El Hincha

Opinión

Fútbol: lo que ves no es lo que es 

Por: Alejandro Duchini


Hay una historia popular de tintes dramáticos que se cuenta desde el humor. Alguien llega a su casa y encuentra sorpresivamente a su pareja en la cama con otra persona. Perplejos, ninguno sabe cómo reaccionar. A lo sumo, quien acaba de llegar dispara un insulto, algo bien hiriente que le sirva para escupir el dolor que le aparece como un rayo; el dolor de la traición. Desde la cama, sin argumentos y totalmente en off side, surge una defensa irrisoria, sin argumentos. “No es lo que parece”, puede decir. O “no es lo que vos pensás”. La imagen, sabemos, vale más que mil palabras.

Algo de eso hay en los medios de comunicación de la Argentina actual. Después de ver buenos partidos de la Eurocopa y de la Copa América, hacia el fin de semana pasado volvió el fútbol de Primera División. Otra vez, canchas en mal estado, patadas, protestas y equipos que piensan más en cuidar su arco que en atacar el contrario. El fútbol argentino no es el Seleccionado. Pero los relatores y comentaristas de tv quieren hacernos creer que sí. Entonces, cuando no pasa nada, cuando los minutos transcurren sin ataques ni gambetas ni ideas, cuando algún jugador intrépido se anima a sacar un tiro que sale desviado a veinte metros del arco rival, no falta el relator que elogia la jugada previa, que nos inventa un pase magistral que en realidad salió de casualidad. Enseguida se le suma el comentarista, que agrega explicaciones sin asidero para intentar contarnos por qué el fulano que pateó la mandó tan afuera. Puede ser que la pelota estaba desinflada, o que cuando se la pasaron dudó sobre si estaba en posición adelantada y entonces debería esperar su corrida o que, simplemente, le salió mal. Eso, por no mencionar cuando hablan del doble cinco como sistema y los tres parados en un círculo concéntrico de 3 metros para moverse a la derecha y a la izquierda según vaya la pelota. ¡Vaya inteligencia! ¿Cómo es que estos tipos la tienen tan clara? ¿Cuántos partidos de fútbol habrán visto? ¿Cómo se prepararon tanto y tan bien para saber lo que saben?

El tema es hacer una historia genial donde no la hay. Tal vez sea una bajada de línea para vender el “producto fútbol” y piensen que de tanto insistir, vamos a creer que vemos lo que no vemos. Ellos, los relatores y los comentaristas, insisten con que somos testigos de partidazos. Y cuando se dan cuenta de que ya no hay qué inventar, nos hablan de la emoción del público, que es cierta, pero no alcanza. Quieren meter emoción donde no la hay. Y hasta pueden explicar el gol al decir que “la pelota entró (al arco) porque Zutano le pegó a la izquierda, donde el arquero no llegaba”. Y mientras ellos explican eso tan básico, nosotros lo vemos. Pero no sería lo mismo sin estos cráneos que nos afirman la acción. ¡Gracias totales!

A veces, cuando las cosas están muertas y ya no hay qué inventar, tal vez aparece un Fernando Niembro para contar que estuvo en el restaurante de Pepito o Agapito porque garpa el chivo, pero no habla de fútbol. Habla de comidas y de que Pepito y Agapito son hinchas de tal y que en este momento miran la transmisión. Entonces le mandan saludos que enseguida serán retribuidos. Qué sería de nosotros, televidentes desolados, sin ellos. Al mismo tiempo, cada vez son más los comentaristas que apelan a un sonido pseudo norteamericano, a mitad de camino entre el inglés y el papelón. Son los que después venden juego on line con mirada canchera, sobradora. “Apostá in lain”, sueltan, en vez de “apostá on line”.

Claro que estos relatores y comentaristas no marcan tendencia. Llegaron tarde; lo que hacen es lo mismo que ya hacían los políticos, sólo que ahora más acentuado. Por ejemplo, los funcionarios de Economía nos mienten con números. Nos quieren convencer de que la inflación bajó, de que el PBI tal cosa y de que la V económica ya está en su punto ascendente. Argentina es un país sin problemas, ya lo verán. Para decirlo sin ponerse colorados, cuentan con números inflados, con periodistas mediáticos e impresentables y una tropa de guerreros de Twitter que salen a quemar a los opositores.

Pero cuando uno sale a la calle, cada día se ve más gente durmiendo en las veredas, a la intemperie. Personas que se pelean por un lugar bajo un balcón, ya no un techo y cuatro paredes. El cajero automático en tiempos invernales es un privilegio que no todos pueden ocupar. Igual que las estaciones de subte. La ciudad donde vivo, Buenos Aires, este invierno fue escenario de cinco muertes por el frío en una semana. La cifra -que vaya uno a saber si no se queda corta- sigue en aumento. Pero el jefe de Gobierno hace campaña para limpiar las veredas porque para él, la mugre, son los indigentes.

Hace unos días entrevisté al escritor Juan José Becerra. En un momento de la charla le pregunté por qué se reía tanto de Luis Majul en sus columnas de ElDiarioAr. Me dijo: “Me gusta escribir sobre Majul porque es una figura que todavía no puedo creer que exista. Y no puedo creer en lo que lo hace existir: que es su público. Me llama la atención ese pacto como de circo criollo, de juguete: ¿cómo le van a creer a Majul? Es de locos. A veces me pongo pesado con él, y tal vez es un tipo bárbaro, pero no puedo creer la facilidad con que distribuye esas esporas de infección informativa. ¡No puedo creer lo fácil que la tiene! A veces pienso que este tipo no tiene la culpa. El que tiene la culpa es el que se sienta a verlo. Te juro que a veces pienso eso. ¿No son personas más o menos preparadas, con alguna formación, para resistirse a ese oleaje? Eso me sorprende. En la literatura mentís, hasta en tu casa podés mentir. ¿De qué depende que Feinman no le mienta más a la gente, o Majul o Trebucq…? Hablo de esta delantera de metegol porque están pegados, parecen una sola persona, de tres cabezas. Depende de ellos que no mientan más. Es una cuestión de uno. Así funcionan hoy las expendedoras de sentido, y quien lo recibe está cada día que pasa en un estado de debilidad mayor. Bueno, que les vaya bien, qué sé yo…”.

Otros periodistas deportivos brillan por su desinformación. Entre ellos, los de TN Deportivo, programa que en sus inicios era más o menos serio. El domingo pasado había dos presentadores hablando mal de los dirigentes de los clubes. La dejaban picando para que el televidente piense “claro, la solución está en privatizar el fútbol”. Uno de ellos, con su cara de indignado, pateleó contra la anterior dirigencia de Independiente. Dijo -con toda la razón del mundo- que Hugo Moyano y su gente estafaron al club, que se fueron y dejaron el tendal. Lo que no dijo (y no se sabe si para defender a la gestión actual, que sigue el mismo camino que la de Moyano), es que los dirigentes que están ahora son los que estaban antes. ¿Su error habrá sido por desinformación o por orden de arriba?

Pero, claro, si nos quedan dudas, enseguida aparece en la pantalla de TN Deportivo el inefable Caruso Lombardi. No le pidamos argumentos sino calentura. Verborrágico, se pone el traje de héroe y habla y habla y habla. Los conductores lo escuchan: saben que el gran Caruso (ojo, no hablamos del tenor Enrico Caruso, eh) tiene la posta, canta la justa. Caiga quien caiga. Menos mal que está él.

Así estamos, así nos (des)inforamos mientras nos taladran la cabeza por todos lados. Riquelme tenía razón: hay que mirar los partidos con el volumen del televisor en cero.

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