La histórica librería Longo abrió en el inmueble de Sarmiento 1173 en 1908, pero el edificio está sin actividad desde que en junio pasado falleció la entonces dueña del comercio, hija de su fundador, Alfredo Longo. En la mañana de este jueves, familiares de la mujer llegaron hasta la propiedad para mostrársela a una inmobiliaria y se encontraron con una sorpresa: al recorrer los espacios luego de notar que había aberturas violentadas, se toparon dentro con un hombre que intentó justificar su presencia presentándose como empleado de la «obra», siendo que no hay trabajos de refacción en el lugar. De hecho, vestía un mameluco con el logo de una constructora. A sabiendas de que la mentira no sería efectiva, escapó del lugar pero olvidó un bolso con herramientas y hasta su DNI. Los damnificados están seguros de que no se trató de la primera incursión, porque detectaron el faltante de varios objetos, antiguos y de alto valor sentimental.
Amalia “Coqui” Longo falleció a los 92 años y desde entonces el edificio de la librería, en cuya planta alta, además, vivía, permanece cerrado y con signos de gran deterioro. «Había violentado candados, cerraduras y puertas. Estaba todo arrancado”, relató Pablo Wandzik, sobrino nieto de Coqui Longo, sobre el episodio. Y a juzgar por cómo encontró abiertas las puertas y habían retirado una cadena de la entrada principal, estimó que utilizaron herramientas especiales para la irrupción.
Entre los faltantes contaron elementos voluminosos y pesados, como una vieja caja registradora de bronce, un teléfono antiguo, una prensa histórica y vajilla. Además, hallaron en lo que fue la vivienda de Coqui ropa y vajilla apilada, como dispuesta para ser retirada. Todo eso, antes de llegar a una de las últimas habitaciones, donde se encontraron con el ladrón, que lucía un pantalón naranja y una campera con logo de la empresa Grimaco.
Pablo dedujo que no es la primera vez que ingresaban a la propiedad y que no fue solo la persona con la que se toparon, por el despliegue de objetos listos para llevarse y el peso de lo que faltaba.
“Cuando me vio, se asustó y salió corriendo. Dejó su documentación y las herramientas», relató Pablo el encuentro con el intruso. Y agregó que la foto del DNI coincide con el rostro de la persona que estaba en la propiedad.
En el edificio no había dinero en efectivo, pero el sobrino nieto de Coqui concluyó que los ladrones sabían que sí está lleno de objetos de valor, por su antigüedad o el material. Lo que no tocaron fueron los numerosos libros que aún permanecen en el interior.