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Garibaldi, el héroe de dos mundos

Por: Rubén Alejandro Fraga

Hoy se cumplen 130 años de la muerte de Giuseppe Garibaldi, el legendario revolucionario y líder de la lucha por la unificación e independencia de Italia. Admirado por unos y odiado por otros, Garibaldi fue la figura italiana más popular del siglo XIX y uno de los personajes históricos más fascinantes de todos los tiempos. Por sus luchas en Italia y Sudamérica se lo llama “el héroe de dos mundos” y a menudo se lo compara con otro guerrillero que como él combatió por sus ideas en pro de la independencia de los pueblos: el argentino Ernesto Che Guevara, quien lo admiraba.

Victor Hugo escribió: “Garibaldi, ¿quién es Garibaldi? Es un hombre, y nada más. Pero es un hombre en la acepción más sublime de la palabra. Un hombre de libertad, un hombre de humanidad”. Señalado como un “verdadero ciudadano del mundo” y un “caballero de la humanidad”, fue ante todo un “unificador de tendencias” estimado por su sincera abnegación, su integridad y su coraje. Predicaba la unidad entre los hombres, y era un convencido de la necesidad de luchar “por la humanidad y la libertad en general”. Librepensador, reclamaba la separación de la Iglesia y el Estado e impulsó la educación obligatoria, gratuita y laica.

Aunque rechazaba el ateísmo, la indiferencia y el “miserable materialismo”, fue denostado por los católicos al enfrentarse con el papa Pío IX, quien durante su pontificado –de 1846 a 1878, el más largo de la historia– proclamó el control de la Iglesia sobre la ciencia, la educación y la cultura en los Estados Pontificios y se opuso tanto a las demandas de un gobierno constitucional como a la unificación de Italia para defender su condición de Papa-rey, con poder terrenal en el centro de la península.

Giuseppe Garibaldi nació el sábado 4 de julio de 1807 en la ciudad de Niza, actualmente en la costa francesa del Mediterráneo, cerca de la frontera italiana, pero que entonces formaba parte del reino piamontés. Segundo hijo de un pobre pescador oriundo de Liguria, en su juventud trabajó como marinero y su educación fue autodidacta. Garibaldi era un niño cuando, en el Congreso de Viena de 1815, posterior a las Guerras Napoleónicas, Italia quedó totalmente dividida, sin ningún tipo de institución unificadora. En 1832 obtuvo el título de capitán de buques mercantes y al año siguiente entró en contacto con la obra del genovés Giuseppe Mazzini, el gran promotor de la unidad italiana, y la del socialista francés Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon.

En 1834 se unió a la Joven Italia, la sociedad secreta revolucionaria organizada por Mazzini, cuyo objetivo era alcanzar la libertad y unificación del pueblo italiano dentro de una república autónoma. Ese mismo año Garibaldi participó en un motín republicano en el Piamonte. Al fracasar, fue condenado a muerte por el rey de Saboya. Pero logró escapar y se refugió en Sudamérica, donde participó en varias acciones bélicas, luchando junto con aquellos que combatían por la libertad o la independencia, con tanto ardor como si se tratara de su querida Italia. En 1836 participó como capitán de barco en la malograda insurrección del Estado de Río Grande del Sur que quería separarse del Brasil gobernado por el emperador Pedro I. Malherido por un proyectil portugués, fue recogido por argentinos en un lanchón a la deriva en el río Uruguay mientras agonizaba. Un cirujano entrerriano de la ciudad de Gualeguay le extrajo la bala y le salvó la vida.

En 1837 viajó a Montevideo, que estaba inmerso en la guerra del presidente uruguayo depuesto Manuel Oribe, apoyado por el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, contra el gobierno de facto del general Fructuoso Rivera instalado en Montevideo y asistido por Brasil y las flotas francesas e inglesas.

Garibaldi participó del lado de Rivera en apoyo de lo que se conoció como el Gobierno de la Defensa, y durante el sitio de Montevideo –por fuerzas rosistas apoyadas por leales a Oribe– fue el almirante a bordo de lanchones y el general que comandó la legión italiana, cuyos miembros fueron los primeros “camisas rojas”, el atuendo garibaldino que caracterizó después a todos los que lucharon por la liberación de su pueblo en distintos puntos de Europa.

En ese contexto, Garibaldi protagonizó batallas navales épicas contra la flota rosista al mando del almirante Guillermo Brown, quien definió a su adversario como “el más generoso de los piratas que haya nunca encontrado”.

En medio de sus aventuras guerrilleras, Garibaldi se casó en 1842 en Montevideo con Ana Maria de Jesus Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi, una brasileña a quien había conocido en Laguna, Santa Catarina, en un auténtico amor a primera vista. Con ella tuvo cuatro hijos: Menotti, Rosita, Teresita y Ricciotti.

En Montevideo, además de su actividad revolucionaria, Garibaldi dio clases de matemáticas e ingresó en 1844 a la logia masónica Les Amies de la Patrie. Mientras, trazó un plan de trabajo para la continuación de la lucha por la liberación de Italia. Su fama como militar y estratega llegó hasta Europa, continente al que regresó en 1848 para unirse al Risorgimento, el movimiento en favor de la liberación y la unificación de Italia, que en ese tiempo estaba dividida en varios Estados. Así, emprendió numerosas batallas a favor de la independencia de los reinos y territorios italianos, ocupados por Austria y Francia, a las órdenes del ejército del reino de Saboya. Y se convirtió en un auténtico héroe para el pueblo italiano ávido de libertad. A finales de 1848 el papa Pío IX abandonó Roma, temeroso de las fuerzas liberales dirigida por Mazzini y otros revolucionarios, quienes proclamaron la República. Garibaldi reunió a sus voluntarios y se dirigió a Roma, y en febrero de 1849 fue elegido diputado republicano. Durante la asamblea constituyente insistió en que Italia debía convertirse en una república unida e independiente.

Dos meses después los franceses atacaron Roma para restablecer la autoridad papal. A ellos se unió en abril un ejército napolitano. Garibaldi dirigió la defensa de Roma, pero tras el asalto de la ciudad el 1º de julio de 1849 tuvo que negociar un acuerdo con sus adversarios. Se le permitió salir de Roma y refugiarse con 5.000 seguidores en el estado neutral de San Marino. Pero la mayor parte de sus soldados fueron asesinados o capturados. Garibaldi viajó sucesivamente a Tánger (Marruecos), a Staten Island (Nueva York) y a Perú. En esta época rompió relaciones con Mazzini por la rígida postura política del republicano, pues Garibaldi consideraba que era necesaria una alianza con el rey de Cerdeña, Víctor Manuel II. En 1854 regresó a Italia y se instaló en la isla de Caprera. El primer ministro del rey, el conde Camillo Benso di Cavour, le concedió el mando de las fuerzas piamontesas que intentaban rechazar a los austríacos. Garibaldi triunfó en Varese y en Como en mayo de 1859. Entró en Brescia al mes siguiente, con lo que el reino de Cerdeña se apropió del Piamonte. Al asegurarse la paz en el norte de la península, Garibaldi se dirigió a Italia central, dominada por los estados pontificios, pero el rey Víctor Manuel II lo frenó.

Aprovechando el descontento de Sicilia contra la dinastía de los Borbones de las Dos Sicilias, dirigió desde Génova la “expedición de los mil” o de los camisas rojas. Conquistó la isla de Sicilia en 1860 y estableció un gobierno provisional. Luego tomó Nápoles y en febrero de 1861 terminó la conquista del sur italiano, que cedió a Víctor Manuel II. Así, se proclamó el nuevo Reino de Italia, con Víctor Manuel II, y desapareció el Reino de Cerdeña. No obstante, ni Roma, gobernada por el Papa y protegida por tropas francesas, ni los territorios del norte del mar Adriático, como Venecia, bajo control austríaco, formaron parte del nuevo reino.  Garibaldi rechazó los cargos y honores que le fueron ofrecidos por el nuevo reino y se retiró a su casa en Caprera. En los años siguientes organizó la Sociedad para la Emancipación de Italia. En Sicilia reclutó un pequeño ejército de voluntarios para conquistar Roma e incorporarla al estado unificado de Italia. Sin embargo se topó con la oposición de Víctor Manuel II, contra quien luchó en la batalla de Aspromonte el 29 de agosto de 1862. Garibaldi fue herido y capturado, pero no tardó en ser liberado por sus actos anteriores a favor del rey.

Sin renunciar a su sueño de una Italia unida, Garibaldi volvió a formar un regimiento de voluntarios en 1866 para anexionar los Estados Pontificios. Después de las primeras victorias, fue derrotado por las fuerzas conjuntas del Papa y los franceses en noviembre de 1867 y estuvo prisionero durante un tiempo.

Retirándose nuevamente a Caprera, presidió el Comité Central Unitario italiano, ofreció sus servicios al gobierno francés en 1870 y luchó en la guerra franco-prusiana. Roma y los Estados Pontificios fueron anexionados por Víctor Manuel II a Italia en octubre de 1870, y el Papa se retiró a la ciudadela del Vaticano.

Garibaldi fue elegido miembro del Parlamento italiano en 1874. El prócer murió en Caprera el viernes 2 de junio de 1882. Cuatro años después, tras la guerra austro-prusiana, Venecia y los territorios italianos controlados por Austria se unieron definitivamente a Italia.

 

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