Rodolfo Pablo Treber
Fundación Pueblos del Sur (*)
Especial para El Ciudadano
En los grandes medios de comunicación circulan principalmente economistas y políticos liberales que, de un lado y del otro de los dos grandes frentes electorales, analizan las estadísticas desde una mirada tecnócrata, monetarista, escindida totalmente de la realidad que vive cada argentino y argentina.
En el centro de sus observaciones aparecen cuestiones como: la urgente necesidad de cerrar la negociación con el Fondo Monetario Internacional, equilibrar las cuentas fiscales, aumentar las exportaciones, achicar la emisión monetaria, contener la volatilidad del tipo de cambio, etcétera. Sin embargo, en ningún momento se hace referencia a la causa principal de todos esos problemas de orden técnico y monetario, que es la escasa generación de riqueza nacional y su extrema acumulación en pocas manos.
Siguiendo a pie de juntillas el manual liberal, todos ellos separan las consecuencias económicas de sus causas netamente políticas. Es por esta razón que la gran mayoría de los espectadores y oyentes no logran comprender lo que verdaderamente sucede en la política económica nacional. En este sentido, el gran Raúl Scalabrini Ortiz decía: “Si uno no entiende lo que dice un economista es que lo está engañando”.
Por ello es que, desde abajo, desde el Pueblo trabajador que sufre las nefastas consecuencias de esta acumulación sin sentido, la violencia de la competencia extrema como ordenadora de nuestras vidas, la inseguridad de no tener las necesidades básicas cubiertas, necesitamos observar y analizar la economía desde otro paradigma que no sea el establecido por aquellos que nos oprimen. Porque sólo comprendiendo es que podremos actuar en consecuencia y cambiar esta injusta realidad.
Entonces, si hablamos de riqueza tenemos que analizarla y reflexionar desde aquello que la genera: el trabajo.
El Producto Bruto Interno (PBI) de un país, es el indicador que refleja el valor de mercado de toda la producción local de bienes y servicios. En otras palabras, es el valor agregado, la riqueza que genera el país medida en moneda.
Las proyecciones del Ministerio de Economía, que dirige Martín Guzmán, advierten un PBI del año en curso en torno a 44 billones de pesos a valores actuales. Al mismo tiempo, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) admite que el salario promedio alcanza los 44.000 pesos mensuales por persona ocupada y consta de un promedio de 2.000 horas trabajadas al año. La misma entidad, publica que esos argentinos totalizan poco más de 17 millones, compuestos casi en partes iguales por trabajadores bajo contrato laboral y empleados de forma ilegal (categorías mal denominadas como “en blanco” o “en negro”).
Todos estos datos sueltos, tal como los muestra el sistema y comentan sus voceros a sueldo, no significan nada; pero si hacemos el debido análisis político con el foco puesto en el trabajo podemos llegar a conclusiones, tan simples como fuertes y profundas.
Teniendo en cuenta que el PBI es la representación en moneda de la riqueza nacional y que aquello que la genera es el trabajo, por medio de cálculos básicos podemos llegar a dilucidar cuánto se genera por hora empleada.
Si multiplicamos la cantidad de personas ocupadas por las horas que trabajan al año, obtenemos el total de horas de trabajo país. Luego, dividimos el total del PBI en pesos por ese valor y resulta que cada hora de trabajo genera 1.269 pesos.
En paralelo, si dividimos el salario promedio anual por las horas trabajadas, llegamos a la conclusión de que el pago promedio por hora en Argentina es de 264 pesos. Esto nos demuestra que los restantes 1.005 pesos por hora se los queda el dueño del medio de producción o intermediario (empresario, intermediario, Estado, financista, etcétera). En otras palabras, sólo el 20% de la riqueza generada queda en manos de la mayoría trabajadora, mientras que el 80% restante queda en unas pocas, y cada vez menos, manos que concentran el poder. Éste es el estado real de la concentración de riquezas y desigualdad que sufre el Pueblo argentino.
A su vez, esta estadística nos permite pensar que, a pesar del estado paupérrimo de la producción local como consecuencia del violento proceso de desindustrialización que se llevó a cabo en los últimos 45 años, nuestra Patria es tan rica, nuestro suelo tan generoso, que bastaría con una mejor distribución para alcanzar salarios dignos. Sin ir más lejos, con un mínimo aceptable de 50% para quien trabaja y 50% para el empresario, el salario promedio en la Argentina alcanzaría, a valores actuales, los 106 mil pesos al mes.
Por otro lado, nos permite ver el enorme potencial que tenemos como país si nos disponemos a recuperar un proceso de industrialización que sume valor agregado a la producción actual y pueda sustituir el enorme caudal de importaciones vigentes. Contando con una población económicamente activa de 23,5 millones de argentinos, hay más de 6 millones de compatriotas que se encuentran sin tarea real en un país en el que está todo por hacerse; y el sólo ponerlos a producir cualquiera de los productos que hoy se compran fabricados afuera, significaría un aumento del 36% del PBI.
Observar y pensar las estadísticas desde el trabajo cambia de forma revolucionaria e irreversible el análisis porque une las consecuencias económicas con sus causas políticas. Los números y la realidad, la economía y la política, van de la mano y, eso, es lo que nos quieren ocultar.
(*) fundacion@pueblosdelsur.org