quiso que su música fuera la protagonista desde un tiempo presente.
Tal vez también por ello las dos pantallas laterales tampoco hicieron alarde de una gran apuesta estética sino que regalaron planos cortos, entre íntimos y caseros, del propio anfitrión apenas mechados con otros de sus acompañantes.
Sobre un sonido por momentos demasiado tumultuoso pero siempre energético y después de una seguidilla inicial con “El amor después del amor”, “Dos días en la vida”, “Tráfico por Katmandú” y “Pétalo de sal”, saludó entre pícaro y provocador diciendo: “Qué tal che, qué quilombo se armó. Finalmente las cosas se dieron y me dije vamos a grabarlo de nuevo con otras versiones que tampoco son estas”.
Pero a la multitud poco le importó el carácter dado a la evocación y casi que disfrutó más intensamente que las piezas de aquel amor se siguieran pareciendo a las que fueron.
Apoyado en un elenco poderoso y conocido que integran Diego Olivero en bajo, Gastón Baremberg en batería, Juan Absatz teclados y coros, Juani Agüero y Vandera en guitarras y Mariela “Emme” Vitale en coros, más la cuerda de vientos con Alejo von der Pahlen en saxo alto y barítono, Manu Calvo en trombón y Ervin Stutz en trompeta y flugelhorn, la única invitada de la velada inaugural fue Fabi Cantilo pero su voz resultó casi inaudible en el fragor sonoro propuesto.
De la evocación a las 14 obras de la placa aniversario a la que se visitó siguiendo la nómina original tal como se publicó, en principio descolló la brumosa atmósfera sobre “Sasha, Sissí y el círculo de baba».
“Estábamos con Ceci en San Pablo y Caetano había hecho una versión de «Un vestido y un amor» y te lo cantó mirándote a los ojos y yo me morí de celos. Así que está versión es enteramente para vos. Todo para vos, amor”, le confesó a Roth, ubicada en las primeras filas del estadio.
Y minutos después -tras el éxtasis generado por “Tumbas de la gloria”- en esa amorosa exposición de su vida privada, Páez le espetó a Cantilo “y esta es toda para vos, Fabi” y entonó “Creo”.
Las dedicatorias románticas culminaron media hora más tarde con sendos ramos de flores para ambas “para agradecerles lo bella y hermosa que han hecho mi vida”, según declamó.
Entre los dos momentos de piropos y flores, hubo espacio para otros pasajes destacados en “Detrás del muro de los lamentos” dominada por guitarras acústicas y percusión (“que es una marinera que me enseñó mi amigo Lucho González que es en 6×8 como la chacarera, pero no”, explicó), el encendido de linternas de los celulares en “Brillante sobre el mic” y la siempre exaltada referencia de “A rodar mi vida”.
Con una pausa de apenas cinco minutos donde mutó su traje color crema por otro verde, la segunda parte comenzó con “El diablo en tu corazón” y “Al lado del camino” y cuando el estadio estalló al grito de “olé olé olé, Fito Fito”, recomendó “ahorren energías que las van a necesitar”, interrumpió el griterío con “11 y 6” y aquella promesa se saldó un rato después con una atronadora “Ciudad de pobres corazones” en la que descolló la filosísima guitarra de Agüero.
Antes de esa extensa, oscura y demoledora entrega que por única vez durante el show imprimió imágenes en el fondo de la escena, hubo pasajes de diversa emoción con “Ciudad de pobres corazones” y “Circo Beat”.
Mientras la muchedumbre improvisaba espontáneamente “Y dale alegría a mi corazón” sin querer creer que el show había terminado a dos horas de su inicio, Páez –esta vez todo de rojo- cumplió esa demanda grupal.
Y encabezó largas y vibrantes entregas en torno a “Es sólo una cuestión de actitud”, “Dar es dar” y “Mariposa tecnicolor”, mechando en esta última hasta algún pasaje de “Peluca telefónica”, creación de Charly García, Luis Alberto Spinetta y Pedro Aznar que el primero incluyó en su disco solista debut “Yendo de la cama al living”.
La seguidilla porteña de esta nueva evocación en el estadio del barrio de Villa Crespo seguirá este miércoles y el 25, 26, 29 y 30 de septiembre y también el 7 y 8 de noviembre.
Pero, además, continuará el 24 de septiembre en la Plaza de la Música de Córdoba, en octubre pasará por Miami, Nueva York, Caracas, Madrid y Barcelona, en noviembre recalará en Montevideo y en diciembre y además de estar Santiago de Chile cerrará el año entre el 8 y el 10 en el Anfiteatro Municipal de Rosario como prólogo a un 2023 con más escalas.