El Papa Francisco envió una carta a los obispos chilenos para convocarlos a Roma y hablar sobre el informe del caso Juan Barros, elaborado por Mons. Charles Scicluna luego de escuchar los testimonios que acusan al obispo de Osorno de haber encubierto los abusos sexuales cometidos por Fernando Karadima.
“Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita y mis conclusiones”, señaló Francisco en su carta firmada el 8 de abril y difundida este miércoles por la Santa Sede. Dijo que el encuentro tiene el objetivo “de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas”.
Luego de publicarse la carta, el Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Mons. Santiago Silva, dijo que el Episcopado comparte el dolor del Papa y que la totalidad de los obispos asistirán a Roma en la tercera semana de mayo.
En su misiva, el Santo Padre agradece a Mons. Scicluna y al P. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su “escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron” en Nueva York y en Santiago de Chile. “Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad”, afirmó.
En ese sentido, dijo que luego de leer los más de 2.300 folios del informe, “creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza”.
En su carta, el Santo Padre también pidió a los obispos establecer medidas que ayuden a “restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia”.
“En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas”, expresó.
Francisco se refirió a sus declaraciones del 18 de enero en Iquique, en el marco de la visita apostólica a Chile. Ese día dijo a una periodista que “el día que me traigan una prueba contra el Obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia ¿Está claro?”.
El 22 de enero, luego de visitar Perú y en el vuelo de regreso a Roma, el Papa pidió disculpas por haber usado la palabra “prueba” y no “evidencia”. También dijo que “Barros quedará ahí (en la Diócesis de Osorno) si yo no encuentro el modo de condenarlo. Yo no puedo condenarlo si no tengo evidencias. Y hay muchos modos de hacer llegar una evidencia”.
El 30 de enero, la Santa Sede anunció la decisión del Pontífice de enviar a Mons. Scicluna para “escuchar a quienes han manifestado la voluntad de dar a conocer elementos que poseen” en relación al Obispo Barros.
El también Arzobispo de Malta permaneció en Chile del 19 al 28 de febrero.
Monseñor Barros fue designado obispo de Osorno el 15 de enero de 2015. El día en que tomó posesión de la diócesis, un grupo de laicos protestó por su nombramiento en la Catedral local.
El obispo siempre se ha declarado inocente de encubrir los abusos de Karadima, que en febrero de 2011 fue hallado culpable por la Santa Sede de haber cometido abusos sexuales.
A continuación la carta completa del Papa Francisco:
A los Señores Obispos de Chile.
Queridos hermanos en el episcopado:
La recepción durante la semana pasada de los últimos documentos que completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el 20 de marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con Ustedes la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena.
Sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible. Por ello, en este 2º domingo de Pascua, en el día de la misericordia, les ofrezco esta reflexión con el deseo de que cada uno de Ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las últimas semanas, a fin de que sea el Espíritu quien nos guíe con su don y no nuestros intereses o, peor aún, nuestro orgullo herido.
A veces cuando tales males nos arrugan el alma y nos arrojan al mundo flojos, asustados y abroquelados en nuestros cómodos “palacios de invierno”, el amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos avergüenzan presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y tenemos la tentación de dudar de la victoria pascual del Resucitado, creo que como Santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la pretensión de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon de los labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20).
Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia.
Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S.E. Mons. Charles Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro País contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia.
El mismo más sentido y cordial agradecimiento lo debemos expresar como pastores a los que con honestidad, valentía y sentido de Iglesia solicitaron un encuentro con mis enviados y les mostraron las heridas de su alma. Mons. Scicluna y el Rev. Bertomeu me han referido cómo algunos obispos, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a la parroquia Holy Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en Providencia, con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían.
Por otra parte, los días posteriores a dicha misión especial han sido testigos de otro hecho meritorio que deberíamos tener bien presente para otras ocasiones, pues no solo se ha mantenido el clima de confidencialidad alcanzado durante la Visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación de convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto, quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes.
Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha “misión especial”, creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza.
Teniendo en cuenta todo esto les escribo a Ustedes, reunidos en la 115ª asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia.
Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al Secretario de la Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades.
En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas.
Permaneced en mí (Jn 15,4): estas palabras del Señor resuenan una y otra vez en estos días. Hablan de relaciones personales, de comunión, de fraternidad que atrae y convoca. Unidos a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a injertar en vuestra oración de los próximos días una magnanimidad que nos prepare para el mencionado encuentro y que luego permita traducir en hechos concretos lo que habremos reflexionado. Quizás incluso también sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos en los “universales”. Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos convertir.
A la espera de Vuestras noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, que publique la presente con la mayor celeridad posible, les imparto mi bendición y les pido por favor que no dejen de rezar por mí. (Fuente: ACI Prensa).