Luego de finalizar sus estudios y recibirse de comunicador social, el rosarino Agustín Stojacovich inició un camino como voluntario que lo llevó a uno de los rincones olvidados del mundo como es Angola en África. Luego, entre visitas a la familia en Rosario, paso por Ciudad de Juárez, en Méjico, también en la Amazonia peruana, y muchos lugares dentro de la Argentina. Ex jugador de rugby, vinculado a Old Resian y hoy como árbitro, a cada rincón que tuvo como hogar llevó su pasión por el deporte ovalado, “lo que se pretende es generar, a través del juego, el arte, la música, el deporte, espacios amigables y marcados por las oportunidades para las juventudes, sobre todo aquellas que desde lo económico y social se encuentran más vulnerables”, dijo Stojacovich.
Ser voluntario no es fácil, a lo largo de los años Agustín fue construyendo su camino, que no fue fácil pero el hecho de poder generar un cambio y dejar una huella es una ganancia que ningún cheque puede cubrir. “Ser voluntario(a) significa renunciar a una comodidad o una estabilidad. Pero, al salir de esa bendita ‘zona de confort’, vaya que se gana. Y cuánto. En capacidad de adaptarse, de donarse, de ser humilde y dejarse ayudar”, escribió en su cuenta de facebook, en la que se puede ver todo el camino recorrido.
Todo comenzó cuando Agustín tenía 14 años, participando en misiones anuales Formosa, Santiago del Estero y en zonas cercanas a Rosario. “Si bien soy del patio salesiano (es decir, simpatizante de una Congregación perteneciente a la Iglesia católica), lo que busco es compartir experiencias educativas que nos humanicen, en cualquier punto del planeta”, aclara luego de contar como fueron esas primeras vivencias que lo marcaron de muy chico. A la par continuaba jugando el rugby, pasión que llega a través de su padre Alejandro, ex entrenador del primer equipo de Old Resian. “Arranqué a jugar cuando tenía ocho años, y lo hice hasta los 19. Siempre en Old Resian. Desde adolescente, empecé a dar una mano con el referato infantil. Entre 2011 y 2014, pude ser referee de juveniles y plantel superior en Rosario. Los años que llevo en Tierra del Fuego, me vengo desempeñando como árbitro de la Unión local”, expresó Agustín.
Al llegar a Angola, tuvo que derribar barreras sobre la presencia del hombre blanco en el continente africano. “No me creían. Pensaban que les mentía. ‘¿Cómo es posible, se preguntaban, que vengas a trabajar y no sea por dinero?’, me decían algunas personas en Angola. No cabía en sus cabezas la sola idea de que uno pueda ir a un lugar para sólo ganar experiencia y resignar, o hasta perder, algo de dinero. Es que, en favor suyo, era lógico: la inmensa gran mayoría de los hombres blancos se habían acercado con el cometido de juntar dinero o hacer negocios al por doquier”, dijo Stojacovich.
Desde su casa en Río, Grande, Tierra del Fuego, donde hace tres semanas que se encuentra en aislamiento, dicha provincia junto a Chaco, fueron las primeras en declarar la cuarentena. “Vivo solo, y me llevo bien con la soledad. De todas maneras, puedo compartir con mucha gente a través de las redes sociales, las videollamadas, los llamados en general. Veo el vaso medio lleno, siempre. Es una marca registrada de cualquier educador. Si no existe la luz al final, si no hay chance de creer que podemos mejorar, de que la confianza no es en vano, carece de sentido educar. Sé que mucha gente la puede estar pasando muy mal, y no se le puede exigir que «aprovechen» la situación. Ni siquiera a nosotros, que también nos podemos permitir un día más improductivo o sin hacer nada. Pero la constante es siempre la que mencioné: saber que esto, cuando sea que termine, nos puede volver mejores personas. Más sensibles, más atentas, más solidarias, más enfocadas en lo esencial de la vida: los afectos, la gente más olvidada por el sistema, el sembrar esperanza”, dijo Agustín.
A finales del 2019, de regreso a Argentina, participó de dos voluntariados en Monte Quemado (Santiago del Estero) y Fontana (Chaco). “En todos esos lugares, a partir de educación formal y no formal, lo que se pretende es generar, a través del juego, el arte, la música, el deporte, espacios amigables y marcados por las oportunidades para las juventudes, sobre todo aquellas que desde lo económico y social se encuentran más vulnerables. Actualmente, tras haber vivido en 2017 y 2018, volví a Río Grande, en Tierra del Fuego”, expresó Agustín.
El aislamiento en algún momento va a terminar y habrá que volver de a poco a retomar la actividad de todos los días. “En principio, volver al Colegio en el que trabajo como tutor y docente. A la vez, vamos a iniciar con ciertos proyectos que vinculan a la institución con la comunidad en general: a través de proyectos de Aprendizaje en servicio, lo que viene siendo dar apoyo escolar, recreación y merendero en algunos de los sectores más vulnerables de la ciudad. Además, estamos organizando diferentes voluntariados -desde antes de la cuarentena- que buscan acompañar presencialmente espacios de hospitales, hogares de niño, unidad penitenciaria, a través de diversas propuestas lúdicas, artísticas, deportivas”, dijo el rosarino.
Comunicador social, salesiano, también tiene estudios realizados sobre educación, diplomaturas en pedagogía, y actualmente estudia ciencias sociales, con pasado como jugador y luego como árbitro de rugby, lo nutren de una experiencia que busca utilizar para marcar una diferencia en rol como voluntario, una vocación, difícil pero que al terminar el día paga muchos dividendos. “El rugby fue una linda escuela, en lo que hace al compañerismo y al sentido de pertenencia. Claramente, me despego rápido del elitismo, sectarismo y cosas afines que suelen hacer más daño que otra cosa. Me parece que hay muchas cosas que valoro, y otras que -fiel a mi convicción educadora- reviso, quiero replantear, me parece necesario cambiar. Como referee, poder contribuir en que las canchas queden libres de violencia y que muchos jóvenes puedan emplear su tiempo libre en algo tan sano como el deporte, son dos elementos que me parecen muy importantes. Si bien no estoy directamente vinculado más allá de alguna ocasión, el exponencial avance del rugby femenino en la Unión fueguina permite pensar en que el deporte, también, puede ser un espacio cada vez más diverso y abierto para todo el mundo. Somos educadores todo el tiempo. Si educamos en la sana competencia, en que ganar o perder no es lo más importante, en que al final quedan las amistades, podemos pensar al rugby como un aliado incondicional para generar una sociedad más humana”, expresó Agustín.