Cuando volvió a salir para los bises, pidió silencio con algunos gestos y empezó a entonar a capela “Yo vengo a ofrecer mi corazón”; todos entendieron. A unos pocos se le escapaban algunas estrofas, pero las reprimían. Una luz cenital lo alumbraba y él estaba solo, en el medio del escenario, sin acompañamiento, con la mueca de estar dando y recibiendo un regalo. Por momentos veía caras conocidas y saludaba. “Quién dijo que todo está perdido, punto (enfatizó); yo vengo a ofrecer mi corazón acá en Rosario, punto”, dijo. Los aplausos le dieron el pie justo para los últimos dos temas de la noche: “Dar es dar” y “Dale alegría a mi corazón”, un salto con gracia y adiós. El final fue una buena síntesis de un recital íntimo, plagado de escenas, con amigos y homenajes.
Fito Páez ofreció el jueves el primero de los cuatro shows Sólo piano que brindará en Rosario. Anoche fue el segundo y el próximo fin de semana (viernes y domingo) repetirá la experiencia.
El recital, que duró poco más de una hora y media, contó con un repaso por sus clásicos pero, sobre todo, con el armado de climas. Fito empezó al piano entonando “El mundo cabe en una canción”, el primer tema del disco que lleva ese nombre, editado en 2006. En el Auditorio Fundación Astengo no quedaba una butaca vacía. El ambiente intimista generado por la iluminación tenue, que formaba figuras en el fondo o sólo lo hacía desaparecer para dejar visible al artista, acompañó una lista de temas que todos supieron cantar. Sonaron “No soy un extraño”, “Cadáver exquisito” y la infaltable “11 y 6”, entre otras.
Como viene haciendo en los conciertos de esta gira, hubo homenajes. El primero para Bob Dylan con la interpretación de “Ring them bells” en inglés y en castellano. También sonó, un poco más tarde, “El breve espacio en que no estas”, del cubano Pablo Milanés.
Los invitados fueron los amigos locales: Fabián Gallardo subió al escenario para acompañarlo en la interpretación de “Ambar violeta” y hacer una hermosa versión de “Giros”; y Coki Debernardi fue la voz elegida para “Cuervos en casa”, del álbum Del 63. “Hay temas que no pierden vigencia”, dijo Fito, antes de presentar la canción cuyo estribillo reza: “Cuervos en Casa Rosada /cría cuervos, la Casa Rosada”.
A lo largo del show, el músico rosarino eligió momentos para ponerse como espectador mientras el público cantaba algunos de los estribillos más resonantes de su carrera, como ocurrió con “Un vestido y un amor”, que llegó acompañado con la historia de la que, es posible imaginar, fue la primera vez que la canto. Fito salía con una chica hermosa, que nadie hubiese imaginado que se iba a fijar en él (al menos así lo cuenta). Una noche, después de salir con sus amigos, entre otros Charly, volvió al departamento en el que estaban “un poco pasados”. Ella lo dejó pero antes de irse, de abandonarlo, fue al baño y tardó en arreglarse. Él la esperó, se recuperó y le canto el tema que había compuesto para ella, que dice: “Te vi, juntabas margaritas del mantel, ya sé que te traté bastante mal…”. Ella se quedó y vivieron juntos 11 años. No lo dijo pero es sabido que la destinataria es Cecilia Roth, una de sus parejas emblemáticas.
Promediando el recital, las luces bajaron hasta apagarse por completo y el auditorio quedó completamente iluminado por los celulares. Una imagen que antaño solían tener como protagonistas a los encendedores y que ahora, usando la tecnología a su favor, Fito recreó con las linternas incorporadas a los Smartphones. “Que los teléfonos sirvan para algo”, dijo a modo de marcación y entonó “Brillante sobre el mic”, mientras la gente no sabía si seguir mirando el escenario o rotar para ver el espectáculo a su alrededor.
Con algunas linternas aún encendidas y la llama del concierto bien arriba, “Mariposa Technnicolor” hizo que todos se pusieran de pie y cantaran, mientras Páez abandonaba el piano y escuchaba.
Ese fue el final oficial del concierto. Siguieron los bises y más aplausos de pie, hubo gente que se acercó y otra que se negaba a irse.