A casi 20 años de su separación la leyenda de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota vuelve a alimentarse a partir de la reedición de Fuimos reyes, un exhaustivo trabajo biográfico originado en 2015 por los periodistas Mariano del Mazo y Pablo Perantuono, que recorre la historia y el mito del popular grupo encabezado por Carlos “El Indio” Solari y Skay Beilinson.
El apasionante relato conformado a partir de la palabra de sus protagonistas y de diversos personajes que fueron parte de la vida de la banda, y que repasa desde los primeros acercamientos al arte de sus integrantes hasta su último concierto en 2001, suma en este relanzamiento nuevos testimonios que lo enriquecen y un prólogo escrito por Mariana Enríquez, quien recrea sus experiencias como fan del grupo.
“No quisimos develar la leyenda, sino narrarla”, contaron a Télam los autores, quienes notaron desde que se agotó la primera versión que “siempre había novedades” en torno a la banda.
Así fue como en el proceso de actualización se sumaron nuevas voces como las de los bateristas Walter Sidotti y Hernán Aramberri; se ampliaron los testimonios del empresario Daniel Grinbank y del ingeniero de sonido Gustavo Gauvry, entre otros; se recurrió a Mariana Enríquez para el prólogo; y se renovó la foto de portada con una imagen de Skay y El Indio tomada por Andy Cherniavsky.
Si bien Los Redondos siempre fue una banda muy hermética, en los últimos años pareciera que sus integrantes están más dispuestos a revelar cosas. “Cambió bastante el nivel de exposición que tuvo el Indio, que tuvo una vida muy intensa en estos años. Primero, se le declaró el Mal de Parkinson, que fue algo conmocionante. Luego, recuerdo una exposición en la Biblioteca Nacional en donde exhibía objetos personales. Ahora también se lo puede seguir en Instagram. Todo esto era impensable en 2015, cuando todavía se mantenía el enigma”, relató Del Mazo. Y agregó: “Skay sí mantuvo esa situación de bajo perfil. Pero lo que puedo decir es que la ecuación de los Redondos cuando empezamos a producir el libro tenía a Skay y al Indio al mismo nivel, pero en los últimos años ese equilibrio, si alguna vez existió, se rompió y empezó a tener más predicamento la voz del Indio. Él empezó a machacar que era el autor de todo lo que tenía que ver con la banda. Su intención fue decir «la banda soy yo» y eso fue acompañado por un silencio de Skay. Entonces, en ese sentido, creo que cambió la óptica de la banda, dejó de ser tan enigmática y hermética para pasar a ser una banda más cercana al Indio Solari. Eso no me parece menor”.
Según contó Perantuono el hecho de abordar la historia de una banda de la que casi no hay material de archivo de reportajes o shows “fue un desafío pero también fue un aliciente”. “Es decir, tenía otro atractivo adicional que era ir atrás de ese misterio y tratar de desentrañarlo. Lo que nos sucedió es que, si bien el Indio y Skay mantuvieron ese hermetismo, había un conglomerado de gente que había trabajado con ellos a lo largo de los años que sí estaba dispuesta a recrear escenas y situaciones que ayudaron a reconstruir la historia. El desafío también se extendió a la búsqueda de las raíces musicales de Los Redondos, que sin bien es un rocanrol clásico en sus primeros discos, es muy difícil encontrar un ADN preciso. Ellos fueron endogámicos entre ellos mismos, no generaron vínculos con casi ninguna otra manifestación artística y recién con el paso del tiempo se abrieron un poco y empezaron a reconocer a otros artistas, porque antes ni siquiera hablaban de otros”.
“Mariana Enríquez escribió que cada uno tiene a Los Redonditos que le tocó en suerte de acuerdo a su edad”, dijo del Mazo y agregó: “Descubrimos con el libro que Los Redondos estaban contando la historia del país y viceversa, Los Redondos fueron contados por las situaciones políticas y sociales que atravesaron. Ellos también fueron una suerte de instrumentos de la realidad porque es muy clara la diferencia en las distintas etapas. Entre la época en que cualquiera subía a tocar sin importar si lo hacía bien o mal, y el final con el Indio obsesionado por encontrar el tempo perfecto en los dos últimos discos, pasó de todo, desde la salida de la dictadura hasta el derrumbe de la Alianza. Todo eso está contado en las canciones y casi que se puede tomar como un manual de historia que hay que saber leer. Y no solo con las letras, sino también desde los sonidos. Creo que ese es uno de los grandes descubrimientos del libro. Sin ser León Gieco, Patricio Rey contó el país”.
Además y consultado sobre cómo incidieron esos cambios que se dieron a lo largo de su historia en el mito en torno a la banda, Del Mazo analizó: “Al escribir el libro nos dimos cuenta que el mito de Patricio Rey tuvo varios estadíos. Al principio el Indio hablaba de Patricio Rey como una persona que regía los destinos de la banda. Eso fue cambiando y creo que tiene que ver con el gran corte que se produce con la muerte de Walter Bulacio y el distanciamiento con los periodistas que lo habían apoyado en la primera etapa. Y hubo también un gran cambio de público, que pasó de ser de clase media universitaria, tal vez artistas, bohemios, a un público netamente popular, de barrios periféricos, conformado por los despojos que dejó el menemismo. Ahí la leyenda fue mutando y no era tanto la figura de Patricio Rey o la independencia de la banda, sino la experiencia de ir a ver a «Los Redó». Eso creó la gran leyenda de los conciertos federales o lo que Enrique Symns llamó «los Woodstock itinerantes». Hoy nadie se pregunta quién Patricio Rey, que en los 80 era una pregunta válida. Nosotros no nos propusimos develar nada, sino contar lo que veíamos, estas transformaciones”.