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Francella: “Con la historia de este país, robarle a un banco genera simpatía»

El actor se pone en la piel del uruguayo Mario Vitette y coprotagoniza junto a Diego Peretti la película del asalto a las cajas de seguridad del Banco Río de Acasusso del que este lunes se cumplen 14 años y que se convirtió en leyenda mundial

Paula Bistagnino. Especial para El Ciudadano

Hace muchos años que Guillermo Francella esperaba que se hiciera esta historia. Desde que se la ofrecieron por primera vez, hubo cuatro intentos y no llegaba a realizarse. Por eso ahora, dice, anda como un chico al que se le acaba de cumplir un sueño: este jueves, justo en la semana en la que se cumplen 14 años del policial que protagonizó las noticias del verano de 2006 y que luego dio la vuelta al mundo, se estrena El robo del siglo.

La película que cuenta cómo nació la idea, cómo se armó la banda, cómo se planificó y cómo se ejecutó el asalto al Banco Río de Acassuso, considerado uno de los más grandes, ingeniosos y legendarios de todos los tiempos. “Lo hicimos como había que hacerlo: una gran producción a la altura de una gran historia”, dijo el actor, que se puso en la piel de Mario Vitette Sellanes, (auto) bautizado “el hombre del traje gris”, el más experimentado de los ladrones pero también el más hábil y simpático, que fue convocado por el ideólogo, Fernando Araujo (Diego Peretti), un artista plástico de clase media alta sin antecedentes que buscaba una experiencia que diera vuelta su vida.

—¿Cómo viviste el robo al Banco Río?
—Lo viví como creo que lo hizo la mayoría, salvo los que estuvieron ahí o los que sufrieron el robo: como un espectador fascinado que no podía creer lo que estaba viendo. Porque todo fue, desde el comienzo, una especie de película que consumimos en vivo y en directo durante días en los que se iban conociendo los detalles y cada cosa nueva era increíble, por el nivel de ingenio y de simpatía diría. Y entonces cuando me ofrecieron ser Vitette, que fue hace mucho ya, en el primer intento, yo quedé prendido a este personaje.

—¿Cómo lo construiste?
—Leí muchas notas, además del libro (El hombre del traje gris, de Rodolfo Palacios) y lo veía hablando con periodistas, cómo responde, esa rapidez para las respuestas en cualquier situación por más adversa que sea, una cancha tan notable que termina generando incomodidad en los demás. Me fascina, porque es un personaje muy singular hasta para hablar: en vez de decir “robé” dice “perpetué un ilícito”. Y todo su ingenio para llevar a cabo el robo, negociar con la policía sin lastimar a nadie, con armas de juguete. Me pasó algo muy loco que fue que en una muestra de pintura una mujer se me acercó y me contó que ella había sido rehén de él. Y me dijo: “Nos cuidó mucho, yo estaba muy nerviosa y él me hizo sentir en paz”. Una locura.

—Fernando Araujo, el ideólogo, fue coguionista. ¿Vos pudiste conocer a Vitette y saber qué le parecía la película?
—No lo pude conocer porque como es uruguayo y lo extraditaron, no puede venir a Argentina. Pero sí conversé telefónicamente el primer día de rodaje. Lo hice llamar porque yo sabía por reportajes que hacía, que él estaba orgulloso de que yo lo representara. Y es un tipo muy simpático. De entrada me dijo: “Tenemos puntos en común”, y yo tragué saliva. Después me dijo: “Somos medio roncos los dos, somos de Racing los dos”, y respiré. Después me ofreció su traje gris para que lo usara en la película. Quedamos en que me iba a invitar a comer un pescadito en Colonia.

—¿Cuáles fueron los desafíos de encarar un proyecto tan fuerte y presente en el imaginario social?
—Era muy difícil de llevar a cabo. No era sólo una cuestión de que estuviera la plata. Era medio titánico y hubo que trabajar mucho para lograrlo: en la preproducción, en los detalles, en el trabajo codo a codo con el director, para lograr el tono y la búsqueda de cada escena. Desde las escenas en el túnel hasta la reconstrucción de un banco, las locaciones y el trabajo de personajes. Por eso estoy tan feliz, porque tenía conmigo este personaje hace muchos años y porque fue el evento que yo soñé, que representa lo que fue este hecho, imitado en el mundo por lo ingenioso, por lo único, por el resultado. Después, al final, bueno. Pero era perfecto.

—El desenlace fue bastante argentino, ¿no? (la mujer de uno de los ladrones los delata)
—Sí, sin duda, y el hecho en sí también es bien argentino: los personajes, la forma en la que se hizo. Hay más picardía que violencia, aunque hay violencia y eso no se intenta tapar. Pero está lleno de viveza criolla para resolver un montón de cosas.

—Encima compartiste con tu hija el set, y haciendo de padre e hija. ¿Cómo fue la experiencia con ella y con Peretti?
—Genial todo. Con Peretti no había trabajado nunca, y fue una gran experiencia. Es muy profesional, muy riguroso, muy ético en el aburo. Me encantó, con él y con todos. Y con Johanna fue muy movilizante, porque conozco todo de su vida: cómo está formada, lo dedicada que es a esta carrera, sabiendo lo difícil que es transitarla, sus experiencias en teatro y en tele. Y trabajar con el padre, para ella es una mochila inmensa. Aunque fue a propuesta del director, ella tenía reparos justamente porque estaba yo, y pidió audición. El director se quedó muy contento y entonces ahí aceptó. Y tuve que bancarle que estuvo cuatro días sin hablarme por una escena de reencuentro después de mucho tiempo. Y yo le decía “daleee, dejate de joder, hablame”, y ella no me daba bola en el set. Pero se lo respeté y tuvo su resultado. Es divina y estoy orgulloso de ella.

—El proyecto tuvo varias posibles producciones y direcciones. ¿Cómo tomaste que fuera Ariel Winograd, que venía más de la comedia y no de grandes producciones?
—A mí me gusta que la gente que me rodea tenga el mismo grado de seriedad que yo, porque soy muy meticuloso para trabajar. Es un viaje hacer una película y uno tiene que estar en sintonía con quienes están en el viaje. La charla que tuve con él fue clave, y vi su solidez y las ganas de encarar este proyecto, sabiendo que es un excelente director. Yo sufrí los prejuicios más grandes de este medio por venir de la comedia y más cuando me convertí en alguien popular. Entonces eso no fue un tema. Yo confié en lo que me transmitió y en sus ganas.

—Hablás con simpatía del robo, ¿creés que para todos es así?
—Qué se yo. Debate hay siempre, pero yo creo que hay una empatía en robarle al banco con la historia de este país. Y el contraste, además, con los robos violentos. Todo lo que hicieron para lograrlo sin herir a nadie y sin un solo tiro. Veníamos de 2001 y de lo que había pasado en la masacre de Ramallo.

“En barrio de ricachones, sin armas ni rencores”

“Te propongo algo, un solo robo bien grande”, le dice Araujo a Vitette en 2005 y empieza a gestarse este robo de película. En la pantalla grande, se recrea desde la vida acomodada y de artista del ideólogo, incluidas sus charlas con el psicoanalista, al que le había contado su plan. Y cada uno de los detalles de ese viernes 13 de enero de 2006, con más de tres centenares de policías diseminados por el lugar, los francotiradores del Grupo Halcón, el negociador Miguel Sileo, la placa de Crónica que decía “Pidieron Fuga-zzeta”, el feliz cumpleaños a una rehén, el cartel que colgaron al irse por las alcantarillas en gomones: “Sin armas ni rencores, en barrio de ricachones, es solo plata y no amores”. También lo ocurrido meses después del robo, cuando la esposa de Beto De la Torre (Rafael Ferro) denunció a los seis integrantes de la banda. Sólo uno no fue encontrado nunca. Todos tuvieron penas menores por el uso de armas de plástica. Los entre 7 y 25 millones de dólares que nunca se supo con exactitud cuántos fueron, no fueron recuperados (sólo los que estaban en la casa de De la Torre).

Para agendar:

El robo del siglo tendrá su avant premiere en Buenos Aires este lunes, día en el que se cumplen 14 años del hecho, y se estrena en todo el país este jueves. Dirigida por Ariel Winograd (Mamá se fue de viaje, Permitidos y Mi primera boda), con el respaldo de Warner Bros, el elenco se completa con Luis Luque (el negociador de la Policía); Pablo Rago, Rafael Ferro y Mariano Argento son el resto de la banda.

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