(Télam, por Fabián Rodríguez).-
Tras la expectativa generada por su debut del lunes pasado en el Teatro Colón, Charly García logró en la segunda presentación del espectáculo “Líneas Paralelas, Artificio Imposible”, convencer definitivamente a quienes lo vieron que dos noches fueron poco.
Nuevamente a sala llena, los primeros loops de “Dileando con un alma” fueron la señal para que el histórico telón de terciopelo se corriera y dejara ver una puesta que conmovió a los más de 2.500 incondicionales de todas las edades que esperaban ansiosos ver al ídolo, junto a la banda que lo viene acompañando en esta etapa, The
Prostitution, y la Orquesta Kashmir, dirigida por el compositor y arreglador Patricio Villarejo e integrada por dos cuartetos de cuerdas.
Parapetado detrás de un elegante set que combinaba sus tradicionales teclados con cuatro Ipads estratégicamente ubicados arriba de cada uno, García continuó con “Vía Muerta” y “Desarma y sangra”, entre gestos de complicidad hacia el público y guiños a
los integrantes de su propia banda, a quienes deja desplegar un crescendo para que progresivamente se luzcan a lo largo de todo el show.
Desde Rosario Ortega (observada desde la quinta fila por papá Palito), que arranca con su versión más tenue y termina acaparando la escena hacia el final del espectáculo cantando a dúo con García, hasta el baterista Toño Silva, todos los músicos de The
Prostitution descuellan en las interpretaciones neoclasicistas y polirrítmicas de los hits (y también de los no tan hits) que forman parte del repertorio de “Líneas Paralelas”.
Fabián Von Quintiero, Fernando Samalea, el “negro” García López, Carlos González, Julián Gándara, Christine Brebes y Herman Singer completan el cuadro de honor del actual equipo Say No More.
“Tango en segunda” fue la excusa perfecta para la aparición de uno de los primeros puntos altos de la noche: Jean Francois Casanovas, en una versión “cyber drag queen”, se adueña por unos minutos de la escenografía montada por Renata Schussheim y convence a propios y extraños de su eterna vigencia como el gran performer argentino.
“El amor espera”, “Promesas en el bidet” y “Anhedonia” cierran el primer capítulo antes de que Charly anuncie el intervalo que toda gala lírica exige para ser considerada como tal.
Cuando se prenden las luces del auditorio todo es euforia descansada hasta que alguien encuentra la ubicación de León Gieco y Fito Páez: una nueva ovación unánime se contagia desde cada uno de los rincones, incluso desde el palco que se encuentra en el primer anillo justo frente al escenario, donde el ministro de Cultura, Hernán Lombardi, junto a otros funcionarios del gobierno porteño aplauden por las dudas.
A la vuelta del descanso, García, de saco púrpura y ya sin sombrero, irrumpe con “Promesas en el bidet”, una versión bien rockera de “Los dinosaurios”, la emotiva evocación a Mercedes Sosa en “Cuchillos”, y otro de los picos más fuertes de la velada: “Eiti Leda”, con todo el teatro cantando y aplaudiendo de pie durante una ovación que dura varios minutos.
A esta altura no debería llamar la atención que esta obra maestra del rock sinfónico despierte la emoción y el aplauso de todos los presentes: lo que impresiona, en realidad, es ver a un auditorio compuesto en su inmensa mayoría por personas que al momento de componerse esta canción aún no habían nacido, vivándola como si se tratara del tema que está de moda en Youtube.
“Vos también estabas verde”, “Fax u!” y “Parte de la religión” son los clásicos que le ponen broche de oro de la segunda parte del espectáculo, en la que también pasan por el escenario dos talentos consagrados a los que el ex Serú Girán presenta como «amigos míos»: Bernardo Baraj en saxo y Bernard Fowler en coros.
Para el cierre a -literalmente- toda orquesta, una de las mejores versiones escuchadas de “Inconsciente colectivo” deja con ganas de más a todos los presentes, aunque el propio García intente tranquilizarlos con un «esperamos volver pronto, si nos dejan».
Al final, el aplauso y la ovación vuelven a apoderarse de todas las curvas del Colón, confirmando las condiciones de artista popular y genio musical que han hecho de García, a esta altura, un fenómeno policlasista y multigeneracional sin demasiadas razones de fuste para cuestionar. (Télam)