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Flor Croci y Ayelén Beker, dos artistas desgeneradas distinguidas por su música y sus militancias

El Concejo de Rosario les dio un reconocimiento por los aportes que hicieron a la cultura popular y a la ampliación de derechos de las mujeres y las disidencias. La Cazadora las invitó a charlar sobre el camino que debieron abrirse en un ambiente y una sociedad machista y patriarcal

Flor Croci tenía 9 años cuando se dio cuenta de que quería tocar la guitarra y, además, hacerlo mejor que los varones que salían en los videoclips. A principio de los ‘90, Flor entraba en la adolescencia, cambiaba la acústica por la eléctrica y se topaba con el mundo de rock, que poco espacio dejaba a las mujeres. A los 14 años, la bronca por una machiruleada la movilizó a armar con sus hermanas una de las primeras bandas de rock de chicas que tuvo Rosario: Cambio de Hábito. A finales de esa misma década, en una fiesta familiar y con sólo 6 años, a Ayelén Beker la sacaban del brazo cuando intentaba cantar y caderear como Shakira. “Vos no”, le dijeron, porque los nenes no tenían que bailar como las nenas. Y tardó veinte años en volver a sacar la voz. Fue en 2015, en un boliche en el que se ganó la ovación del público.

Florencia Croci es una de las mujeres más reconocidas del rock rosarino y desde que empezó a hacer música no paró. A su primera banda le siguieron María Fernanda Experience, Trival Zoe y Flor de Banda, por nombrar algunas, y hasta fue cesionista de músicos como Fito Páez. En el último tiempo formó Las Muchachas y dio a conocer “Abismo pop”, un video en el que se muestra como solista. Música rock, pop y hasta “post hip-hop apocalíptico psico rap digital de garaje” —género con el que definieron el estilo de uno de los trabajos de Alto Guiso, una de sus últimas formaciones—, muestran la variedad de facetas de esta guitarrista que hoy explora ritmos africanos para su próximo lanzamiento.

Ayelén Beker es actriz, modelo, cantante y estudió comedia musical. Con la música tropical tuvo un paso por Buenos Aires y mostró su talento en Pasión de Sábado, el clásico de América TV. Cantó, bailó y cuando volvió a Rosario formó su propia banda disidente: La Beker Band. Este año salió su primer disco, Furia. Susy Shock fue la primera en apodarla la Gilda de las Travas, y Ayelén abraza ese título, pero no quiere quedar esncasillada en un solo lugar. “Quiero mostrar que puedo hacer un montón de cosas más. Como trava quiero ser una desgenerada de la música”, dice.

Este año, ambas fueron distinguidas como artistas por el Concejo. Fue por iniciativa de las concejalas Caren Tepp y Luz Olazagoitía (Ciudad Futura-Frente Social y Popular), que entendieron que sus recorridos artísticos generaron un aporte a la cultura popular y a la ampliación de derechos de las mujeres y las disidencias. Dos vanguardistas que se metieron a las piñas en mundos que no las alojaban y que un jueves de junio de 2021 se sentaron en una terraza a hablar de su construcción artística, cultural, identitaria y política con La Cazadora.

—¿Cómo se conocieron?

(F) Con Alto Guiso invitamos a Aye a un show en el D7. Primero vino a ensayar. Yo había escuchado de ella a través de Valeria Cini, en Buenos Aires.

(A) ¡Cuando me había quedado sin banda! Cuando me vengo de Buenos Aires, de un día para el otro la productora me dice que no trabajábamos más. Me agarraron ataques de pánico. Estaba a un mes de cerrar un show por carnavales, yo cerraba, era importante y no tenía banda. Valeria Cini me escribió y me dijo que me podía dar una mano. Ahí empiezan a caer contactos y alquilé una banda.

(F) ¡Que loco alquilar una banda!

(A) No sabes qué frustrante fue manejar una banda. Les decía: hay que hacer esto o lo otro, y era como: “La trava te está dando una orden”. Fue trabajar varios meses raros. Después conocí mucha gente linda y armé mi propia banda. Lo mío fue medio Cenicienta. Yo siempre supe que cantaba, pero no lo hacía por vergüenza, por lo que impone la sociedad. El no poder mostrarme vulnerable, porque para mí cantar es mostrar mi alma.

—¿Cómo se dieron cuenta que se iban a dedicar a esto?

(A) Siempre soñé con esto. De chiquita. Por ser trans siempre mis referentes fueron mujeres. Cantaba igual que Shakira, imitaba a Thalía. Y me retaban. No podía hacer eso en mi casa. En un cumpleaños de 18 de un primo cantamos “Ojos así” y bailamos. ¡Yo era una víbora bailando! Y vino mi hermano, me agarró del brazo y me dijo: “Eso no se hace”. No mostré nunca más esa parte artística que tenía. Después, de grande, cuando empecé a trabajar en la esquina, cuando era de noche y no se escuchaba nada, cantaba. Ahí tiene otro sonido la voz. Una noche, yo desfilaba en Místika, un boliche, y una amiga gritó: “¡Decile que cante!”. Tenía 25 años. Habían pasado muchos años sin hacer nada artístico. Y cuando canté ahí se escuchó un silencio, no sonaba ni un vaso. Y empezaron a aplaudir. No lo podía creer. Me costó mucho volver a amar esa parte mía. Con todo lo que ya cuesta ser una persona travesti en esta sociedad, mucho más mostrar esa parte, que es lo vulnerable para mí.

(F) Yo armé un grupo con mis hermanas. En los ‘90 no había muchas mujeres tocando. Me acuerdo que mi salida era ir a un video bar, donde pasaban video-clips uno atrás de otro. Todos hombres. Nosotras éramos mujeres en un género patriarcal, como es el rock, totalmente machista. Y armamos Cambio de Hábito por una machiruleada. Somos cuatro hermanas músicas. Mi hermana mayor se va a tocar a Chile unos covers con una banda machirula de acá, y la dejan en banda allá. Mi hermana mayor era mi ídola ¡Imaginate! Yo tenía 14 y ella 20. Cuando volvió armamos nuestra banda. Un tiempo después lo crucé a uno en García y a lo Cruella de Vil le grité: “¡La vas a llamar a mi hermana y le vas a pedir perdón!”. El lugar que podemos ocupar ahora tiene que ver con una ola que viene hace un par de años, creo que primer Ni Una Menos (en 2015) marca un cambio en la historia.

(A) Yo siempre digo que a las travestis nos abraza el feminismo, con todas sus falencias nos abrió la puerta, si no la travesti siempre fue ridiculizada. Y digo con todas sus falencias porque hace unos años estaba la disputa de si las travas éramos o no éramos mujeres, que todavía pasa. O las persecuciones que hay a las trabajadoras sexuales. 

(F) Todo se fue transformando.  Siempre defendí esa igualdad en el arte. El arte como medio de expresión no puede seguir siendo tan patriarcal. Me acuerdo cuando empezamos con la banda salimos en un concurso de un montón de bandas, todos hombres, y salimos nosotras. Venía a tocar un músico que tocaba con León Gieco, que quería una banda de acá. Me saque todos los temas, todo, tenía 15 años. Estábamos tocando y el tipo viene caminando, yo estaba haciendo un solo y me mete la pata en la concha. Yo quedé… Era una nena, me re anule. Pasan esas cosas, por eso yo repito lo de la ESI (Educación Sexual Integral). ¿Cómo hubiésemos sido nosotras con ESI? ¿Cómo nos hubiésemos parado ante esa situación de abuso y público?

(A) ¡Sabés las herramientas que nos hubiera dado!

—¿Cuáles fueron sus referentes?

(A) Yo no tuve referente trans en la música, porque cuando era chica no había. Hoy para mí Susy Shock es una gran referente, pero la conocí hace poco, en una Marcha del Orgullo en El Bolsón. Nos subieron a una chata para llevarnos al escenario porque estábamos las dos caminando en botas por un camino de tierra. Yo no la conocía, pero cuando empezó a tocar, a tirar coplas, me puse a llorar, porque ella habla del amor travesti, que es lo que siempre nos falta. Y por eso nos aferramos a personas tóxicas. Ese día me bajé del escenario y ella me dice: “¡Vos sos la Gilda de las Travas!”. Siempre me pasó que por ser una trava linda, hegemónica, fui marginada por las mismas travas. Siempre corriéndome de los lugares. Con Susy sentí que no era la única que pensaba que podía haber una hermandad travesti. Ahí me liberé.

(F) Yo empecé con la guitarra a los 9 años y agarré la eléctrica a los 14. Quería tocar mejor que un hombre. Decía eso, porque en el rock eran casi todos varones y la guitarra era medio como un falo. Yo hoy digo que lo que quería era tocar como una mujer, pero en ese momento no tenía muchas referentes. Siempre pensé mucho lo de la representatividad. Hoy esos espacios ya empezaron a existir. Con Aye tuvimos la oportunidad de participar de un 7M (Día de la Visibilidad Lésbica) que va a ser histórico. Fue el primer recital de femineidades, algo que otros años no se veía. Como en los Encuentros de Mujeres, cuando fuimos con las Alto Guiso, tocamos para 200 mil personas. Hoy me despierto con 43 años y digo: son 30 años de trayectoria, es toda mi vida, y hasta el día de hoy sigue habiendo más exigencia para las mujeres. Participé en un montón de grupos, fui cesionista, siempre fui, volví, vine, subí y bajé de los bondis. Ahora siento que llegó el momento en que podemos decidir con quién trabajar, sentirnos bien con el laburo que hacemos y no estar sufriendo porque te están dando una oportunidad. De hecho me hago la productora (risas). Pegue un espacio, metimos “Guitarra Guitarra” con Sofía Pasquinelli, un ciclo en el que armamos una banda de todas pibas. Éramos nueve, todas trabajando para un lugar chico, mínimo cupo, en pandemia. Lo llenamos. Después se me ocurrió hacer un ciclo, que me fue bastante mal económicamente (risas), de música y poesía en el que Aye vino a participar con Rocío Muñoz, que la admiramos y queremos. Esas cuestiones sigo defendiendo. Hacer movimientos de visibilización, juntarse en espacios que antes se pensaban competitivos, de envidia. Tiene que ver con la razón por la que lo haces. Qué ella se lleve un mango porque está laburando y no tiene un peso, y yo también hacer esto de contactar a Ayelén con Rocío, juntar las potencias de fenómenos.

—¿Hubo un momento en el que decidieron militar en y con el arte?

(A) Estos últimos años fue esto de militar la cultura, de mi lado trava. Sentir que estaba representando a un colectivo del que fui marginada también. Entender que tengo que visibilizar, que me tengo que nombrar como una persona travesti-trans, porque al fin y al cabo todas terminamos paradas en una esquina, prostituyéndonos, porque no nos queda otra. Lo llevas con vos porque lo que te pasa y no querés que le pase a otra persona.

(F) Al principio no te das cuenta, porque lo haces por vos, por tu propia historia. Pero estamos acá haciendo una nota, hablando de esto y es súper importante. No lo pensaste, pero llegó. No es una lucha de ahora sino de muchos años.

—¿Conciben el arte sin militancia?

(A) El arte siempre es político. Viene a marcar las faltantes. Es el que nos hace pensar.

(F) Una se posiciona. Digo esto o no lo digo. Por eso es político, no sé si todo el mundo estará de acuerdo, pero que nos salva, nos salva. Para mí la música es uno de los medios de expresión más importantes.

(A) Es salud.

(F) Totalmente, es fundamental. En la pandemia es fundamental que los chicos estudien arte, que se expresen. 

(A) Mi sobrina tiene 15 años y tiene arte en la escuela. Tener el arte más a mano en mi casa o en la escuela hubiese transformado mi vida. Que la transformé, pero después de mucho. A los 27 años empecé a sentirme viva y fue gracias al arte.

—¿Cómo ven la relación entre pandemia y cultura?

(F) En este contexto nos encasillan en educación o como un hobby. Pero a la cultura hay que ponerla en salud. La cultura de un pueblo es salud para la gente. Claro que nos tenemos que cuidar, no soy anticuarentena. El otro día leía que una hora de música genera dopamina, entonces por qué no proponerlo como parte de la salud. En pandemia nos estamos reinventando todo el tiempo para sobrevivir. Yo doy clases en Villa Gobernador Gálvez y hay chicos que no tienen teléfono.

(A) Es que el mundo sigue siendo para la gente que tiene plata. Con la pandemia me pasó de volver al trabajo sexual después de tres años de vivir de la música. No tiraba manteca al techo, pero pagaba mi alquiler. Yo elijo el trabajo sexual porque vengo de una familia de trabajadoras sexuales, mi vieja me dio de comer con el trabajo sexual, entonces lo reivindico. He vivido y me he vestido gracias al trabajo sexual. Cuando lo elegí fue porque lo sabía manejar, lo veía en mi casa. Pero también entendiendo todo lo que no tuve porque mi mamá era trabajadora sexual. Comiendo sola o con mis hermanes porque mi mamá trabajaba 24/7. Volví a eso porque entendí que el mundo no está preparado para les trans. Tenía un trabajo donde se me hostigaba porque usaba un pantalón apretado. Hoy no estoy preparada para un montón de cosas. Me fui a los 15 de mi casa y eso me llevó a lugares muy feos. Muchos años odie a mi mamá por ser puta, hasta que me tocó y la entendí. Hice un lazo. Vi a mi mama que fue una mina honrada, con vergüenza del qué dirán, pero nos dio una casa, techo. Jamás tuve que trabajar, nunca tuve que salir a vender pañuelitos, pero no la tuve a ella, que estaba siempre trabajando.

—¿Tienen algún lanzamiento musical próximo?

(F) Estoy grabando dos temas. Tuve la suerte de trabajar con Mariana Baraj y con Leticia Bredice. Con ella el año pasado hicimos un tema que se llama “Revolución” en el que también está Susy Shock. El año pasado me convocó Mariana al CCK donde hicimos La Peña de las Flores,  que era un homenaje a la mujer compositora argentina. Fueron mujeres de todo el país. Además, hace unos años una de mis hermanas adoptó dos niños haitianos y le hice un tema a mi sobrina medio folclórico con bases afros. Yo viví en Barcelona cuatro años y ahí conocí a un músico mozambicano que hace marrabenta, un ritmo fusión africano que me gusta mucho y aprendí a tocarlo con él. Ahora estoy grabando ese tema, junto con otro que se llama “Tiempo real”.

(A) A mi me pasa que con la cumbia siento que me estanco o me limito. No me gusta tener género, es algo que me pasa en la vida. Quiero mostrar que puedo hacer un montón de cosas más, asique se vienen algunas sorpresas. Yo como trava quiero entrar en todos los géneros, ser una desgenerada de la música.

(F) El género es un uniforme. Podemos hacer unos boleros nosotras dos, ¿no?

(A) Tengo algo escrito…

 

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