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Quilici: “Gardel fue superior a todos”

Por: Santiago Baraldi.- Hace 44 años que Gerardo Quilici difunde a los próceres del 2x4. Y comenzó su aventura gracias a que sus amigos le insistieron: “Yo era muy tímido”, admite y cuenta que fueron ellos quienes idearon el nombre que aún se mantiene “A Todo Tango”.

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Su estudio es un museo del tango. Sobre el escritorio se apilan los compact que dispuso para el programa de la noche; las paredes están cubiertas por los próceres del 2×4, las fotos que hablan de la amistad que en los años cosechó junto a Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche o Edmundo Rivero. Gardel está por arriba de todos, preside la sala que tiene en sus estanterías discos de todas las épocas, compacts, libros, bibliografía, cassettes, cintas con grabaciones caseras, revistas y recortes. Gerardo Quilici abre la tapa de un mueble en perfecto estado, allí asoma una vitrola a la que le da manija y comienza a girar un disco de pasta de Gardel: “Este mueble me lo regaló una oyente, ¿podés creer?”, dice, arrastrando todavía el asombro. El pasado mes de abril fue homenajeado por la Casa del Tango por su trabajo en la difusión de la música ciudadana por más de 40 años –las cuatro décadas exactas se cumplieron en 2009– y colocaron su nombre a la esquina de Wheelwright y España, donde en un prolijo cartel en letras fileteadas se lee: Gerardo Quilici.

Nació en el 41, en Arroyo Seco, en el patio de la escuela primaria se cruzó en una ardua discusión con un compañero del tercer grado que sostenía que Alberto Castillo era mejor cantante que Gardel: “Fue en 1950 y Castillo estaba muy de moda, pero no se podía comparar con Gardel. Le preguntamos a una maestra que de manera salomónica saldó la discusión diciendo que los dos eran buenos. Gardel fue superior a todos, él inventó la forma de cantar tango; él no tuvo espejos. Después todos se reflejaron en Gardel”. Su amor por el zorzal criollo lo certifica una foto, donde un Quilici de seis años, con pantaloncitos cortos y engominado sostiene un gran cuadro con la imagen del “Troesma”.

“Me críe en la década dorada del tango y en mi casa la radio estaba muy presente. Allí escuchaba a las orquestas típicas, los cantores que tocaban en vivo, el oído se me fue haciendo al tango. Tenía dos tíos maternos que tocaban violín y piano, quienes también influyeron en esta pasión. Ya de adolescente me interesó, además del gusto por la música y la poesía del tango buscaba material como hecho cultural, me gustaba investigar los orígenes de la música ciudadana que nos define”, agrega Quilici, miembro de la Academia Nacional del Tango, socio protector de la Academia Porteña deL Lunfardo y presidente honorario de diversas entidades y peñas de tango de Rosario e interior del país.

Todo por los gomías

Los misterios más profundos del tango pasan por Gardel y el cuarteto que Troilo tenía con Grela.
Regalo. La vitrola le llegó de un oyente de «A todo Tango».

 

En el año 69 era quien más información y conocimientos tenía en la barra de amigos que integraban la Peña Antonio Ríos de Arroyo, ya había dejado Medicina y trabajaba como viajante de comercio. Un amigo de San Nicolás le comentó que abría una radio: “Mis amigos me empujaron para hacer el programa, yo era muy tímido. Me largué con el apoyo de ellos, que incluso le pusieron el nombre: «A Todo Tango». Elegí el horario después del fútbol, que se jugaba los domingos y toda la fecha a la misma hora, me quedaba una audiencia bárbara y me fue realmente muy bien. Llevaba cosas que no se pasaban por radio y además hacía docencia. Los programas de antes sólo pasaban discos y yo le agregaba otras cosas. Después me mudé a Rosario, a LT3 en el 76, luego pasé a LT2 en el 84 hasta el día  hoy, manteniendo con los oyentes una relación de fidelidad increíble”.

Cada noche, tres temas de Gardel son obligatorios y los viernes pasa canciones de dos de contemporáneos al Morocho del Abasto: Agustín Magaldi e Ignacio Corsini.

Sobre sus preferencias, Quilici afirma: “Los misterios más profundos del tango pasan por Gardel y el cuarteto que Trolio tenía con Grela, para mi gusto, algo sublime. Después, las orquestas de Pugliese, Fresedo, Gobbi, Di Sarli, D’Agostino; en cuanto a cantores me gusta mucho Raúl Berón, cantor muy gardeliano sin imitar a Gardel; también Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Ángel Vargas, Alberto Marín…”

“Después, Goyeneche, me parece un genio”, dice tras hablar de Gardel, Magaldi y Corsini.

“Cuando terminan los cantores de orquesta con Troilo en el 63, aparece Goyeneche como solista, acompañado por un director que le dio una vuelta al tango. El mérito del Polaco fue elegir los mejores tangos, los mejores poetas como Cátulo Castillo, Homero Manzi, Discépolo, Homero Expósito, García Jiménez… Y trajo una nueva manera de expresar el tango, lo hizo entendible para cualquiera. Goyeneche enseñó que hasta los silencios se cantan. Una vez fue a cantar a Arroyo Seco y un pibe de 20 años le hace una nota y le pregunta: «¿Qué tengo que hacer para que el tango me guste?». Y el Polaco le dijo: «Viví, pibe, viví…». Como decía Troilo, el tango sabe esperar y nos llega a todos”.

De difusión y milongas

Los misterios más profundos del tango pasan por Gardel y el cuarteto que Troilo tenía con Grela.
Los misterios más profundos del tango pasan por Gardel y el cuarteto que Troilo tenía con Grela.

Con 44 años haciendo cada noche A Todo Tango Quilici se queja de la escasa difusión en los medios locales de la música tanguera. “Pero, paradójicamente, hoy en Rosario hay un movimiento del tango con milongas increíbles, orquestas agrupadas en Músicos Tangueros Rosarinos (Mutar), hay más de 40 grupos de tríos, cuartetos, en Buenos Aires también, pero no tienen difusión; incluso hay bares de barrio en los que toca gente joven pero falta el apoyo de los medios para difundirlos”, remarca.

“Cuando en los años 60 irrumpe en la tele El Club del Clan con sus letras pasatistas, el tango queda en un segundo plano”, lamenta.

Quilici cuenta orgulloso las veces que le tocó presentar en el Teatro La Comedia o el Fundación a Pugliese –lleva una foto de él en la billetera como protección “antimufa”– o su charlas con Trolilo, o con Horacio Salgán en Mar del Plata, o Atilio Stampone, o las tertulias interminables con El Polaco, cada una de ellas registradas en fotografías que ilustran su estudio. Los integrantes del Sexteto Mayor pasaron por su casa y con gran celo, el coleccionista atesora el momento en que Raúl Garello estrena un tango en el patio de su casa, largas conversaciones con Pepe Libertilla y las anécdotas de viajes difundiendo el tango por el mundo. “Cuando estoy en mi estudio yo se que el espíritu de todos ellos me acompaña. Hay letras para cada estado de ánimo; mis preferidas son las de Homero Manzi, que trasuntan argentinidad y «Sur» es un poco el himno de todos los tangos. «La última curda», de Cátulo Castillo, cuando el tipo dice «la vida es una herida absurda»… Ahí está toda la filosofía en cuatro palabras”.

El hijo tanguero

A su hijo varón, obviamente lo bautizó con el nombre de Carlos en homenaje a Gardel, su ídolo. Carlitos creció y si bien mamó el tango en la casa como su padre, como muchos adolescentes creció con la música de Luis Spinetta y Charly García. Papá Gerardo sufría en silencio el apodo lógico de Charly, como amigos y compañeros llamaban. Charly de pequeño tomó clases de bandoneón, pero el rock pudo un poco más y se inclinó por la guitarra eléctrica. Gerardo, estoico y respetuoso de los gustos de su hijo, soportó los ensayos en su casa de la banda de Charly Quilici, <Sorgo de Alepo>. “Venía una vecina y se quejaba por el ruido —recurda Gerardo— hasta que un año, Carlos viajó como mochilero a Chile; allí, una noche con sus amigos y otros chicos y chicas chilenos escucharon mi programa, LT2 llegaba hasta allá, llamaron al contestador para que les dedicara un tango. Carlos estaba sorprendido cómo jóvenes chilenos sabían quién era Manzi, Pichuco y Pugliese. Después de aquel viaje, un día escucho que estaba tocando el bandoneón en su cuarto, retomó las clases y hoy tiene su orquesta: Los Tauras, y a fin de junio viajan a Europa a tocar. Los otros días compartimos juntos un programa en la tele y estaban pasando un cumpleaños de hace unos años atrás de Charly García, con amigos músicos y ya, medios chupados, al final terminan todos, a caro, cantando Sur…”

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