El papa Francisco realizó esta mañana un profundo análisis de la vida después de la muerte, durante una audiencia general celebrada en la plaza de San Pedro. Asimismo, se mostró dolido por la mortalidad infantil y añadió: «Cuando perdemos a una persona querida nos damos cuenta que surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil”.
El Sumo Pontífice realizó tales afirmaciones luego de recibir a un grupo de 50 niñas afectadas por el síndrome de Rett -una enfermedad neurológica que afecta en mayor medida a las chicas-, acompañadas por sus padres, a las que saludó y acarició una por una.
«Hay una forma equivocada de mirar la muerte. La muerte nos afecta a todos, y nos interroga de modo profundo, especialmente cuando nos toca de cerca o cuando afecta a los pequeños, los indefensos de una forma que nos resulta escandalosa», sostuvo.
En ese marco, reconoció: «Siempre me ha afectado la pregunta: ¿por qué sufren los niños?, ¿por qué mueren los niños?» y añadió que «si se entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza y se transforma en algo que interrumpe todo».
«Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada», sostuvo.
Al explicar el sentido cristiano de la muerte para los católicos, Francisco dijo: «Cuando perdemos a una persona querida -los padres, un hermano, una hermana, un esposo, un hijo, un amigo- nos damos cuenta de que, incluso en el drama de la pérdida, surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil».
«Hay un instinto poderoso dentro de nosotros, que nos dice que nuestra vida no termina con la muerte. Si bien nos entristece la certidumbre de tener que morir, nos consuela la promesa de la inmortalidad futura», aseveró.