Por Stefanía Sahakian (unr.edu.ar)
Todo comienza con un boleto de tren que los talleristas entregan a chicos de séptimo grado, para iniciar juntos un recorrido que cuenta con tres estaciones: Historia de una búsqueda, Derecho a la identidad y la última parada, Identidad genética. “Con este boleto quisimos emular los viajes que hacen las Abuelas por pueblos y ciudades buscando a sus nietos”, cuenta Natalia Santucci, biotecnóloga, investigadora del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, que participó de la Pueblada por la identidad en Funes.
Esta campaña organizada por Abuelas de Plaza de Mayo junto con un colectivo de vecinos funenses, buscaba contarle a estudiantes de escuelas primarias de qué manera la ciencia ayudó a las abuelas a crear una herramienta para encontrar a sus nietos.
Definieron trabajar con chicos de séptimo grado porque ellos son la generación de los hijos de los nietos apropiados y porque consideraban que tenían conocimientos suficientes para abordar la complejidad del tema. Y para seguir construyendo memoria a través de relatos, de materiales pedagógicos como videos, cuentos, etc. “Queríamos tratar de sensibilizar a sus padres a través de ellos, de prender un interrogante en la familia”, comenta la biotecnóloga que estuvo a cargo de la tercera estación. “El de Abuelas fue un caso concreto de la ciencia bajando de su pedestal para ponerse al servicio de algo mucho más grande: restituir la identidad a alguien. Transmitir esto a los chicos y mostrarles que la ciencia es algo accesible fue muy fuerte e interesante”, afirma.
De las siete escuelas que existen en Funes, cuatro aceptaron los pasajes para este tren conducido por un grupo de vecinos, que se proponía contarles a los chicos sobre la incansable búsqueda de las valientes abuelas argentinas.
Historia de una búsqueda
El objetivo de la Pueblada es reactivar la búsqueda de Abuelas en Funes, con la particularidad de que allí existió un centro clandestino de detención. “Queríamos reflotar esta historia porque actualmente Funes está creciendo demográficamente, y muchos desconocen lo que sucedió”, dice Natalia Santucci haciendo referencia a la tétrica quinta de Funes en la que represores de la última dictadura militar torturaron, asesinaron y mantuvieron secuestrados a jóvenes desaparecidos. La primera estación estuvo a cargo de Sofía Méndez, Viviana Trasierra, Milena Romano, Bárbara Peters, Daniel Edecksman y Ana Clara Maraccini.
El eje de la campaña estuvo siempre puesto en la búsqueda de las Abuelas y no en la perversión de la dictadura militar, “hacemos foco en el amor de ellas y no en el odio de los militares, es decir, en la historia de las abuelas y en cómo se organizaron a lo largo de la historia democrática”, explica Santucci.
Segunda parada
En la segunda estación llamada Derecho a la Identidad participaron Santiago Bereciartúa, abogado de Abuelas e H.I.J.O.S, Nadia Schujman, abogada de la agrupación H.I.J.O.S. y Natalia Moyano, María Di Pato y Sofía Barro Fosin. La idea de este equipo era poder transmitir de qué se trataba la identidad en términos legales y por qué es un derecho inalienable. Buscaban reconstruir y restituir con los chicos de las escuelas de Funes, la memoria y la historia, desde lo legal y desde lo biológico.
Parte del equipo de la Pueblada estuvo pensando y diseñando los materiales pedagógicos con los que trabajaron, y además utilizaron videos de PakaPaka y cuentos del libro “Ovillo de trazos”. Uno de estos relatos mostraba una cuenta que un niño apropiado hacía en un cuaderno, sumando características, situaciones y experiencias que como resultado le daban su identidad. “Les propusimos a los chicos que detrás del boleto de tren que les entregamos armen su cuenta familiar, para ver cuál era su grupo de pertenencia”, comenta la investigadora y agrega: “Fue un tema sensible de tratar porque no sabíamos quién estaba del otro lado y qué historia tenía. Debíamos ir con mucha cautela porque no queríamos despertar miedos”.
Los niños empezaron a hacer la cuenta de las cosas que los identificaban: los atributos, las pérdidas, las canciones, las marcas y las escenas que los habían atravesado. Porque la identidad se construye así, sumando, incluso las faltas, incluso los miedos. Pero para sacar cuentas son necesarios los datos.
Índice de Abuelidad
En la tercera estación, las que se subieron a conducir el tren fueron Natalia Santucci junto con Valeria Perbellini, médica clínica del Hospital Clemente Álvarez. “Queríamos contarles que es necesario biológicamente saber de dónde venimos y que el derecho a la identidad se puede marcar en términos científicos también”, relata Natalia.
Hablaron con los chicos sobre los genes, sobre cómo nos signan y sobre cómo las abuelas en su necesidad y desesperación de encontrar a sus nietos se acercaron a científicos de nuestro país y del exterior, para construir una nueva herramienta científica que se llama Índice de abuelidad. “Cuando vos tenés la generación de madre y padre, encontrar al hijo es menos complejo, pero cuando esa generación fue desaparecida, no está, que es lo que sucedió con nuestros desaparecidos, no podemos acceder al material genético de los papás, pero sí al de los abuelos”, explica la investigadora. Era necesario ir a una generación más atrás: “Lo que hicieron las abuelas fue construir con un grupo de científicos un índice, se hace un análisis del material genético y luego estadísticamente demuestra que ese individuo pertenece a ese grupo de abuelos y tíos”. Esta herramienta fue pionera en el mundo, se generó por primera vez para Abuelas y se hizo con la ayuda de científicos de Argentina, Estados Unidos y Canadá.
Banco
Es importante destacar la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos en 1987, el primero en el mundo relacionado a la búsqueda de personas desaparecidas, “Las abuelas, tíos y familiares de los nietos buscados se sacan una muestra de sangre para poder hacer un genotipo de cada uno de los familiares que están buscando sus nietos y luego, si alguien tiene la sospecha de que puede ser hijo de desaparecidos, se coteja la identidad genética de este individuo con el de la familias posibles que lo podrían estar buscando, almacenado en el Banco de Datos Genéticos”, detalla Natalia.
La primera nieta que se recuperó se reconoció por parentesco, por información, por similitudes físicas y reconstrucción de la historia. “Había sido secuestrada a los 2 años, así que la abuela recordaba algunos de sus rasgos. La segunda nieta recuperada, Elena Gallinari Abinet, fue con el índice de abuelidad, fue la primera vez que se pudo demostrar científicamente”, recuerda la docente de la UNR.
Abrir puertas
Como cierre de la Pueblada por la identidad, los vecinos voluntarios de esta campaña hicieron una jornada para exhibir el trabajo realizado por los niños y además dos murales que habían construido colaborativamente con artistas plásticas de la ciudad, Margarita Wells y la directora de teatro, Romina Mazzardi. “Empezamos con una actividad pequeña, dando talleres en colegios y terminamos abriendo al público las puertas de la Quinta de Funes”, destaca Natalia y agrega que fue un proyecto que los superó a todos en términos emocionales, políticos y culturales.
La quinta se llenó de vecinos, de familiares de los desaparecidos y detenidos que habían pasado por aquel centro de torturas, de los niños que habían hecho sus cuentas y sus familias. Y también estuvieron presentes los desaparecidos: con fotos, con voces de otros que relataban entre los asistentes sus historias, con cartas. Hubo una reapropiación colectiva de ese espacio para seguir recuperando y sanando la historia.
La investigadora sostiene que van a seguir trabajando. “Considerando los últimos dos años de nuestro país, en los que aparece una política negacionista, una revictimización de los militares, el 2×1, las prisiones domiciliarias, sentimos que estamos retrocediendo. Seguir trabajando este tema hoy es una disputa de sentidos”.
La forma más creativa de conocer el mundo
Para una biotecnóloga, docente universitaria e investigadora del Conicet no es fácil pararse frente a preadolescentes para hablar sobre ciencia. “Fue un desafío enseñar este tema a los chicos, yo no sabía si habían visto lo que era una célula, si conocían sobre el núcleo celular, si sabían lo que era un gen, etc. Estaba habituada a trabajar en un laboratorio y ahí parece que la ciencia queda encerrada. Poder contarle a otro que la ciencia es una forma de conocer el mundo y es la más creativa que hemos encontrado fue algo muy fuerte. Y me refiero a todas las ciencias, no sólo a las exactas o biológicas, sino a las sociales y a las humanas también”.