Dice cada vez que puede que, con el tiempo, entendió que hay que involucrarse, que correrle el cuerpo a lo que uno piensa o cree no hace más que ir en detrimento del lugar buscado y en su caso merecido en el medio. También está convencida que es desde el trabajo y desde las certezas que ese trabajo le confiere desde donde se construye una carrera que comenzó, como la de muchas de sus compañeras de ruta, con el humor y los monólogos, pero no cualquier humor. Aquél, el de los 90, era un humor en el que el territorio de las vicisitudes propias, que no eran otras más que las del colectivo LGTBIQ+, se volvía un campo fértil no exento de cierta crueldad.
Pero el tiempo pasó, y como suele decirse puso las cosas en su lugar. Hoy, la actriz, capocómica y conductora televisiva Florencia de la V atraviesa una etapa de cosecha en una televisión argentina al menos inquietante, pero sobre todo confusa, de cambios bruscos e incluso manotazos de ahogado, donde ya no hay imprescindibles.
Hoy su lugar no se discute porque se lo ganó, pero fue algo que le llevó dos décadas de trabajo y un comienzo duro donde, cuando la fama comenzaba a sonreírle, hasta debió cambiarse el apellido porque otra mujer se sintió “molesta” por llamarse igual y fue así que dejó el Florencia de la Vega con el que se la había conocido para ser Flor de la V, todo un signo en esa letra que nunca fue V de venganza sino V de valor o valentía.
Con altibajos, grandes momentos en el teatro y en la conducción televisiva, idas y vueltas con mayor y menor esplendor, pero siempre dueña de una resiliencia notable, Florencia de la V o Florencia Trinidad según su DNI obtenido en 2010 tras un fallo judicial ante una acción de amparo presentada por el equipo jurídico de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, antes de la existencia de la Ley de Identidad de Género que llegaría unos años después y de la que fue mascarón de proa, es hoy la gran figura que ostenta América TV, con programa propio los fines de semana (La noche de la V, los sábados y domingos) y la conducción diaria del magazine de espectáculos Intrusos, una paradoja y un logro infrecuente en una pantalla chica, claramente en proceso de deconstrucción, si se piensa que en ese mismo espacio tuvo que afrontar momentos en los que se la denostó, entre otras cosas, por su condición de mujer trans.
Hija de una televisión de figuras intocables de los 80 y 90 que ya no están en la pantalla chica (y nadie parece extrañarlas), con aquél glam berreta de un uno a uno devaluado que trataba y veía a las personas trans más como objetos de estudio y opinión que como seres humanos, Flor de la V se las ingenió siempre para ser sujeto y pudo con todo y con todos: desde la nefasta entrevista con Mauro Viale y las intrigas acerca de su genitalidad, hasta la maldad supina de Mirtha Legrand y su apreciación por la falta de cadera para parecer mujer o las entrevistas siempre desafortunadas de CQC, hay una larga lista de momentos desagradables de la pantalla chica criolla que ella supo transitar dejando en offside al interlocutor/a de turno, surfeando la maldad y la ignorancia con una elegancia y algunas veces con un humor desconocido en la tevé hasta ese momento.
Todo lo que vino después fue ganancia: se casó, mostró su nuevo documento sin maquillaje y mirando a cámara, habló de la muerte de su madre por un aborto clandestino (no por cáncer como había dicho antes) y acompañó la Ley del Aborto Seguro, Legal y Gratuito; tuvo a sus hijos, se convirtió en ícono y referente de la moda para algunos diseñadores y ahora, empoderada, dueña de una serie de certezas herederas del rigor de lo vivido, Flor de la V le aporta a la televisión, más allá de su habitual desparpajo y sentido del humor, una mirada humanizada al periodismo de chimentos al que le ofrece una nueva oportunidad, desde donde puede pensar y repensarse, tanto en su programa de los fines de semana pero particularmente desde el clásico envío de espectáculos de cada tarde.
El presente de Florencia de la V, aquella jovencita que en 1999 comenzaba su carrera teatral reemplazando a la recordada Cris Miró, el otro gran suceso y referente del colectivo LGTBIQ+, es en sí misma la odisea de una mujer trans argentina dedicada al mundo del espectáculo, un medio machista disfrazado de progre del que ella, claramente, es una sobreviviente.
Hoy en Intrusos se habla de espectáculos y de los chimentos de ese mundo, pero también del empoderamiento femenino, de la militancia feminista, de la igualdad de derechos y la diversidad de género y de los casos de acoso y abuso en el ambiente artístico que son muchos más que los de Darthés y Gianola, entre otros temas de la agenda del presente. Y nadie más atinado que la conductora del espacio al que acompaña el rating, que fue testigo del machismo, la misoginia, el abuso, la crueldad y la discriminación que imperaron en el mundo del espectáculo por décadas, para abrir puertas y ventadas y para poner luz donde no la hubo, dejando entrar un poco de aire fresco en una pantalla chica que ya olía a naftalina.