El papa Francisco abogó por la «solidaridad» y el «encuentro» para enfrentar la «cultura del desperdicio» y dijo que en el mundo «no manda el hombre, sino el dinero». «Quisiera que tomásemos el compromiso contra la cultura del desperdicio, por una cultura de la solidaridad y del encuentro», destacó el papa Jorge Bergoglio, durante la catequesis de la audiencia general, dedicada a la Jornada Mundial del Ambiente.
El papa recordó el ejemplo de los «abuelos», que no desperdiciaban los alimentos y dijo que esa actitud contrasta con «nuestra cultura» actual, en la cual «los índices de la bolsa de valores hacen noticia y la gente que muere de hambre es considerada una no noticia». «Recordemos siempre que la comida que tiramos es como si la hubiésemos robado de la mesa de quien es pobre, de quien tiene hambre», manifestó.
Ante más de 80.000 personas reunidas en la plaza de San Pedro para la audiencia de los miércoles, el pontífice destacó la necesidad de cuidar la naturaleza y terminar con el derroche y la destrucción de alimentos.
«Estamos viviendo un momento de crisis, lo vemos en el ambiente, pero sobre todo en el hombre. El ser humano está en peligro y el peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda, no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología», sostuvo.
Para Bergoglio, «lo que dominan son las dinámicas de una economía y de una finanza carente de ética». «En el mundo no manda el hombre, el que manda es el dinero. Sin embargo, Dios dio al hombre la obligación de custodiar la tierra, no se la dio al dinero», afirmó.
En esa línea, el Papa argentino añadió que si un hombre muere de frío en una plaza o numerosos niños mueren de hambre «eso entra en la normalidad» y el mundo no se escandaliza, pero que si la bolsa de valores de una ciudad baja diez puntos, «es una tragedia mundial».
«La vida humana, las personas no son vistas ya como el valor primario que hay que respetar y tutelar, sobre todo si son pobres o enfermos, sino todavía no sirven -como el no nacido- o no sirven más, como el anciano», continuó.
Por último, denunció que «esta cultura del desecho nos ha hecho insensible también al derroche alimentario, que es aún más despreciable cuando en todas partes del mundo muchas personas sufren hambre y malnutrición».