Acá nomás pero tres siglos atrás
Acá nomás pero tres siglos atrás

EPÍLOGO

Fundación coral de Rosario

Un siglo de voces retumba al compás del Tricentenario, representado en todos las ciudades que fuimos y en todas las que somos hoy a la vez. La excusa del origen de Rosario también tiene su fecha redonda: se cumplen cien años de pulsiones que construyen identidad. Desde 1925 a hoy, entre registros inapelables y teorías entusiastas, detrás de las celebraciones oficiales asomó siempre la multitud, telón de fondo de anónimas voluntades, vital hacedor de identidad.

ESCRIBE: Joaquín D. Castellanos
HISTORIADOR INVITADO: Diego P. Roldán, investigador UNR-CONICET
ILUSTRACIÓN: Facundo Vitiello

Fundación coral de Rosario

¿Cuántas Rosario caben en 300 años? ¿Cuántas conviven hoy al mismo tiempo? ¿Cuántas hipótesis, deseos, suposiciones y documentos, postulados y detracciones puede haber sobre un mismo hecho? ¿Por qué la obsesión por encontrar ese origen pretendido que de antemano sabemos que no tenemos? ¿Se puede precisar ese momento justo del comienzo? ¿En qué se parecen el Bicentenario de Rosario, de 1925, y el actual Tricentenario? 

En el inexorable camino a octubre de 2025, el asedio creciente de esos y muchos más interrogantes trazó la cuadratura en la que recostamos nuestra curiosidad para ir en busca de la vital asistencia de los historiadores de ahora, para ahondar sobre las huellas que dejaron los de ayer.

Fundación coral de Rosario
Vista de Rosario de Santa Fe (1875). Cromolitografía de Eduardo Fleuti (Museo Marc)
Fundación coral de Rosario
Modelos espontáneos del fotógrafo alemán G. Alfeld en las calles de Rosario (1866). (Museo de la Ciudad)

ROSARIO, EL ORIGEN

Es tedioso pero necesario recapitular: supimos que aquel presunto Bicentenario de mitad de los años XX del siglo pasado, impulsado por los concejales Calixto Lassaga y Antonio F. Cafferata, se había apoyado en la Relación, de Pedro Tuella (1802), que señalaba a 1725 como el comienzo de todo para lo que hoy es Rosario. Que, aunque sin documentos que lo probaran y a partir de un relato de tradición oral, se hablaba de un español llamado Francisco de Godoy que junto a un grupo de indios calchaquíes amigos llegaron escapando de la hostilidad de otros pueblos originarios hostiles. Que Rosario, aún sin tener un pasado colonial como el de Santa Fe y otras antiguas ciudades, era un lugar en el que entonces existían (aunque desperdigadas) estancias que criaban animales y cultivaban la tierra, y que para la misma época apuntada por los festejos había sido nombrada por primera vez en un documento oficial como Pago de los Arroyos, al asignársele a Don Francisco de Frías como alcalde de la Santa Hermandad (autoridad rural). 

Entendimos que Tuella era un aragonés españolista radicado en Rosario que a falta de registros que refirieran a una gesta conquistadora, intentó legitimar la idea de un fundador de cruz y espada en su difuso relato, tomado como base para justificar un festejo descomunal al que vino el Presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear a colocar incontables piedras fundamentales. Que el periodista Fausto Hernández hizo su aporte a más de una década del pretendido Bicentenario de Rosario al “biografiar” a la ciudad y darle a la narrativa sobre Godoy el rango de mito; y que finalmente irrumpió Juan Álvarez con un inédito estudio sistemático de mirada social, económica, urbana, cultural y política para establecer como contrapunto la hipótesis de una Rosario “hija de su propio esfuerzo”, hecha a sí misma, sin ayuda de nadie. 

En definitiva y como resumen, puntos de vistas e intenciones disonantes y un debate inevitable aunque resuelto antes de empezar porque nunca hubo acta de fundación, ni fundador. Casi el mismo repetido (y ya aprendido) cuento pero con una salvedad: el transcurso de un siglo entero, redondo, desde la celebración de 1925 como una gran oportunidad para tratar de entender, repensar y soñar Rosario desde nuestros días. Para hablar de muchas cosas y también de historia.

Fundación coral de Rosario
Plano de Rosario, del ingeniero Nicolás Grondona, impreso por el litógrafo Riviére (1858).
Fundación coral de Rosario
Masiva concurrencia a un acto patriótico del 20 de junio en la plaza Almirante Brown donde hay está el Parque Nacional a la Bandera (1920)

DETRÁS DE LOS 300 AÑOS

“Cuando tuve noticias de que se iba a festejar el Tricentenario lo primero que me despertó fue cierto asombro: decir ¿otra vez?, habiendo estudiado o leído la documentación que trata del primer momento en que esto se festejó, la verdad que parece un poco raro, llamativo… Por lo menos entendí que tenía mucho que ver con una con una búsqueda en torno a la historia, pero que también tenía que ver con renovar un poco la imagen de la ciudad que que es algo que creo que se hace más desde la política que desde la historia, aunque la historia también tiene un componente político fuerte porque no hay ningún tipo de conocimiento o manera de aproximarnos al pasado que no tenga algo que ver con el presente desde el cual se hace esa reconstrucción: las necesidades del presente siempre están operando”, asevera Diego Roldán, investigador rosarino del CONICET, autor del libro La invención de las masas. Ciudad, corporalidades y culturas: Rosario, 1910–1945 (2012), entre otras obras, especializado en temas históricos desde una mirada puesta en lo sociológico.

— ¿Estamos obsesionados los rosarinos por encontrar ese origen pretendido pero que sabemos que no tenemos?

— Todo comienzo, todo origen, de algún modo está marcado por esa sombra de lo que no se conoce, de lo que no se sabe y de lo que también se ha ficcionalizar, digamos no?

Y por eso no se sabe que hay capas narrativas que se adhieren a ese momento inicial que muchas veces es muy difícil, como en el caso que nos ocupa hoy, de establecer cuándo fue, en qué momento, quiénes, cómo. etcétera. Y eso moviliza el vacío. Es muy difícil de cargar porque hay que llenarlo de cosas y en el espacio abstracto no hay posibilidades de enunciado. Me da la impresión que uno tiene que tener un cierto recato de hasta dónde se puede ir con una construcción que puede funcionar hasta cierto punto de manera ficcional. Pero en la identidad siempre hay una búsqueda de una imagen, de un relato que compongan algo que es una multiplicidad, que es muy variado, polimorfo, oculto, que tiene muchas voces involucradas, muchos actores, donde operan muchas fuerzas y de algún modo se lo intenta buscar en un punto de anclaje y unificar, darle como una especie de unidad de origen. 

— ¿Por qué parece para Rosario tan importante buscar su origen?

— En general cuando uno hace ese tipo de reconstrucciones, si las hace desde la idea de no tener las premisas demasiado fijas y dejarse llevar un poco por lo que va encontrando de la documentación, de los testimonios, etcétera, lo que descubre rápidamente es que lo que hay ahí en el pasado, lo que el pasado tiene para para ofrecernos, es todo lo contrario.

Bueno, ahí me parece que hay algo que Rosario podría quizás aprovechar y no aprovecha tanto, que es su excepcionalidad. O sea, este hecho de que no esté tan claro quién fue el fundador, que no haya un acta fundacional que todas estas ausencias la posicionan como una ciudad peculiar, especial sobre todo, no tanto por por la ausencia en sí, sino por la deriva. ¿A dónde llega ese vacío? ¿Qué se puede hacer con la nada? Básicamente, y en el fondo creo que Rosario en eso se resigna, dice no, tengo que encontrar algo que me pueda narrar, algo que que efectivamente sea como una partida de nacimiento de la ciudad, que nos permita fechar, que nos permita decir el origen está acá. Y eso es como un tranquilizante, una especie de sedante que de algún modo, en lugar de incitar más búsquedas, la paraliza más. ¿Por qué volver a los mismos puntos? ¿Porque reiterar esos mismos protocolos de búsqueda en esos lugares, porque hurgar en los mismos repositorios, en las mismas memorias? ¿Qué necesidad hay?

CIUDAD GUACHA

Entre las particularidades de Rosario existe el rasgo primordial de cierta pujanza atada al desamparo, la sensación de la ciudad huérfana que tiene un poco ese potencial para hacer una gran capital pero no lo es de si provincia y vio frustrada en varias ocasiones, en el siglo XIX, la posibilidad de ser capital de la República. 

— Esa orfandad que pesa sobre Rosario, ¿motoriza la necesidad de búsqueda de figurar, de sobresalir? 

— Rosario siempre tiene ese problema de ser como la hermana del medio de Santa Fe y Buenos Aires; como que quedó ahí y no puede asumir ese rol al querer parecerse a alguna de ellas. O tener el origen como Santa Fe, que sí era colonial. Hay un libro de 1909, de Manuel Gálvez, que se llama El Diario de Gabriel Quiroga, y en ese libro la comparación con Santa Fe es abrumadoramente desfavorable. Gálvez se dedica a decir que Rosario es una ciudad fenicia, de ahí salen todos esos motes, y hay que buscarle la vuelta como para que eso no sea un estigma. Esa falta de origen puede parecer un estigma, pero eso siempre te lo plantea otro, y el estigma se puede usar a favor de uno, como identidad. 

— Y mirando más que de reojo a Buenos Aires…

— Álvarez dice que Rosario es un barrio de Buenos Aires. Ahí también ya hay un deslindarse de la historia santafesina, y tiene mucho que ver con lo de la Liga del Sur, con movimientos políticos que planteaban muy tempranamente una escisión de Rosario, una autonomía, un presupuesto propio. Las posibilidades de definir más el destino no sé si de la provincia pero sí de una parte importante de ella, la zona productiva de la provincia.

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Multitudinaria manifestación en Córdoba y Dorrego por el asesinato policial en la Refinería de Cosme Budislavich, el primer mártir obrero. (Caras y Caretas, 1901)
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Fotografía del Parque Independencia, el día de su inauguración, tomada desde la Montañita por Santiago Pusso: al fondo, una panorámica de Rosario (1902).

UNA OPORTUNIDAD

Si en algo se parecen el Bicentenario de 1925 y este Tricentenario es en consagrarse desde el vamos en celebraciones que proponen una exaltación con miras a cambiar la imagen de la ciudad (delinear el presente) y dejar marcas en sus calles a través de obras (pensar para adelante). 

“Lo de las obras que vienen con los 300 años de Rosario ya pasó en el Bicentenario. Todos podemos tener un punto de vista bastante poco afín a decir que históricamente no están las bases sentadas para festejar el Tricentenario pero creo que es una buena oportunidad para hablar de la ciudad, del pasado, algo que hay que aprovechar. Y en cuanto a los festejos, en el Bicentenario creo que tenía mucho que ver con la idea de una sociedad mucho más dividida, no tanto por clivajes, quizá políticos, socialmente, clasistamente, uno diría no era muy clara la escisión que había entre sectores populares y élites. Y las élites estaban con toda la furia, exhibiendo su diferencia social aunque eso va a empezar a declinar poquitos años después; había entonces una convocatoria más en términos en lo histórico que creo que esta vez, a partir de asesoramientos, se decidió que no había que ir por ahí. Y me parece que eso estuvo bien”, explica Roldán.

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Manifestación en honor al senador socialista Dr. Alfredo Palacios
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Entusiasta asistencia a un remate de la firma Rouillón para la Villa Obrera (ca.1921)

A lo largo de todo este siglo que va de una celebración a otra, pero también en el itinerario general de Rosario como pueblo, el telón de fondo de los festejos ha sido siempre ese paisaje que arman el conglomerado de voluntades de muchos seres invisibles que se corporizan en la multitud. Desde los modelos espontáneos del fotógrafo George Alfeld, en 1866, pasando por los asistentes a la inauguración del parque Independencia inmortalizados por Santiago Pusso en la raiz del siglo XX, o el nutrido desfile de transeúntes por la peatonal Córdoba en los años del regreso a la democracia.
La gente, parada siempre de frente a los hechos históricos. Roldán lo destaca como uno de los actores principal. 

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Baile selecto en el Jockey Club de Rosario (Colección Arq. Ricardo Miranda)
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Una mujer y chicos posando en la villa "La basurita", en zona sur, donde la escritora Rosa Wernicke se instaló para escribir Las Colinas del Hambre. (Archivo Diario La Capital, 1938)

“Hay una escenificación que a mí me hace acordar mucho cuando yo trabajaba el Carnaval, por ejemplo, de convocar a la ciudadanía. En aquel festejo se concentró todo en una semana, y ahora es como que hubo un año destinado a esto. Entonces hay distintos hitos que se van produciendo, lo cual también permite abrir ese calendario a otras actividades, a otros sectores, diversificar también territorialmente. No estrictamente desde la historia pero creo que el Tricentenario como marca y como imagen de ciudad funciona, es operativa”.

— ¿Cómo creés que se verá a futuro esta celebración actual?

— No sé bien, no te podría decir qué pasa a nivel ciudadano. Eso sí me interesa saber cómo se recibe esto, qué piensa la gente. ¿Esto le motiva una preocupación histórica? ¿Son más las obras o más los festejos? ¿Qué dispara esto en la gente que vive en Rosario? Eso me parece muy interesante.

El porvenir se ocupará de asomarse a nuevas sentencias detrás de estos festejos que también serán historia. De ahora en más empieza otro siglo de incesante construcción de identidad, sin dudas signado otras veces por discusiones históricas, decisiones políticas e inauguraciones de grandes obras. Cada una de las futuras aventuras celebratorias tendrá sus particularidades pero sobre todo un mismo componente que se repetirá intacto, como hasta ahora: rosarinas y rosarinos en general, encarnando la secreta y vital tracción de lo anónimo, fundadores cotidianos de la ciudad.

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Un mar de transeúntes por peatonal Córdoba en los años ‘80 (Archivo Diario La Capital, sin fecha)
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Concurrencia al evento Noche en Mi Barrio, en Empalme Graneros. (Comunicación Social Municipalidad de Rosario, Marcelo Beltrame - 2025)