El femicida Gary Leon Ridgway fue condenado a prisión perpetua por hallarlo culpable de matar a 49 mujeres, la mayoría prostitutas, aunque se estima que pudieron ser más de 90, por lo que es considerado el segundo peor asesino serial en la historia de los Estados Unidos.
Nacido en Salt Lake City, Utah, el 18 de febrero de 1949, este sujeto era conocido como «El asesino de Green River» y el día en que fue enjuiciado, el 5 de noviembre de 2003, las familias de las víctimas pudieron expresar lo que sentían y pensaban acerca del temible homicida.
Ridgway no mostró nunca nada de arrepentimiento por haber matado a esas mujeres y se mostró inexpresivo y serio frente a los insultos de los parientes de las chicas asesinadas.
Solamente lloró cuando subió al estrado el padre de Linda Jane Rule, asesinada por Ridgway el 26 de septiembre de 1983, y dijo: «Señor Ridgway, hay personas que lo odian, yo no. Ha hecho que sea difícil cumplir con mis creencias, pero Dios dice que debemos perdonar. Está perdonado».
Este asesino serial tenía un padre que trabajaba como conductor de autobús y que mostraba su desprecio por las mujeres que ejercían la prostitución.
En tanto, su madre maltrataba física y psicológicamente tanto a él como a sus hermanos. Durante muchos años padeció de incontinencia urinaria, pero al mismo tiempo torturaba de diferentes maneras a los animales.
Ridgway era un pésimo estudiante en la escuela y se llevaba mal con sus compañeros, al punto tal que a los 14 años intentó apuñalar a un niño de 6, que le había preguntado qué se sentía al matar a alguien.
Se graduó en la escuela secundaria, se alistó luego en la Marina, se casó con su novia del instituto, pero se separó cuando iban menos de un año, al tiempo que luego vinieron dos parejas más.
También asistió a la iglesia Pentecostal, leía la Biblia continuamente e incluso lo hacía en el trabajo que había conseguido como chapista, pintando vehículos en una fábrica de camiones.
Sin embargo, no se podía controlar y acudía a menudo al encuentro de prostitutas para poder saciar su apetito sexual.
Sus primeros asesinatos los cometió entre 1982 y 1983, fechas en las que la Policía empezó a hallar cadáveres de mujeres en diferentes parajes cerca del río Green, al sur de Seattle.
El accionar de este sujeto era siempre el mismo: secuestraba a mujeres, principalmente prostitutas, en la Ruta 99 del condado de King (Washington), para posteriormente agredirlas sexualmente y estrangularlas. Luego, Ridgway amontonaba los cadáveres y practicaba necrofilia, para luego tirar los cuerpos al río Green. De esa manera, fue bautizado como «El Asesino de Green River» y pasó a ser el hombre más buscado de losa Estados Unidos.
Las víctimas eran mujeres que iban de los 15 a los 35 años y que en su mayoría ejercían la prostitución en los alrededores de la zona.
Ridgway fue detenido varias veces como sospechoso de los crímenes, pero no se pudo aportar ninguna prueba como autor de alguno de los asesinatos.
Sin embargo, en 2001, el sheriff que estuvo a cargo del caso desde 1982, decidió utilizar una tecnología novedosa: la prueba de ADN. Dave Reichert estaba convencido de que al reexaminar las evidencias recogidas años atrás, lograrían dar con el asesino en serie.
Y no se equivocó, porque 20 años después del primer crimen una muestra de fluido fue determinante para demostrar que Ridgway era el asesino en serie que había puesto en jaque a las autoridades norteamericanas durante dos décadas.
Los investigadores, quienes lo habían interrogado varias veces e incluso tenían registrado su domicilio, se sorprendieron cuando el detenido confesó que no recordaba el número de mujeres a las que había asesinado desde hacía casi 20 años. .
Ante el tribunal, en 2003, este sujeto confesó todos los asesinatos y fue condenado a 48 sentencias consecutivas de cadena perpetua sin derecho a acceder a la libertad condicional.
Ridgway evitó la pena de muerte al confesar todos los crímenes que se le imputaban y colaborar en la búsqueda del resto de víctimas.
«El plan era asesinar a todas las mujeres que yo considerara prostitutas, porque sabía que podía matar a tantas como quisiera sin que me agarraran», reveló. Pero muchas de sus víctimas ni siquiera ejercían esa profesión.
Actualmente cumple condena en la Penitenciaria del Estado de Washington.