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Flores y regalos en la Martin

Por Paola Cándido.- Voluntarias de la histórica Maternidad pública homenajearon ayer a las flamantes mamás. Hace dos años que unas 20 mujeres se comprometen a escucharlas y ayudarlas con talleres de pintura y lectoescritura.

El Día de la Madre es una festividad que se celebra en diferentes fechas del año según cada país. Las primeras celebraciones se remontan a la antigua Grecia, donde se le rendían honores a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades. Originalmente fue creado como un día de madres por la paz, que luego se convirtió en un día para que cada familia honrara a su madre y finalmente se aceptó en muchos lugares del mundo. En el marco de esa celebración que en la Argentina transcurrirá hoy, la organización Voluntarias de la Maternidad Martin repartieron ayer obsequios: habitación por habitación pasaron y homenajearon a las recientes mamás.

Las Voluntarias son un grupo de más de 20 mujeres que vienen y acompañan a las madres. Son mujeres que ya están jubiladas o chicas jóvenes. Está formado hace dos años y se comprometen a ir un día a la semana por la mañana a la histórica maternidad pública. Por la tarde organizan talleres de pintura y de lectoescritura. “Es para que las madres sientan que pueden estar haciendo algo por sus bebés y que no sea solamente estar pensando que están internados. Tejen escarpines y pintan sabanitas”, cuenta María Gabriela Puig, neonatóloga y pediatra de la Martin.

Las Voluntarias también acompañan en el horario del almuerzo y allí se pueden detectar situaciones problemáticas. “Hay mucha gente que es carenciada y sus hermanos necesitan algún tipo de ayuda, o por ejemplo, el caso de alguna mamá que no se alfabetizó, que no sabe leer ni escribir, tratan de captar esa situación y aprovechan para darle educación a las madres. En algunos casos ellas, se van transformadas: aprenden a lavarse bien las manos, pueden evitar infecciones respiratorias. Incluso algunas madres que hace mucho que están, orientan a las nuevas y así se van ayudando mutuamente”, continúa la médica.

En la Maternidad está Marcia. Tiene 22 años y ayer parió a su tercer hijo: “Es hermoso”, dice, como todas. “Mi marido estuvo al lado mío en los tres partos. Apenas nació mi bebé, no lo pude tener en mis brazos; lloró mucho porque estaba desesperado del hambre. Me hizo renegar bastante, me tuvieron que inducir a romper bolsa, vine a la Maternidad y me dijeron que vuelva en dos horas, volví y no dilataba. Los hermanitos tienen 5 y 3 años, la nena está chocha y el nene está un poquito celoso. Pero el papá es compañero”, cuenta con un dejo de orgullo la flamante mamá.

Quien no tiene esa experiencia es Belén. Tiene 18 años y fue mamá por primera vez: Dylan nació hace dos días, y para ella fue “una sensación muy linda al traerlo a este mundo”.

“No imaginaba que iba a ser tan grande: nació con 3,925 kilos. Me tuvieron que poner dos veces anestesia en la espalda y eso me ayudó bastante, porque al entrar a la sala de partos ya no sentía los dolores”, dijo. Ella también estuvo “acompañada”, pero esta vez por su madre. Ayer, después del parto, el flamante papá acunaba a Dylan.

La médica Puig hace seis años que es jefa de Neonatología en la nueva Maternidad. Según cuenta, allí suceden 4.500 partos al año, “es decir que están naciendo por día entre 12 y 13 niños”. La cifra sorprende: es uno cada dos horas.

Pero su trabajo es así y ella misma lo cuenta: “Corremos mucho en la Sala de Partos y nos toca acompañar esa parte de la maternidad, que es conocer al hijo del lado de afuera de la panza por primera vez. Y eso para mí es terriblemente emocionante, algo maravilloso”.

Sin embargo, admite que hay sinsabores. “Nos toca acompañar a mamás en las que la alegría de tener un hijo se empaña porque se enferma o nació con alguna dificultad y tiene que estar internado. Y sufren mucho no poder tener el hijito al lado”, relata.

Como remedio, lo que intenta ofrecer la Maternidad Martin es que las madres puedan estar adentro de las salas, que no se sientan alejadas de sus hijos. Pero no siempre se puede: “Hay cosas que no toda la gente las puede asimilar con tranquilidad. Hay situaciones muy críticas y algunas familias pasan por mucha angustia, por eso hay un equipo de psicólogos que tratan de brindarles contención”, completa la pediatra.

“Lo que recalco es que los bebés necesitan un impulso de vida y se lo da la madre o la persona que asuma ese rol, que no es ni la médica, ni la enfermera, ni nadie. Cuando alguien tiene un bebé muy chiquito y enfermo, no se animan a tocarlo porque les resulta extraño, como que no era el hijo que esperaban. Entonces hay que reconstruir o armar esa relación desde el vamos. Nosotros vemos transformaciones maravillosas: por ejemplo, alguien espera un bebé en diciembre y nace en septiembre, con el susto que tienen no pueden pensar que es el hijo”, describe Puig.

“Hay que valorar la posibilidad de poder concebir un ser humano o tal vez de criarlo, la que no logra concebirlo. Porque el vínculo en definitiva se empieza a afianzar cuando se tiene un hijo en brazos. Es un regalo poder tener una criatura, acompañarla, verla crecer y también dejarlos desplegar las alas, tratar de no limitarlos, aunque nos de miedo”, explica y recomienda la neonatóloga.

Ella, que ayuda a ser madres, lo es también. Y hoy también es “su” día. “Tengo tres, una nena y dos varones. Y tuve la suerte de vivir bien esa situación, me hicieron anestesia para calmarme el dolor, y así me relajé, me alivió. Con el primero una tiene más miedo de lo que puede pasar en la situación de parto, pero la naturaleza es tan sabia, y una tiene tantas ganas que nazca… Va contando los días y cada hijo es un mundo nuevo y no hay hijo igual al otro, en todos los aspectos”, concluyó la jefa de Neonatología.

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