No hay de un lado y del otro. Hay equipos con mujeres y hombres. Juegan Juan Pablo Sorín, Sebastián Domínguez y Matías Vargas con Macarena Sánchez, Camila Gómez Ares y Sol Domínguez. No hay diferencias: en un equipo hay jugadoras y jugadores. Se suman al juego las actrices Dolores Fonzi y Thelma Fardín, el periodista Martín Souto, la cantante Miss Bolivia, el campeón del mundo en futsal Damián Stazzone. Y más y más. En la mañana de este sábado, en el polideportivo de San Lorenzo en Boedo, y con la organización de Amnistía Internacional Argentina, se desarrolló un torneo recreativo de fútbol mixto, bajo la consigna #Mejuegoporlaigualdad, porque, al cabo, de eso también se trata el deporte.
En el marco de la profesionalización del fútbol femenino en la Argentina, empujado por la denuncia de Macarena Sánchez, la futbolista desvinculada en enero de UAI Urquiza, y de los partidos de fútbol femenino disputados en los estadios de los equipos de Primera División, como el reciente en La Bombonera, el fútbol mixto se coló en la agenda del fútbol como una modalidad posible. “En este tiempo atravesamos muchas dificultades y hace muchísimos años estamos luchando y jugando, no es que es de ahora -dijo Macarena Sánchez-. Eso es una enseñanza para seguir luchando por los derechos como jugadoras y trabajadoras”.
Cerca de ella, lo corroboraba Mónica Santino, exfutbolista y entrenadora de fútbol femenino del Club La Nuestra de la Villa 31, y Betty García, una de las jugadoras pioneras que participó en México con la selección argentina en el Mundial de 1971. Impulsado principalmente por las mujeres, el fútbol mixto es, ante todo, y en el corto y mediano plazo, una búsqueda de igualar desde la infancia. Lo certificó la jornada desarrollada en San Lorenzo, el club anfitrión y el primero en el país en darles a las y los socios fútbol mixto. Porque los condicionamientos culturales, a la hora de que el fútbol mixto sea posible, pesan todavía mucho más que las diferencias biológicas.
