Las chicas quieren divertirse. Y tomar cerveza. El mes pasado una cervecería de Rosario recibió una denuncia anónima. Acusaban a los empleados de no defender a una chica a la que otro cliente acosó. En respuesta, convocaron a la ONG Ampliando Derechos y organizaron un taller de género para todo el personal. La iniciativa fue un éxito. A los tres encuentros previstos, sumaron un cuarto para compartir conclusiones. Y van por más: crearán un protocolo sobre cómo actuar frente a situaciones de violencia en el bar. La idea es replicar la experiencia y llevarla a otros espacios nocturnos y gastronómicos para que las clientas puedan disfrutar de una cerveza y las mozas se sientan seguras al trabajar.
“Nunca vimos un hecho de violencia pero la denuncia nos sirvió para entender la problemática. Es una herramienta súper necesaria para aplicar en el trabajo y llevarla a nuestra vida”, dijo Ezequiel, uno de los mozos de Baum, firma con locales en Pichincha y Cochabamba al 1300.
Derecho al goce
En 2006 una activista estadounidense llamada Tarana Burke escuchó que una niña fue abusada por un familiar. La situación la llevó a crear el movimiento Me Too (yo también) para que las mujeres jóvenes denuncien si fueron víctimas de abuso. Diez años después la iniciativa se replicó cuando la actriz Alyssa Milano invitó a las famosas a hacer su descargo. El hashtag #Metoo explotó en las redes sociales durante las últimas semanas y cientos de miles se animaron a contar que sufrieron acoso machista. La tendencia contagió a los hombres que salieron a hacerles el aguante con sus historias.
Rosario busca sumarse a la tendencia mundial y trabajar para prevenir los abusos en bares y lugares gastronómicos. La cervecería Baum dio el primer paso y capacitó al personal en género. La idea es que los mozos sepan identificar cuándo una clienta o una compañera es víctima de acoso y puedan intervenir para defenderla.
“Cuando hay cerveza de por medio es más difícil. Muchas veces hay una situación rara en una mesa y cuando te acercás a frenarla los chicos no lo entienden”, dijo Berenice, una de las mozas del lugar.
La chica contó que varias veces recibió propuestas de clientes mientras atendía su mesa. El límite entre frenar el acoso y no faltar el respeto en el trabajo es una de las situaciones más complejas de resolver. “Muchas veces le sonreís al cliente porque estás trabajando y ellos lo toman como una provocación”, agregó.
Entre los clientes también hay situaciones de acoso. Los empleados contaron que suelen ver a grupos de chicos molestando a chicas de otra mesa. Pero cuando se acercan a preguntar las chicas no se animan a denunciar la situación.
“¿Quién se creen que son?”
Tomó el vaso y lo estalló contra el piso. “¿Quién se creen que son?”, nos dijo. Era sábado a la noche. Con unas amigas habíamos ido a un bar a tomar unas cervezas. Nos tocó una mesa adelante, cerca de la barra, casi al paso de todos los que entraban. Quizás fue la cercanía o la accesibilidad lo que les hizo pensar que podían sumarse a nuestra mesa. Se equivocaron. Eran dos y empezaron a hablarnos. Uno de ellos tenía una alianza que se quitó y tiró en el resto de cerveza que quedaba en uno de los vasos. Pensó que era gracioso, pero nadie se rió. Nos invitó a un boliche. No quisimos. Pero el no, pareció no ser una opción para él. “¿Quién se creen que son? Son unas pelotudas”, gritó, y rompió el vaso contra el piso. Su amigo miró cómplice, como avergonzado, pero calló. Mi amiga buscó al mozo con la mirada. Se acercó a la mesa y mientras el hombre buscaba la alianza en el suelo los echó del bar.
¿Cuántas veces nos negaron al cuestionarnos? Como si no fuéramos capaces de decidir por nosotras, como si no supiéramos lo que queremos, como si no pudiéramos decirlo aunque no sea lo que esperan escuchar. Como si fuera necesario cumplir ciertos requisitos para poder negarnos a una propuesta, a tomar una cerveza, a ir juntos a un boliche. Como si sólo pudiésemos aceptar. “¿Quién se creen que son?”, nos dijo. Soy una mujer. No me creo nada. Sé lo que quiero y lo que no. Sé lo que me gusta. Sé cómo, cuándo y con quién divertirme y te lo voy a hacer saber. Pretendo que lo entiendas. Disfruto salir con amigas. Y poder ir a tomar una cerveza sin tener miedo de que un desconocido se acerque y me lance un vaso por decir que no.
Una ordenanza para seguir la capacitación
La concejala María Eugenia Schmuck presentó un proyecto de ordenanza para replicar la experiencia de la cervecería Baum en otros bares gastronómicos y boliches de la ciudad. La iniciativa denominada La Noche es Nuestra apunta a crear un programa de capacitaciones y ofrecer incentivos de parte del municipio. “La idea es que los bares tengan una certificación donde diga que en ese lugar se combate la violencia machista y hay personal capacitado y preparado para prevenirla. Pensamos en una actitud proactiva del Estado y no sancionatoria que ayude a deconstruir los patrones”, dijo Schmuck.
El proyecto incluirá al programa de género de la Universidad Nacional de Rosario, a la ONG Ampliando Derechos y al Centro de Asistencia y Empoderamiento a la Víctima de la Municipalidad de Rosario para crear un protocolo conjunto de actuación frente a casos de violencia.