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Fran Bubani: la historia de una científica trans que derribó prejuicios en el mundo de la ingeniería

Estudia aleaciones metálicas en la División Física de Metales del Centro Atómico Bariloche. En enero de este año se convirtió en la primera investigadora trans del CONICET

“Yo nunca había pensado en hacer la transición de género. Como la ingeniería mecánica es un área que todavía está muy dominada por varones, me parecía imposible poder hacerlo. Pero en un momento no pude más”. Fran Bubani supo desde siempre que quería dedicarse a la ciencia. Ni bien recibió el certificado de secundaria en Belo Horizonte, la ciudad de Brasil donde creció, no dudó en anotarse en Ingeniería Mecánica. Una vez graduada, completó todos los pasos necesarios para alcanzar su sueño: maestría, doctorado, posdoctorado. En el medio de ese camino conoció Bariloche, y decidió cambiar el calor carioca por el frío del sur argentino. Allí fue cuando, en 2016, entró a la carrera del investigador científico del CONICET y comenzó a pensar en hacer la transición. Primero pasó por la cirugía de reasignación de género, luego obtuvo un nuevo DNI con su identidad de género autopercibida, y en enero de este año se convirtió en la primera investigadora trans del CONICET. “Me sorprendió mucho ser la primera que pidió el cambio, después de ocho años de la Ley de Identidad de Género”, advierte.

Aunque su trabajo diario transcurre entre las cuatro paredes de uno de los laboratorios del Centro Atómico Bariloche -haciendo lo que se conoce como investigación básica-, dice que su mayor objetivo es contribuir al desarrollo de materiales más económicos, con menos impacto ambiental, que sean útiles para la sociedad. “La ingeniería de los materiales están en todas las áreas de la vida cotidiana: en la ropa que usamos, en los materiales que se usan en salud, dentro del cuerpo humano en prótesis, hasta en los autos y los aviones. Quienes nos dedicamos a esto podemos ayudar en distintos desarrollos que tienen impacto en la vida cotidiana”, explica Bubani. “En mi caso particular, estudio e intento predecir cómo se van a comportar los materiales en un proceso de fabricación o en una máquina como puede ser un avión, o un auto. Es algo que permite garantizar que una pieza va a ser segura”.

A lo largo de su carrera, dice, vio muchas situaciones de violencia machista, “pero como yo no había hecho la transición de género todavía, yo no las viví. Por eso tampoco pensaba hacer la transición. No estaba en mis planes”. Desde el comienzo de su carrera, Bubani se fascinó con esa posibilidad de trabajar en los materiales con los que se fabrican las máquinas. Se especializó en aleaciones metálicas. “Trabajo puntualmente con modelos que tratan de explicar qué les pasa a los metales bajo distintas condiciones –señala-. En ver cuáles son los fenómenos que suceden en los materiales, con el objetivo de poder predecir qué va a pasar si hacemos determinada cosa, en determinadas condiciones, con el afán de perfeccionar lo que no funcione bien”. Lo que Bubani investiga en su laboratorio, luego se puede trasladar a diferentes industrias: la de construcción civil, la automotriz, hasta la industria aeroespacial.

“Un día decidí no vivir más como un personaje, no seguir viviendo un teatro”, recuerda. Fue cuando obtuvo la estabilidad laboral de haber entrado a la carrera científica y decidió proyectar su transición. Habían pasado casi ocho años de la sanción en Argentina dela Ley de Identidad de Género 26.743, que se aprobó en 2012, y estableció que las personas trans deben ser tratadas de acuerdo a su identidad autopercibida, y que puedan ser inscriptas en sus documentos personales con el nombre y el género vivenciado. Nunca imaginó que era la primera persona de la carrera del investigador del CONICET que lo hacía. “Hay becarios, becarias y becaries que sí pasaron por este proceso, pero la verdad es que después de 8 años, que no haya una persona de la carrera del investigador que haya hecho el proceso me llama mucho la atención. Yo pensé que alguien de Ciencias Sociales ya lo había hecho, pero parece que no”.

La transición fue difícil, dice, porque la hizo cuando ya tenía 39 años, y mucha gente que la conocía todavía no aceptó o entendió su decisión. En su entorno se encontró con mucho desconocimiento alrededor de la Ley 26,743, pero también tuvo “buenas sorpresas, como me pasó en el CONICET. La manera en la que se manejó la parte administrativa fue un ejemplo de cómo deberían funcionar las instituciones de Argentina –asegura-. Di la noticia cuando tenía fecha de la cirugía, porque tenía que tramitar la licencia médica para operarme, y no tuve ningún tipo de problema. Después, cuando fui a presentar mi nuevo DNI, también: todo fue sin cuestionamientos ni barreras, inmediato, como corresponde. Fue espectacular”

Después de varios meses de haber concretado la transición de género, Bubani siente un gran alivio. “Yo tenía una carga muy grande por no ser auténtica. Eso ya está”, dice. “Presentarme y vivir como realmente soy, tener el reconocimiento de mi identidad de género autopercibida, es muy importante, me da muchísima calidad de vida, me hace sentir mucho mejor. Aunque sigue siendo una lucha constante el tema de que algunas personas lo tomen en serio, respeten y cumplan el marco legal”.

 

Por Cintia Kemelmajer- CONICET

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